Saturday, June 24, 2017

Nuestro primer vino de maíz, por Miro Popic

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El relato de la bebida en Venezuela está signado por un curioso determinismo histórico como fenómeno ajeno a nuestra voluntad, donde las condiciones en que se produce escapan a cualquier decisión razonada y todo parece curiosamente preestablecido, con el azar ausente, donde los porfiados hechos nos liberan de toda culpa.
Comenzó un día viernes del 3 de agosto de 1492, media hora antes de la salida el sol, cuando el Almirante Cristóbal Colón zarpó del puerto fluvial de Palos de la Frontera con sus tres naves y 129 tripulantes navegando el río Tinto rumbo a la mar océano. Para hacerlo más sencillo.
Si quien nos descubrió salió de un puerto llamado Palos surcando aguas alusivas al color del vino, nada de raro tiene que para un venezolano el irse de copas se defina como caerse a palos y el estar bebido como estar paloteado. Ni que el color de nuestra selección nacional de fútbol sea el del vino tinto.
No podemos culpar a Colón ni a los hispanos de haber introducido en el territorio las bebidas alcohólicas. Estas ya existían incluso desde antes de que se inventaran las arepas. Que se haya equivocado en su interpretación, es otra cosa, pero de que a todo el mundo le gustara echarse unos tragos de vez en cuando, de eso no hay duda.
En la bitácora de su tercer viaje, cuando toca por primera vez tierra firme continental, agradece que en su primer contacto "...
hicieron traer pan y de muchas maneras frutas y vino de muchas maneras blanco y tinto, más no de uvas: debe él de ser de diversas maneras, uno de una fruta y otro de otra... y parece que aquel que lo tenía lo traía por mayor excelencia y lo daba en gran precio".
Equivocadamente a ese primer trago en el nuevo continente lo llamó vino, aunque estaba consciente de que no era de uva, como el vino castellano que guardaba en las bodegas de sus naves, sino de alguna fruta o de una simiente que hace una espiga como una mazorca llamada maíz.
Más que vino, era algo parecido a lo que hoy llamamos cerveza, alcohol producido con la fermentación de un cereal.
Américo Vespucio, en su recorrido por las costas orientales de nuestro país, en 1499, tuvo oportunidad de navegar las aguas de la península de Paria y, en uno de esos desembarcos, cuenta que "nos dieron de beber tres suertes de vino, no de uvas, sino hecho con frutas como la cerveza, y era muy bueno".
Simón del Verde, amigo de la familia Colón, en una carta donde cuenta el tercer viaje del almirante, insiste en que encontraron en tierra firme, "una nación de mejor condición que las halladas hasta ahora; tienen viviendas buenas y cómodas, muchas comidas, y también vinos blancos y tintos, pero no de uvas".
Son abundantes y documentados los testimonios posteriores de los escribidores de Indias donde dan cuenta de la transformación del maíz en bebida alcohólica a la que eran aficionadas las grandes mayorías, no solo con fines ceremoniales sino simplemente como diversión y compensación por las amarguras de la vida.

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