OSWALDO PÁEZ-PUMAR | EL UNIVERSAL
lunes 11 de marzo de 2013 12:00 AM
Podría ser motivo de risa por lo estúpido. Sin embargo no lo debe ser por lo pérfido. Que el alto mando militar se permita afirmar que el cáncer presidencial que lo condujo a la muerte es el resultado de la acción de una "potencia extranjera" para contagiarle el mal, al mismo momento cuando el usurpador encargado se lo atribuye a su sufrimiento por el pueblo, no tiene otra explicación que la de fomentar en toda la población capaz de tragar semejante emplasto, simpatizantes o no del difunto, el rencor contra los perpetradores de tal hecho.
Se hace también evidente el desprecio que por el pueblo al cual se le dirige ese mensaje tienen los que lo formularon y lo difunden. Es el resultado de eso que se ha dado en llamar "sala situacional". Dada una determinada situación de hecho, como la muerte por cáncer del presidente, se reúnen los dirigentes políticos con expertos en psicología social para determinar qué se puede hacer para sacarle provecho político a ese hecho. Nada menos que al hecho de la muerte de la persona de quien se dicen seguidores.
También está presente el concepto goebbeliano de la mentira mil veces repetida que se convierte en verdad, que es un segundo modo de despreciar al pueblo, al cual se le saturó con esa información y se le seguirá saturando para tenerlo atado al credo de la mentira, que le permite a los propagadores contar con seguidores que pasan de la condición de seres humanos a la de animales domesticados.
El anuncio de la presentación de la prueba de lo que se afirma, es parte del manejo previsto en la "sala situacional goebbeliana". No hay prueba alguna de tan patrañezca afirmación, pero sí la decisión de anunciarla con igual o mayor despliegue que el hecho mismo, porque así servirá para que muchos crédulos aseguren mañana que se presentaron las pruebas. Triple nivel de desprecio al pueblo.
El tiempo de la mentira es como la aceleración de un vehículo sin frenos en una bajada. Desde que el presidente salió para Cuba a someterse a una operación las mentiras sobre su estado de salud fueron en aumento: fotos con las hijas, firmas escaneadas, el anuncio de una sesión de trabajo de donde salió la designación de Jaua como ministro. Cada mentira menor se tapa con una mayor.
Se hace también evidente el desprecio que por el pueblo al cual se le dirige ese mensaje tienen los que lo formularon y lo difunden. Es el resultado de eso que se ha dado en llamar "sala situacional". Dada una determinada situación de hecho, como la muerte por cáncer del presidente, se reúnen los dirigentes políticos con expertos en psicología social para determinar qué se puede hacer para sacarle provecho político a ese hecho. Nada menos que al hecho de la muerte de la persona de quien se dicen seguidores.
También está presente el concepto goebbeliano de la mentira mil veces repetida que se convierte en verdad, que es un segundo modo de despreciar al pueblo, al cual se le saturó con esa información y se le seguirá saturando para tenerlo atado al credo de la mentira, que le permite a los propagadores contar con seguidores que pasan de la condición de seres humanos a la de animales domesticados.
El anuncio de la presentación de la prueba de lo que se afirma, es parte del manejo previsto en la "sala situacional goebbeliana". No hay prueba alguna de tan patrañezca afirmación, pero sí la decisión de anunciarla con igual o mayor despliegue que el hecho mismo, porque así servirá para que muchos crédulos aseguren mañana que se presentaron las pruebas. Triple nivel de desprecio al pueblo.
El tiempo de la mentira es como la aceleración de un vehículo sin frenos en una bajada. Desde que el presidente salió para Cuba a someterse a una operación las mentiras sobre su estado de salud fueron en aumento: fotos con las hijas, firmas escaneadas, el anuncio de una sesión de trabajo de donde salió la designación de Jaua como ministro. Cada mentira menor se tapa con una mayor.
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