MIGUEL SANMARTÍN | EL UNIVERSAL
sábado 3 de marzo de 2012 12:00 AM
Después de múltiples chequeos médicos, consultas al oráculo, exámenes clínicos, revisión de la bola de cristal, exploraciones radiológicas, análisis transaccionales, estudios histológicos, someterse a ensalmes y ramalazos, pruebas de laboratorio y tomar en cuenta opiniones de babalaos y santeros, se determinó fehacientemente que la revolución socialista vernácula, impuesta por Cuba, padece desgaste erosivo bilateral, inflamación concéntrica, ineficiencia endémica, necrosis ética, estreñimiento intelectual y tullimiento evolutivo. Síndromes causados por cuatro quistes abscesados que comprometen seriamente la continuidad del "proceso" hasta el fin de los siglos, como fuera decretado por su líder inspirador.
Perder el poder, enfrentar juicios, la lucha sucesoral y el crecimiento de la masa opositora democrática (la alta participación en las primarias los dejó de cama) son hoy los grandes padecimientos (sarcomas) que perturban y desfallecen al régimen y sus gerifaltes. Estos males los tienen de cabeza, dando tumbos, sin horizonte, diciendo una cosa y haciendo otra.
Las ordenes y contraórdenes impartidas desde el Empíreo a las "unidades tácticas de combate", es decir, a las pandillas motorizadas armadas que, actuando en nombre y por orden de la revolución, salieron a invadir terrenos, tomar galpones y ocupar edificios en construcción (propiedades privadas todas), destapan la "estrategia del miedo" desplegada por el oficialismo. Tales incursiones, repelidas por los afectados y justificadas por el vicepresidente y el ministro de Interior y Justicia, fueron llevadas a cabo en entidades administradas por gobernadores y alcaldes de oposición. Pero el acto más cínico de quienes promovieron ese ilícito fue acusar a los gobernantes atropellados de incitar las invasiones en sus territorios.
El propósito del régimen quedó más que claro: agitar, desconcertar, intimidar y escandalizar para desviar el interés público de la convalecencia (¿indefinida?) del líder redentor. En esa misma dirección apuntan otras acciones emprendidas por entes oficiales y los Poderes Públicos: La campaña de denuestos contra Henrique Capriles, la multa a la Comisión Electoral de la MUD y la apertura de una averiguación parlamentaria contra César Pérez Vivas, Henry Falcón, Leopoldo López y Antonio Ledezma (¿pretenden inhabilitarlos?) y la arremetida jurídica con la reforma de la Ley del Trabajo y la promulgación de la Ley de Costos y Precios Justos.
El régimen agonizante patalea en dos frentes: En uno hostiga a la dirigencia opositora y alarma-desalienta a los ciudadanos y, en el otro, libra su propia batalla por el control de lo que queda del poder y la supervivencia más allá del 7 de octubre.
Perder el poder, enfrentar juicios, la lucha sucesoral y el crecimiento de la masa opositora democrática (la alta participación en las primarias los dejó de cama) son hoy los grandes padecimientos (sarcomas) que perturban y desfallecen al régimen y sus gerifaltes. Estos males los tienen de cabeza, dando tumbos, sin horizonte, diciendo una cosa y haciendo otra.
Las ordenes y contraórdenes impartidas desde el Empíreo a las "unidades tácticas de combate", es decir, a las pandillas motorizadas armadas que, actuando en nombre y por orden de la revolución, salieron a invadir terrenos, tomar galpones y ocupar edificios en construcción (propiedades privadas todas), destapan la "estrategia del miedo" desplegada por el oficialismo. Tales incursiones, repelidas por los afectados y justificadas por el vicepresidente y el ministro de Interior y Justicia, fueron llevadas a cabo en entidades administradas por gobernadores y alcaldes de oposición. Pero el acto más cínico de quienes promovieron ese ilícito fue acusar a los gobernantes atropellados de incitar las invasiones en sus territorios.
El propósito del régimen quedó más que claro: agitar, desconcertar, intimidar y escandalizar para desviar el interés público de la convalecencia (¿indefinida?) del líder redentor. En esa misma dirección apuntan otras acciones emprendidas por entes oficiales y los Poderes Públicos: La campaña de denuestos contra Henrique Capriles, la multa a la Comisión Electoral de la MUD y la apertura de una averiguación parlamentaria contra César Pérez Vivas, Henry Falcón, Leopoldo López y Antonio Ledezma (¿pretenden inhabilitarlos?) y la arremetida jurídica con la reforma de la Ley del Trabajo y la promulgación de la Ley de Costos y Precios Justos.
El régimen agonizante patalea en dos frentes: En uno hostiga a la dirigencia opositora y alarma-desalienta a los ciudadanos y, en el otro, libra su propia batalla por el control de lo que queda del poder y la supervivencia más allá del 7 de octubre.
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