Editorial El Nacional
En una
nota en el diario El Tiempo, de Bogotá –reproducida en parte por El
Nacional– el articulista Gustavo Duncan analiza un tema que siempre ha sido
un quebradero de cabeza para los economistas colombianos y que tiene que ver
con el papel que juega la producción de drogas, su comercialización y
exportación en la economía de Colombia.
No es un
tema fácil porque se carece de cifras confiables y las pocas a las que se tiene
acceso por lo general son aproximaciones que dejan un amplio espectro de dudas
y un extenso margen para las equivocaciones. Pero como estas actividades
económicas subterráneas funcionan a gran escala e influyen de múltiples maneras
en la vida de una nación, se hace necesario cuantificarlas para obtener un
monto lo más aproximado posible que permita calcular sus dimensiones
nacionales.
Refiere
Gustavo Duncan en el artículo en cuestión que “a los economistas en Colombia
cada tanto les hacen la misma pregunta: ¿cuánto dinero ingresa producto del
narcotráfico?”. Menuda interrogante si se calcula que Colombia hoy por hoy está
entre los grandes cultivadores de hoja coca y que su procesamiento para ser
convertida en cocaína y su posterior distribución por los carteles del
narcotráfico se traduce en inmensos capitales que entran en la economía por
vías ilegales.
Duncan relata
que los economistas “luego de plantear diversas metodologías y de desestimar
los cálculos de sus colegas, llegan a la conclusión de que el monto no es tanto
como la gente del común se imagina. Entre 1% y 3% del producto territorial
bruto, máximo 5% en las épocas de los carteles”. De allí deduce que en el caso
de Colombia no se puede hablar de una “narcoeconomía”.
Pero esta conclusión no complace a Duncan que, seguidamente, se pregunta que “si el peso de la droga en la economía colombiana es tan bajo, ¿por qué causa un conflicto, una corrupción del sistema político y unas transformaciones sociales tan extremas?” Es más que demostrativo el hecho de que “una actividad que es poco significativa en lo económico pesa tanto en lo social y lo político”.
Pero esta conclusión no complace a Duncan que, seguidamente, se pregunta que “si el peso de la droga en la economía colombiana es tan bajo, ¿por qué causa un conflicto, una corrupción del sistema político y unas transformaciones sociales tan extremas?” Es más que demostrativo el hecho de que “una actividad que es poco significativa en lo económico pesa tanto en lo social y lo político”.
Al efecto
cita al economista Santiago Montenegro, que en El Espectador afirmó
que “mucha gente preferiría negar o ignorar la presencia de la economía ilegal.
Basta con señalar que las cuentas del narco tienen que comprenderse desde su
articulación con otros sectores de la economía”. Y esto, decimos nosotros,
tiene mucho que ver con Venezuela y su actual gobierno bolivariano.
Dice
Duncan (y esto también va con Venezuela) que el narco “no solo financia a
quienes gobiernan sino que en sí dicta la forma de gobierno. Los mercados giran
alrededor de sus excedentes y quien los controla se ve envuelto en el control
de la sociedad.
La guerra
contra las drogas, dice, busca “evitar que unos criminales gobiernen directa e
indirectamente largos pedazos de la sociedad”. Si se cambia el nombre de
Colombia por el de Venezuela, nos explicamos por qué el narcotráfico se adueñó
de las altas esferas del poder en nuestro país.
En una
nota en el diario El Tiempo, de Bogotá –reproducida en parte por El
Nacional– el articulista Gustavo Duncan analiza un tema que siempre ha sido
un quebradero de cabeza para los economistas colombianos y que tiene que ver
con el papel que juega la producción de drogas, su comercialización y
exportación en la economía de Colombia.
No es un
tema fácil porque se carece de cifras confiables y las pocas a las que se tiene
acceso por lo general son aproximaciones que dejan un amplio espectro de dudas
y un extenso margen para las equivocaciones. Pero como estas actividades
económicas subterráneas funcionan a gran escala e influyen de múltiples maneras
en la vida de una nación, se hace necesario cuantificarlas para obtener un
monto lo más aproximado posible que permita calcular sus dimensiones
nacionales.
Refiere
Gustavo Duncan en el artículo en cuestión que “a los economistas en Colombia
cada tanto les hacen la misma pregunta: ¿cuánto dinero ingresa producto del
narcotráfico?”. Menuda interrogante si se calcula que Colombia hoy por hoy está
entre los grandes cultivadores de hoja coca y que su procesamiento para ser
convertida en cocaína y su posterior distribución por los carteles del
narcotráfico se traduce en inmensos capitales que entran en la economía por
vías ilegales.
Duncan
relata que los economistas “luego de plantear diversas metodologías y de
desestimar los cálculos de sus colegas, llegan a la conclusión de que el monto
no es tanto como la gente del común se imagina. Entre 1% y 3% del producto
territorial bruto, máximo 5% en las épocas de los carteles”. De allí deduce que
en el caso de Colombia no se puede hablar de una “narcoeconomía”.
Pero esta conclusión no complace a Duncan que, seguidamente, se pregunta que “si el peso de la droga en la economía colombiana es tan bajo, ¿por qué causa un conflicto, una corrupción del sistema político y unas transformaciones sociales tan extremas?” Es más que demostrativo el hecho de que “una actividad que es poco significativa en lo económico pesa tanto en lo social y lo político”.
Pero esta conclusión no complace a Duncan que, seguidamente, se pregunta que “si el peso de la droga en la economía colombiana es tan bajo, ¿por qué causa un conflicto, una corrupción del sistema político y unas transformaciones sociales tan extremas?” Es más que demostrativo el hecho de que “una actividad que es poco significativa en lo económico pesa tanto en lo social y lo político”.
Al efecto
cita al economista Santiago Montenegro, que en El Espectador afirmó
que “mucha gente preferiría negar o ignorar la presencia de la economía ilegal.
Basta con señalar que las cuentas del narco tienen que comprenderse desde su
articulación con otros sectores de la economía”. Y esto, decimos nosotros,
tiene mucho que ver con Venezuela y su actual gobierno bolivariano.
Dice
Duncan (y esto también va con Venezuela) que el narco “no solo financia a
quienes gobiernan sino que en sí dicta la forma de gobierno. Los mercados giran
alrededor de sus excedentes y quien los controla se ve envuelto en el control
de la sociedad.
La guerra
contra las drogas, dice, busca “evitar que unos criminales gobiernen directa e
indirectamente largos pedazos de la sociedad”. Si se cambia el nombre de
Colombia por el de Venezuela, nos explicamos por qué el narcotráfico se adueñó
de las altas esferas del poder en nuestro país.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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