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Paulina Gamus
Las películas pueden ser comedias, dramas, musicales, de suspenso, históricas, de terror, de ciencia ficción y hasta vomitivas. En esta última categoría podríamos ubicar La piel que habito, de Almodóvar, un espectáculo revulsivo que descompone hasta los estómagos más resistentes al asco. La televisión es más proclive a mostrarnos escenas que provocan nauseas, las podemos ver casi a diario en el recuento noticioso de asesinatos, actos terroristas o catástrofes naturales. Claro que quienes somos sensibles a ese tipo de imágenes tenemos la opción de cambiar el canal para evitar estropicios digestivos. Pero acaba de ocurrir un caso televisivo en el que hubiésemos querido tener a mano una de esas bolsitas que dan en los aviones para que los pasajeros vomiten (cuando hace falta) y sin embargo, por alguna extraña razón, estábamos como hipnotizados sin poder apartar los ojos de lo que sucedía en la pantalla, en este caso, de Globovisión.
Suponemos que el rating del canal más perseguido y hostigado por el gobierno malandro, debe haber roto todos los records en la noche del miércoles 18 de abril último. Los tweets y los mensajes telefónicos anunciaron repetidamente que a las 8 y 30 el canal difundiría una entrevista del ex magistrado del Tribunal Supremo de Justicia y ex presidente de la Sala Penal del mismo, Eladio Aponte Aponte. Lo que sucedió ante nuestros ojos y escucharon nuestros oídos es difícil e describir. Para nadie podía ser una sorpresa la manipulación grosera de la justicia que ha hecho este gobierno a lo largo de trece años, reconocida de manera abierta y desvergonzada por el destituido Aponte al cuadrado, pero no era fácil imaginar el grado de prostitución de quienes usan sin una pizca de pudor el calificativo de “magistrados”.
El profesor Carlos Armando Figueredo tradujo hace algunos años un libro imprescindible del eminente jurisconsulto alemán Ingo Müller: “Los Juristas del horror”. El autor investiga y revela con precisión admirable, cómo los más distinguidos maestros de las leyes dieron la base legal a los crímenes raciales y eutanásicos del nazismo alemán y, al mismo tiempo, la sumisión de los jueces alemanes (muchos de ellos de impecable trayectoria) a las órdenes y dictámenes de Hitler, sin importarles la monstruosidad de los mismos. Esos juristas, la mayoría por convicción y quizá algunos por miedo, cubrieron de legitimidad todos los crímenes del nazismo alemán, incluido el exterminio de discapacitados, homosexuales, razas inferiores (gitanos o eslavos) y por supuesto los no-humanosjudíos. Tan horrorosos fueron que uno de los Juicios de Núremberg estuvo destinado a juzgarlos y varios de ellos recibieron penas de cadena perpetua.
Lo que reveló la entrevista de Aponte al cuadrado fue, en primer lugar, el analfabetismo funcional de alguien que llegó a ocupar el cargo de fiscal general militar y gracias a sus asqueantes servicios fue elevado al Tribunal Supremo de Justicia. Si nos dispusiéramos a conocer el verdadero curriculum de los demás magistrados designados por su obediencia perruna a Chávez, encontraríamos que no hay mayores diferencias con el hoy destituido Aponte (bis). Ninguno llegó a ese cargo por sus conocimientos y competencias, todos son jueces del más alto tribunal de la República por su carencia absoluta de escrúpulos y decencia. Como bien lo reveló el vomitivo entrevistado, lo único que justificaba sus desmanes era la necesidad de conservar el cargo. Nada de convicciones revolucionarias ni ideología socialista del siglo XXI o de cualquier otro siglo. Ante la pregunta de la periodista sobre qué pasaría si alguna vez desobedecía las órdenes de Chávez o de quienes se las transmitían, respondió con el mayor desparpajo: “quedaba fuera”. Y allí estaría ejecutando privaciones arbitrarias de la libertad de decenas de venezolanos inocentes, extorsionando a otros y pisoteando la justicia, si por alguna razón que aún desconoce no hubiese sido destituido del cargo y execrado por sus cómplices de antaño.
Uno de los momentos risibles de la entrevista ocurrió cuando dijo que en medio de su perturbación por haber perdido la chamba, se juró a sí mismo no volver a leer un código. La pregunta que se hicieron a un mismo tiempo decenas de twitteros es si alguna vez leyó alguno. Podríamos ir un poco más allá y preguntarnos si en caso de haberlo leído entendió algo, porque hay que ver la calaña de abogados que gradúan algunas universidades venezolana. La periodista le insistió una y otra vez si tenía algo que decirles a las familias de las personas condenadas a pesar de su inocencia, y esperamos inútilmente que les dijera la palabra perdón. Sólo al final, sin estar demasiado seguro de haberse equivocado, dijo que estaba dispuesto a pagar por sus culpas.
Quizá dos veces Aponte no pague nada o muy poco por los crímenes que cometió. Fue lo suficientemente hábil para acogerse a la protección que ofrece la DEA a quienes delatan a sus compinches. Los demás juristas del hedor, esos que aún permanecen en sus cargos obedeciendo las órdenes de los maleantes que nos gobiernan, y los otros integrantes del Poder (IN) Moral, bien podrían ir pensando en seguir el mismo camino si es que quieren salvar sus pellejos del juicio que les espera y pronto.
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