Fernando Londoño Hoyos
Tranquilos, lectores, que no agregaremos una versión más a las innumerables que circulan sobre la salud de Hugo Chávez. Nuestro trabajo intelectual es distinto. Porque simplemente vamos a suponer que el Coronel está moribundo, lo que es altamente probable, o que sufre de una enfermedad que no le permitirá el ejercicio del poder, lo que nadie descarta, o que algún día se muera, lo que es seguro. De lo que se trata es de averiguar qué pasará cuando Chávez falle y cómo manejará la sociedad venezolana ese vacío.
Cuando Chávez muera, los venezolanos tendrán que hacerse la más obvia de las preguntas: ¿dónde está mi dinero? Porque no hubo otro país de América Latina que recibiera tanto. Si Venezuela hubiera conservado razonablemente lo que la fortuna le trajo en esta bonanza petrolera, sin milagros ni exageraciones, sería el país más rico del continente. Y a fe que no lo es.
Después de los doce años en los que pasaron por las manos del paracaidista más de un billón doscientos mil millones de dólares, leído que sea literalmente y sin figuraciones ni metáforas ni hipérboles, Venezuela dejó perder toda la infraestructura que tenía y no construyó alguna nueva; se ha endeudado hasta los tuétanos; ha destruido su industria y su producción agropecuaria; volvió pedazos a PDVSA, arrasó con todo el talento humano que la servía y le hizo perder, al menos, un millón de barriles diarios de producción; porque nunca la mantuvo, ni la acrecentó, se le esfumó la producción de energía; perdió el crédito internacional y no ha entrado en “default” porque los altos precios del petróleo le ayudan a tal cual malabar evasivo; tiene la inflación más alta del mundo y los peores sistemas de salud del Continente. Tanto, que cuando el Camarada se siente mal, o muy mal, busca cura en Cuba, el país más miserable de América.
A los venezolanos no les han dejado mirar estas tozudas realidades. Si Chávez muere, o se va, o queda postrado, quedarán a la intemperie las corruptelas gigantescas que explican buena parte del desastre. Y se sabrá el valor real de los regalos que el pueblo venezolano le ha entregado por la mano providente del Presidente a todos sus socios del Socialismo del Siglo XXI. Y quedarán a la vista los costos fabulosos de las confiscaciones o expropiaciones o tomas de la propiedad privada, nacional o extranjera. Y no habrá manera de ocultar el precio que se ha pagado por la ineptitud sin orillas de la más mediocre burocracia que nunca trató de administrar una Nación.
Si Chávez muere, el pueblo venezolano tendrá que enfrentar el problema de los centenares de miles de predicadores cubanos de marxismo que lo invaden, y que no saben hacer cosa de provecho. Si lo supieran, hace rato que lo hicieran en Cuba.
Si Chávez muere, no quedará duda de la influencia nefasta que el narcotráfico tiene en la sociedad venezolana. Los escandalosos índices de inseguridad que matan a la gente del que fuera hace poco país tranquilo, están ligados a las mafias que transportan y venden las trescientas toneladas métricas de cocaína que anualmente las alimentan y conservan.
Si Chávez muere, no quedará quién siga ocultando el alcance de los juegos peligrosos, extremadamente peligrosos, que ha entablado el Dictador con Irán, con Libia, con la ETA y con las FARC. Los gringos siempre son lentos y suelen ser ingenuos. Pero cuando descubren que se los maltrata, rara vez son piadosos.
Si Chávez muere, Venezuela tendrá que enfrentar el problema de desmontar una autocracia. Reestructurar un poder judicial que no conoció por años sino voces de mando; crear organismos de control, independientes y respetables; darle vía a un Congreso deliberante y plural; conformar una administración ilustrada y seria, sobre las ruinas que dejó el capricho, es tarea de titanes. Y fundar partidos sólidos, darle espacio a un periodismo libre, educar un ciudadano honrado y ecuánime, es una misión colosal.
Si Chávez muere, Venezuela tendrá que hacerse cargo de su verdad y su destino. Ya es mucha ganancia.
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