ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL
martes 17 de abril de 2012 12:00 AM
La tesis del golpe de Estado, como estrategia electoral, es una vieja estratagema que alguna vez pudo funcionar porque se correspondía con la realidad. Sin entrar en consideraciones sobre lo negativo de las soluciones de fuerza podemos decir que el proceso político venezolano actual, nacido con el pecado original de un cuartelazo, está pagando las consecuencias en decrepitud, envejecimiento y disolución de un sistema político viciado de principio.
Es cierto y debe reconocerse sin ambages que sectores radicales de oposición participaron en la conspiración para defenestrar a un gobierno electo por la vía electoral, pero cuyo origen y razón de ser estaban marcados por el sello de las asonadas militares y la efusión de sangre. El 4F dinamitó, de un solo golpe, las bases de un sistema político esencialmente democrático, se liberaron los demonios ancestrales del primitivismo y volvimos al "estado de naturaleza" descrito por Hobbes. Las consecuencias están a la vista y todos sabemos cuánto nos ha costado, nos está costando, volver al "estado de naturaleza", pero esta vez el descrito por Locke.
Que ahora el principal responsable de esa (re)vuelta al pasado denuncie una conspiración para sacarlo del poder sólo revela que son él y sus conmilitones quienes están pensando en esa "solución". Tampoco es nuevo el recurso de atribuir al contrario lo que tú eres, máxime cuando aquél carece de la voluntad y de los recursos para intentar una aventura de ese calado porque, además, tiene la seguridad de que se está ganando el voto de las mayorías. En fin, que ni perdiendo aceptaría Capriles el método en cuestión porque lo anima una genuina convicción del respeto la voluntad popular.
En otras palabras, si nos atenemos a la palabra presidencial a la hora de alardear de que las Fuerzas Armadas son de su exclusiva propiedad, ¿para qué crear una "Comando Antigolpista", si aquí los únicos con poder de fuego suficiente como para intentar la locura de un putsch son los militares y éstos, según lo proclama el Comandante Presidente, están bajo su férula? Pues bien, o no todas las Fuerzas Armadas le son leales y alguien está conspirando o nos encontramos ante una estratagema para camuflar las reales intenciones del supuesto "Comando Antigolpista".
A mí que me esculquen, dice el desprevenido viandante que sólo sabe lo evidente: el Presidente está enfermo y así es no fácil participar en una campaña electoral. Además, para rematar, ninguno de sus posibles sucesores le llega, ni de cerca, a la intención de voto de Henrique Capriles. Así que extraviaron la brújula, están perdidos, agitan el cotarro, se disuelve la autocracia. Cuidado.
Es cierto y debe reconocerse sin ambages que sectores radicales de oposición participaron en la conspiración para defenestrar a un gobierno electo por la vía electoral, pero cuyo origen y razón de ser estaban marcados por el sello de las asonadas militares y la efusión de sangre. El 4F dinamitó, de un solo golpe, las bases de un sistema político esencialmente democrático, se liberaron los demonios ancestrales del primitivismo y volvimos al "estado de naturaleza" descrito por Hobbes. Las consecuencias están a la vista y todos sabemos cuánto nos ha costado, nos está costando, volver al "estado de naturaleza", pero esta vez el descrito por Locke.
Que ahora el principal responsable de esa (re)vuelta al pasado denuncie una conspiración para sacarlo del poder sólo revela que son él y sus conmilitones quienes están pensando en esa "solución". Tampoco es nuevo el recurso de atribuir al contrario lo que tú eres, máxime cuando aquél carece de la voluntad y de los recursos para intentar una aventura de ese calado porque, además, tiene la seguridad de que se está ganando el voto de las mayorías. En fin, que ni perdiendo aceptaría Capriles el método en cuestión porque lo anima una genuina convicción del respeto la voluntad popular.
En otras palabras, si nos atenemos a la palabra presidencial a la hora de alardear de que las Fuerzas Armadas son de su exclusiva propiedad, ¿para qué crear una "Comando Antigolpista", si aquí los únicos con poder de fuego suficiente como para intentar la locura de un putsch son los militares y éstos, según lo proclama el Comandante Presidente, están bajo su férula? Pues bien, o no todas las Fuerzas Armadas le son leales y alguien está conspirando o nos encontramos ante una estratagema para camuflar las reales intenciones del supuesto "Comando Antigolpista".
A mí que me esculquen, dice el desprevenido viandante que sólo sabe lo evidente: el Presidente está enfermo y así es no fácil participar en una campaña electoral. Además, para rematar, ninguno de sus posibles sucesores le llega, ni de cerca, a la intención de voto de Henrique Capriles. Así que extraviaron la brújula, están perdidos, agitan el cotarro, se disuelve la autocracia. Cuidado.
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