Saturday, June 24, 2017

Editorial El Nacional: Calidad y cantidad

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¿De dónde habrá sacado Maduro la estrafalaria cifra de corredactores (540) encargados de poner morado el caldo refundacional de la república? Si no hubiera justificadas razones para poner en duda su conocimiento de la cultura helénica y los orígenes de la democracia, podría pensarse que tal número está inspirado en la Boulé, el consejo del Areópago, cuyos miembros en la época de Solón eran 400 y Clístenes elevó a 500.
No es verosímil tal supuesto; tampoco es plausible que un pajarito, ducho en historia de la Revolución francesa, le haya piado acerca del Conceil des Cinq-cents, como se denominó, por  motivo de cuantía, la cámara baja que sesionó durante el directorio. Tal vez alguno de sus áulicos le hizo saber  que ambos concilios eran electos mediante sufragio censitario, único mecanismo comicial que podría asegurarle al oficialismo el control de la tumultuaria merienda de comuneros con que los capitostes del PSUV y la FANB pretenden pagarse y darse el vuelto.
O, quizá, se trate de un guarismo cabalístico revelado por el oráculo del Cuartel de la Montaña. Sea cual fuese el origen de la quincentenaria cantidad, ¡hay que verle la cara a medio millar de deliberantes queriendo que se les escuche!
Si nos hemos extendido en los aspectos cuantitativos del mayoritariamente repudiado esperpento (des)comunal, que se dirían formales, es porque tienen que ver con el fondo del asunto: en derecho constitucional, el nicochavismo es ignaro e improvisa como hace en las cuestiones vinculadas con el Estado. Creen que pueden suplir su carencia de ideas multiplicando el número de pensadores. ¡Entren que caben cien, cincuenta parados y cincuenta de pie! Sí, cantidad contra calidad y ¡qué crezca el pilón!; tal es el basamento de su filosofía administrativa.
Y por eso no solo estamos como estamos, sino que, de no ponerle freno –todavía estamos a tiempo– al fraude prostituyente, el país involucionará indefectiblemente hacia una sociedad tribal dependiente de la caza y la recolección. No exageramos. Se avecina no más, sino lo peor de lo mismo.
Poner en manos de quienes destruyeron el aparato productivo, corrompieron la gestión pública y delegaron en los cubanos el manejo de áreas estratégicas para el país (seguridad y defensa) equivaldría a un suicidio nacional. ¿Qué puede esperarse de constituyentes como el amenazador Diosdado –¡Ortega tiene los días contados!–, la soberana del insulto, Delcy Rodríguez –sus vilipendios nos distanciaron de países amigos–, o del listo para todo y bueno para nada Aristonáutico Istúriz? ¿Qué decir de Iris Valera, Adán Chávez y Mario Silva? Nombre, lector, a los aspirantes de tres en tres o de diez en diez y se dará cuenta de que la misma miasma es.
Campeará, en ese circo, la arrogancia de la insolvencia intelectual, que es la peor de todas las arrogancias. Y si el contingente de incapaces, autoproclamado vanguardia, abandonó sus puestos para postularse a la constituyente porque se pondera como lo mejorcito, nos preguntamos: ¿Qué será de nuestros destinos, en estos días de advertencias y fanfarronadas, sujetos a las decisiones de una retaguardia que debe ser de lo peorcito?

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