Fausto Masó
28 Abril, 2012
Políticamente a Chávez lo ha ayudado su enfermedad, pero en estos días está ocurriendo algo nuevo: el chavismo y la oposición discuten, por lo menos a puertas cerradas, si el cáncer lo obligará a renunciar a la candidatura. El Gobierno ha lanzado una campaña sentimental de imágenes suyas besando niños, asociándolo a los símbolos patrios, apelando a las emociones populares, para mantener la lealtad de los electores, convertir las lágrimas en votos. Hasta ahora no le ha ido mal con esta estrategia.Sin embargo, a esta telenovela política le quedan pocos capítulos, su lucha contra el cáncer llegará a un desenlace, porque lo veremos recorriendo el país dejando de ser un candidato virtual, o el deterioro físico será evidente. Es decir, llegará un momento, ¿en julio o agosto?, cuando políticamente será insostenible esta farsa, comprobaremos entonces que Chávez no será candidato, o reaparecerá nuevamente curado por la gracia de Dios, vuelto un candidato invencible, si la tramoya de esta elaborada y sofisticada comedia, o drama, no se devela a tiempo, si deja de permitírsele manejarla según le convenga. Su enfermedad hace tiempo que dejó de ser un asunto privado para convertirse en el tema principal de estas elecciones, tema que hasta ahora le ha dado inexplicablemente ventaja frente a la opinión pública, como ocurrió después de las primarias de la MUD.
¿No es hora ya de discutir en voz alta si el estado de salud de Chávez le permitirá ser candidato? Hablar en voz alta y no en murmullos. EL PSUV huye de este debate como de la peste, de ahí su zozobra ante las alternativas que presentó Wilmar Castro Soteldo en una reunión de militantes, alternativas lógicas, pero el PSUV prefiere, como el avestruz, enterrar la cabeza en la arena. A su vez, también la oposición ha mantenido una discreción ingenua sobre la enfermedad presidencial, otorgándole una ventaja política a Chávez.
El Nacional informa que “el PSUV ordenó trabajar en la tesis de que Chávez está en campaña electoral, y que la oposición propicia la violencia para provocar la suspensión de las elecciones presidenciales del 7 de octubre. La línea es que públicamente se descarte la posibilidad de que haya un cambio de candidato”. Cierran los ojos, se lanzan de cabeza a la piscina vacía.
Chávez sigue cuidadosamente su tratamiento, prefiere no exponer su salud a los rigores de la lucha electoral. Y ha obligado a sus seguidores a decir que lo blanco es negro, negar lo evidente, a aceptar que gobierne desde La Habana, vía Twitter, y desarrolle así su campaña. Lo primero lo ha conseguido, lo segundo, ganar unas elecciones sin participar en ellas, es imposible, y Chávez lo sabe.
Chávez en un rasgo de sinceridad confesó que el tratamiento del cáncer no era una mantequilla. Esta verdad le salió del alma, porque cualquier tratamiento de una enfermedad terminal no es un juego de bolas criollas.
Nos ha tomado el pelo con la enfermedad, pero en la intimidad, antes de dormirse cada noche, el Presidente siente el terrible peso de su enfermedad, en ese momento en que la soledad abruma, lejos de cualquier cámara de televisión, frente a la verdad, sabe que el cáncer no es una mantequilla.
Tiene razón, el cáncer no es una mantequilla y desbarata los proyectos más audaces.
¿Cuál será el plan B de Chávez para el caso de que no fuera candidato? Le debe costar cerrar los ojos y agarrar el sueño.
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