AGUSTÍN BLANCO MUÑOZ | EL UNIVERSAL
viernes 8 de marzo de 2013 12:00 AM
Asistíamos a nuestra clase semanal sobre Problemas de Venezuela Actual en el Doctorado en Ciencias Sociales de la UCV, cuando nos llega el mensaje: Maduro está en cadena informando sobre la muerte de Chávez. Sobre esto hablábamos minutos antes cuando examinamos la reunión del equipo político y militar del régimen presidida por el vicepresidente en funciones de presidente.
Al calificar el discurso del funcionario, señalamos que toda la reunión parecía un réquiem o misa de difunto. Lamentablemente no nos equivocamos.
Y de inmediato surgió la interrogante sobre qué ocurriría en caso de su muerte. Planteamos que aun cuando es común que se produzcan alteraciones y saqueos, la existencia de una población tomada por el fanatismo y el miedo, sugería que por el momento nada pasaría.
Y que a esto ayudan otros muros de contención: el despliegue de fuerzas represivas y la existencia de una MUD en su gran mayoría interesada en la paz, que puede servir de plataforma para la realización de acuerdos y negociaciones para aumentar las posibilidades de hallar una salida pacífica a la situación de polarización que caracteriza el cuadro político actual.
Por estas razones se puede apostar que aquí en principio sólo habrá un simple cambio de imagen, de Chávez a Maduro, tal cual fue el deseo-petición de Chávez a la hora de su despedida del 08-12-12, cuando se dirigía a una nueva cirugía.
Señalamos también que a esta hora la sucesión presidencial había que considerarla a partir del dictamen del 09/01/13 del TSJ sobre continuidad administrativa. Y si el señor Maduro es a plenitud vicepresidente, es el llamado, en consecuencia, a ocupar la presidencia y luego presidir sus propias elecciones con su CNE a su entera disposición.
En este caso lo que interesa destacar es el contrapunteo que se presentó entre quienes adscriben esta posición, encabezados por Jaua, y quienes como Soto Rojas señalaron que la presidencia correspondía a Diosdado Cabello como presidente de la AN.
Demás está decir a la vez que la candidatura Maduro contaría con las mismas ventajas de que dispuso Chávez materializadas en el control total de las instituciones y el dominio sobre la mayor renta petrolera que se conoce en la historia de este expaís.
Difícil pensar, en consecuencia, en la posibilidad de la derrota de una maquinaria apuntalada por una gama extensa de ventajas que incluye un CNE adecuado a la trampa-fraude y el control de un aparato llamado de inclusión, sobre el cual se invierte un alto capital que garantiza un sinnúmero de voluntades-votos.
Pero la gran interrogante gira en torno a si se podrá mantener lo que se denomina revolución sin un líder que garantice la ascendencia a lo interno de la organización política y en la población en general. ¿Tiene Maduro las condiciones necesarias para imponer un liderazgo propio que dé continuidad al construido por su padre Chávez?
Es indispensable recordar que Chávez ya para 1998 se plantea el rescate del caudillismo tradicional. Frente a una llamada "Cuarta República" que había hecho un esfuerzo por reivindicar la civilidad y cambiar el viejo liderazgo militarista, surge ahora un movimiento que enfila su acción hacia la búsqueda de una plataforma para implantar una autocracia militarista bajo la guía de Fidel Castro.
Se conforma así un proceso regido y dirigido desde La Habana por los hermanos Castro y su G2. La campaña y los resultados del 7Oct-12 dan la medida de esta injerencia. En esta campaña el cáncer presidencial actúa materialmente como el jefe de la contienda. Se le utiliza como instancia para aumentar la conexión mágico-espiritual del caudillo con su pueblo.
Se mantiene así un liderazgo que logra aún conservar su dominio. Y a partir del manejo de su enfermedad, toma las medidas mínimas e indispensables para darle continuación al cuadro político que ha regido hasta el presente, hasta llegar a nombrar sucesor, en caso de falta absoluta o temporal.
Y es el momento en el cual se produce la máxima extensión y profundidad del mesianismo con una clara finalidad: suplir la posible ausencia del jefe único con el culto correspondiente.
Un trabajo planificado en los laboratorios políticos mayores de Venecuba, con la intensión de transmitir un mensaje que domine en la mente y espiritualidad de un pueblo-colectivo que vería en el sucesor la propia representación o continuación del héroe.
Por ello hoy este expaís está atrapado por el ciclo de un cáncer que se convirtió en entidad política hasta el punto de adquirir la jerarquía indispensable para ser puntal de un culto, que sea la base y fundamento de y para la permanencia de una tal revolución socialista del siglo XXI.
Chávez se presenta así como la síntesis del caudillismo que mantiene sumido a este expaís en el contexto del autoritarismo-mesiánico-providencial.
Pero este legado mítico-religioso, este culto y exaltación del héroe ¿puede servir en algo a un hombre de la talla de Maduro? ¿Dónde está la épica de Maduro para la promoción del mito?
¿Qué ascendencia puede tener un gobernante sin ningún poder o recurso proveniente del mundo mágico-religioso sobre un colectivo acostumbrado y tomado por lo mítico? ¿Podrá valerse de algún arma, que aún no conocemos, para forjar un nuevo liderazgo?
Por esto hemos mantenido que Chávez representa la síntesis del caudillo que se apoya en el contexto del autoritarismo-mesiánico providencial. Es el último autócrata del militarismo. Bien lejos los Maduro de esta figura.
