En: http://www.lapatilla.com/site/2012/04/26/vladimiro-mujica-el-magistrado/
Vladimiro Mujica
En una sociedad que se respetara a sí misma, una denuncia como la del ex fiscal militar haría temblar al régimen
La crisis de valores que vivimos determina que muchos ciudadanos no vean con gran preocupación lo ocurrido
Me imagino que mucha gente comparte conmigo la dificultad en discernir cuál es el sentimiento que le generan las declaraciones del exmagistrado del TSJ Eladio Aponte Aponte. Por un lado está el asunto esperanzador de que quien parece haber sido un personaje clave en la corrupción del sistema judicial venezolano esté abandonando el barco de la revolución y exponiendo públicamente lo que todos imaginábamos que ocurría pero sin tener pruebas concretas en la mano.
Pero por otro lado, y esto es inclusive más preocupante que la propia denuncia, es el hecho de que personajes como el magistrado Aponte Aponte han florecido indiscriminadamente al amparo de la revolución chavista y han ejercido poder ilimitado, sin responderle a nadie por sus actos.
Resultaba poco menos que repulsiva la tranquilidad con la que el magistrado confesaba en la entrevista televisiva que circuló como pólvora que la razón por la que él se encontraba fuera de Venezuela era porque temía que le aplicaran la misma ley que él había aplicado a otros durante años.
Ley que se erguía sobre la Constitución y que se ejercía a través de órdenes directas del Poder Ejecutivo.
El increíble estado de descomposición de los poderes públicos en Venezuela, que se evidencia en las declaraciones del magistrado, es sencillamente incompatible con cualquier visión de vida razonablemente civilizada donde el Derecho y la Justicia se ejercen de modo responsable y con atención a los altos fines de la sociedad. Pero Aponte Aponte es solamente la punta del iceberg de un régimen construido sobre una combinación letal de ambiciones y lealtades de conveniencia todo bajo el amparo de un esquema caudillista.
Uno podría abandonar el tema del magistrado simplemente señalando que en un régimen dónde todo esta podrido su caso no es una excepción sino la regla. Pero esto sería salirnos con demasiada facilidad del asunto. En una sociedad que se respetara a si misma, una denuncia como la de Aponte Aponte haría temblar al régimen. En Venezuela es probable que el asunto no llegue a mucho no solamente por el control que se ejerce sobre los medios de comunicación, sino porque hay una legítima crisis de valores que se ha ido tejiendo durante muchas décadas y que determina que muchos de nuestros compatriotas no vean con gran preocupación lo que ha hecho el magistrado sino que lo consideren como un asunto más o menos normal. La idea de que las cosas siempre han sido así en Venezuela, algo que por supuesto no es cierto, ha calado de tal modo en nuestro imaginario social que mucha gente ni siquiera se sorprende por un escándalo de las proporciones del desatado alrededor del caso de Walid Makled.
La todavía importante popularidad del gobierno y de su enfermo candidato nos obligan a confesar con humildad que hay claves fundamentales del apoyo de sectores importantes de nuestro pueblo a Chávez y su epopeya que todavía estamos lejos de entender.
El candidato de oposición está aparentemente haciendo todas las jugadas correctas dictadas por la estrategia de reconciliación. Sin embargo, no termina de producirse la transición política que marque una caída irreversible en el apoyo al gobierno. Hay elementos todavía no atendidos que controlan el vínculo emocional con Chávez y la aparente lealtad que sus seguidores le profesan en medio de su enfermedad y de un gobierno manifiestamente corrupto e ineficaz.
Así como en algún momento se pronosticó, y no ocurrió, que la caída de los precios petroleros sería la caída del gobierno de Chávez porque según algunos analistas sólo lo sustentaba la chequera petrolera y el populismo, del mismo modo debe verse con mucho escepticismo cualquier análisis simplista que apunte a un debilitamiento rápido del régimen por revelaciones sensacionales como las del magistrado. El chavismo, y Chávez en particular, han demostrado una enorme resiliencia y capacidad histriónica para aguantar golpes. Todavía falta por acometer la gran jornada política que combine la desobediencia civil pacífica con la estrategia electoral. Quizás sólo entonces, cuando en verdad se empiece a prefigurar la Venezuela posible que se puede armar alrededor del candidato de la unidad, empezaremos a ver la caída del régimen.
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