Thursday, March 8, 2012

Men in black

En: http://www.lapatilla.com/site/2012/03/08/vladimiro-mujica-men-in-black/

Vladimiro Mujica

La imagen no puede ser más contundente: un grupo de personas metidas en el río Guarapiche trabajando semidesnudas, presumiblemente embarcados en un “esfuerzo comunitario” para contribuir a limpiar el derrame de crudo que se ha convertido en uno de los desastres ecológicos más importantes que hayan ocurrido en Venezuela. Los “Hombres de Negro”, revestida su humanidad de petróleo, evidencian de manera patética el grado de incapacidad a que ha llegado Pdvsa, y en general el Estado Venezolano, para responder por la seguridad y la vida de los habitantes de este país.
A la magnitud del desastre, confirmado por muchos medios nacionales e internacionales, se le une la burla de la desinformación. El acceso a la zona del derrame en el estado Monagas ha estado fuertemente restringido y las informaciones oficiales carecen de credibilidad alguna. Incapaces de contener las fugas de información de su propia gente, los altos funcionarios de Pdvsa y del gobierno presentan un cuadro de control de la situación que genera profunda desconfianza.
Lo mismo ocurrió hace algún tiempo cuando fuentes chavistas filtraron la verdadera información sobre las cifras anuales de muertos por violencia en Venezuela y las ubicaron en más de 17.000 al año. O la realidad de las entregas de vivienda constituidas solamente por una fachada y sin satisfacer las condiciones mínimas de habitabilidad. O la expropiación de empresas productivas transformadas en entelequias “autogestionadas”, donde solamente los expropiadores han salido beneficiados y los propios trabajadores, que en algún momento soñaron con el paraíso de la autogestión, se encuentran hoy abandonados a su suerte.
O el estado de las vías de comunicación en Venezuela, donde hemos retrocedido a la etapa pregomecista. O el cuadro dramático de la situación de salud pública.
La lista abarca prácticamente todos los espacios de la vida nacional. Por doquiera se percibe el avance del deterioro y la precariedad combinado con una dosis de piratería y desparpajo que llena de indignación. Los funcionarios públicos, sabiéndose, o creyéndose, invulnerables y protegidos de por vida por los mecanismo de secuestro de la justicia actúan con absoluta impunidad.
En un sentido muy profundo, el gobierno revolucionario le ha fallado especialmente a quienes supuestamente dice defender: a las mayorías empobrecidas de nuestro país. No se trata solamente de que la pobreza, en todas sus manifestaciones, económicas, culturales y sociales, ha aumentado sino que esto ha ocurrido bajo un gobierno que gobierna solamente para una parte del país y que exige un grado de lealtad a sus protegidos que colinda con la humillación a la dignidad personal.
Cómo ocurre que bajo estas condiciones el gobierno, y Chávez mismo como presidente y candidato, cuenta todavía con un considerable apoyo popular es algo para lo cual todavía no tenemos claves ciertas para entender.
La empatía que genera el presidente entre millones de venezolanos no se compadece con la responsabilidad que el gobierno tiene en gobernar para las mayorías. Sin embargo, ese respaldo es un hecho y entenderlo a profundidad es una de las claves que permitirán llevar al país por el camino de la reunificación y la reconciliación. Muchas explicaciones han sido sugeridas: el carisma presidencial, la identificación del venezolano medio con Chávez, el reconocimiento individual que la gente común encuentra en su relación, el exitoso populismo y pare usted de contar.
Probablemente ninguna de estos elementos termine por explicar un fenómeno emergente tan complejo como el liderazgo, pero creo que la reflexión profunda sobre este tema nos puede enseñar mucho sobre nosotros mismos porque, como he sostenido en muchas oportunidades, Chávez y el chavismo son dos hijos legítimos de la forma en que hemos conducido nuestros asuntos como sociedad.
Al liderazgo tóxico de Chávez le ha surgido un competidor que parece haber entendido con claridad que a la emoción que despierta el comandante, una que cada vez aparece como más desgastada y en mengua, no se le puede oponer solamente un plan de gobierno, que sin duda es necesario, sino otra emoción en positivo.
Hasta ahora Capriles se ha conducido sin errores al despertar una serena esperanza entre la gente de que es posible corregir el desastre que vivimos sin intentar un retorno al pasado que nos trajo este presente. La posibilidad de una resolución pacífica de esta disputa histórica todavía está por verse porque el chavismo extremista dará una durísima pelea por conservar el poder.
Lo que vimos en Cotiza hace unos días es tan sólo un indicio de lo que está por venir.

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