Por ello, este gobernante, ya presidente encargado y en plena campaña para revalidar como titular, nos llevaría a situaciones mucho más duras que las conocidas debido en lo fundamental a la progresiva sequía económica dada la caída imparable de la producción y unas arcas que cada vez se llenan de más inflación, devaluación, deudas y todo tipo de quiebra sin que haya quien esté dispuesto a proporcionar la salvación. Nada fácil el tránsito que nos aguarda. ¡Qué historia amigos!
Al calificar el discurso del funcionario, señalamos que toda la reunión parecía un réquiem o misa de difunto. Lamentablemente no nos equivocamos.
Y de inmediato surgió la interrogante sobre qué ocurriría en caso de su muerte. Planteamos que aun cuando es común que se produzcan alteraciones y saqueos, la existencia de una población tomada por el fanatismo y el miedo, sugería que por el momento nada pasaría.
Y que a esto ayudan otros muros de contención: el despliegue de fuerzas represivas y la existencia de una MUD en su gran mayoría interesada en la paz, que puede servir de plataforma para la realización de acuerdos y negociaciones para aumentar las posibilidades de hallar una salida pacífica a la situación de polarización que caracteriza el cuadro político actual.
Por estas razones se puede apostar que aquí en principio sólo habrá un simple cambio de imagen, de Chávez a Maduro, tal cual fue el deseo-petición de Chávez a la hora de su despedida del 08-12-12, cuando se dirigía a una nueva cirugía.
Señalamos también que a esta hora la sucesión presidencial había que considerarla a partir del dictamen del 09/01/13 del TSJ sobre continuidad administrativa. Y si el señor Maduro es a plenitud vicepresidente, es el llamado, en consecuencia, a ocupar la presidencia y luego presidir sus propias elecciones con su CNE a su entera disposición.
En este caso lo que interesa destacar es el contrapunteo que se presentó entre quienes adscriben esta posición, encabezados por Jaua, y quienes como Soto Rojas señalaron que la presidencia correspondía a Diosdado Cabello como presidente de la AN.
Demás está decir a la vez que la candidatura Maduro contaría con las mismas ventajas de que dispuso Chávez materializadas en el control total de las instituciones y el dominio sobre la mayor renta petrolera que se conoce en la historia de este expaís.
Difícil pensar, en consecuencia, en la posibilidad de la derrota de una maquinaria apuntalada por una gama extensa de ventajas que incluye un CNE adecuado a la trampa-fraude y el control de un aparato llamado de inclusión, sobre el cual se invierte un alto capital que garantiza un sinnúmero de voluntades-votos.
Pero la gran interrogante gira en torno a si se podrá mantener lo que se denomina revolución sin un líder que garantice la ascendencia a lo interno de la organización política y en la población en general. ¿Tiene Maduro las condiciones necesarias para imponer un liderazgo propio que dé continuidad al construido por su padre Chávez?
Es indispensable recordar que Chávez ya para 1998 se plantea el rescate del caudillismo tradicional. Frente a una llamada "Cuarta República" que había hecho un esfuerzo por reivindicar la civilidad y cambiar el viejo liderazgo militarista, surge ahora un movimiento que enfila su acción hacia la búsqueda de una plataforma para implantar una autocracia militarista bajo la guía de Fidel Castro.
Se conforma así un proceso regido y dirigido desde La Habana por los hermanos Castro y su G2. La campaña y los resultados del 7Oct-12 dan la medida de esta injerencia. En esta campaña el cáncer presidencial actúa materialmente como el jefe de la contienda. Se le utiliza como instancia para aumentar la conexión mágico-espiritual del caudillo con su pueblo.
Se mantiene así un liderazgo que logra aún conservar su dominio. Y a partir del manejo de su enfermedad, toma las medidas mínimas e indispensables para darle continuación al cuadro político que ha regido hasta el presente, hasta llegar a nombrar sucesor, en caso de falta absoluta o temporal.
Y es el momento en el cual se produce la máxima extensión y profundidad del mesianismo con una clara finalidad: suplir la posible ausencia del jefe único con el culto correspondiente.
Un trabajo planificado en los laboratorios políticos mayores de Venecuba, con la intensión de transmitir un mensaje que domine en la mente y espiritualidad de un pueblo-colectivo que vería en el sucesor la propia representación o continuación del héroe.
Por ello hoy este expaís está atrapado por el ciclo de un cáncer que se convirtió en entidad política hasta el punto de adquirir la jerarquía indispensable para ser puntal de un culto, que sea la base y fundamento de y para la permanencia de una tal revolución socialista del siglo XXI.
Chávez se presenta así como la síntesis del caudillismo que mantiene sumido a este expaís en el contexto del autoritarismo-mesiánico-providencial.
Pero este legado mítico-religioso, este culto y exaltación del héroe ¿puede servir en algo a un hombre de la talla de Maduro? ¿Dónde está la épica de Maduro para la promoción del mito?
¿Qué ascendencia puede tener un gobernante sin ningún poder o recurso proveniente del mundo mágico-religioso sobre un colectivo acostumbrado y tomado por lo mítico? ¿Podrá valerse de algún arma, que aún no conocemos, para forjar un nuevo liderazgo?
Por esto hemos mantenido que Chávez representa la síntesis del caudillo que se apoya en el contexto del autoritarismo-mesiánico providencial. Es el último autócrata del militarismo. Bien lejos los Maduro de esta figura.
Por ello, este gobernante, ya presidente encargado y en plena campaña para revalidar como titular, nos llevaría a situaciones mucho más duras que las conocidas debido en lo fundamental a la progresiva sequía económica dada la caída imparable de la producción y unas arcas que cada vez se llenan de más inflación, devaluación, deudas y todo tipo de quiebra sin que haya quien esté dispuesto a proporcionar la salvación. Nada fácil el tránsito que nos aguarda. ¡Qué historia amigos!
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