JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO) | EL UNIVERSAL
viernes 8 de marzo de 2013 12:00 AM
Intento escribir mientras, en cadena nacional, transmiten el cortejo fúnebre de Hugo Chávez. ¡Quién diría que seríamos testigos de una noticia como ésta? Chávez el eterno. El que aseguraba que se quedaría en el poder "hasta el 2000 siempre". Con su muerte, por ahora, hay algunos anuncios, ninguno de ellos más allá de lo que las exequias de un personaje de su investidura exige: siete días de duelo nacional, clases suspendidas, velatorio en la Academia Militar, funerales con honores de Jefe de Estado previstos para este viernes, mandatarios de otras naciones que llegaron para rendirle tributo. Ante lo irremediable, Jaua anuncia la falta absoluta, ratifica a Maduro como Presidente encargado y menciona que en 30 días tendremos elecciones. ¡Llegaron los idus de marzo a Venezuela!
La historia de los idus de marzo me viene a la mente y no por casualidad. La popularidad de la fecha -que según el calendario romano correspondía al decimoquinto día del mes de Martius, y eran días de buenos augurios- se debe a que Julio César fue asesinado en el idus de marzo del año 44 a.C. Cuenta Plutarco que César había sido avisado del peligro, pero había desestimado el vaticinio. Un vidente le dijo del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo. Ese día, cuando Julio César iba al Senado, encontró al adivino y riendo le dijo: "los idus de marzo ya han llegado"; a lo que el vidente contestó compasivamente: "sí, pero aún no han acabado". Marzo apenas está comenzando.
Tras el anuncio de la muerte de Chávez, me sorprendo ante las noches de auto toque de queda que se han impuesto los venezolanos, las colas inmensas en las estaciones de servicio para poner gasolina, la cautela con la que están abriendo algunos negocios por temor a ser saqueados. Percibo nerviosismo y miedo. La incertidumbre se posa aún más, como una nube negra, sobre nuestro país. Llegaron los idus de marzo; pero, no creo que estén cargados de buenos augurios. El líder de esta pseudorrevolución murió. Desde hace mucho que ya no estaba. Y comienzo a ver lo que en tantas otras oportunidades advertí: el surgimiento del Chávez supraterrenal y omnipresente que seguirá rigiendo los destinos del país, ¡quién sabe por cuánto tiempo más!
Chávez muere siendo Presidente. No se juramentó, nunca lo hizo. Pero, las artimañas de sus instituciones lo ratificaron y refrendaron. Y al cogollo chavista le convenía que así fuera. La sentencia del Tribunal Supremo de Justicia preparó el escenario de lo que hoy estamos viviendo. Y sin embargo, esa no es garantía de estabilidad. Seguimos sin saber qué va a pasar. Ojalá logremos hacer valer lo que establece la Constitución; esa que los chavistas moldean e interpretan según sus necesidades.
Porque, me pregunto: ¿puede ser Maduro candidato a la Presidencia siendo el Presidente encargado que hoy Jaua ratifica? Estoy convencido que no y que así lo establece alguno de los artículos de nuestra Carta Magna; pero, el apoyo a su candidatura arrancó desde el mismo 8 de diciembre, última vez que escuchamos a Chávez. El día que el presidente reelecto, le entregó el testigo y ungió de candidato a su delfín.
¿Qué va a pasar después de que Chávez reciba cristiana sepultura y el dolor de quienes lo aman vaya cediéndole paso a la realidad? Maduro, desde hace rato, desde diciembre está en campaña. Incluso en pleno funeral está en campaña. Pero si hay algo que destaca en el Maduro candidato es su falta de credibilidad. No la tiene. Hoy el pueblo chavista está concentrado a su lado; pero, no por él. Maduro destila odio en sus palabras, en sus discursos y en sus incoherencias. Mintió descaradamente cada vez que aseguró que Chávez, convaleciente, grave, quizá hasta inconsciente y moribundo, dirigió extenuantes consejos de ministros desde el nosocomio donde estaba recluido. Esa mentira, hasta para el chavista más radical, fue muy difícil de tragar.
¿Convencerá Maduro a ese pueblo chavista que hoy llora, con tristeza auténtica, la partida de su líder? ¿Podrá Chávez convencerlos, incluso desde el más allá, que es Maduro el investido para seguir conduciendo los destinos de la revolución? ¿Son esos mismos ministros a quienes Chávez se cansó de señalar durante su reciente campaña electoral como los culpables de todo lo malo que habían tenido sus gobiernos anteriores los que convencerán a los electores de que están en capacidad de conducir al país?
Durante estos tres últimos meses, hicieron el experimento del chavismo sin Chávez; pero, de alguna manera u otra, la figura del comandante seguía presente. ¿Y ahora que ya no está? Porque ahora es verdad. Y no les quedó más remedio que asumir que ya no está. ¿Logrará Maduro imponerse y demostrar que se puede poner el traje del difunto comandante sin ir perdiendo adeptos en el intento? El chavismo meterá la sobremarcha en las elecciones y utilizará el dolor de quienes aman a Chávez como campaña para lograr que el duelo se materialice en votos.
La historia de los idus de marzo me viene a la mente y no por casualidad. La popularidad de la fecha -que según el calendario romano correspondía al decimoquinto día del mes de Martius, y eran días de buenos augurios- se debe a que Julio César fue asesinado en el idus de marzo del año 44 a.C. Cuenta Plutarco que César había sido avisado del peligro, pero había desestimado el vaticinio. Un vidente le dijo del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo. Ese día, cuando Julio César iba al Senado, encontró al adivino y riendo le dijo: "los idus de marzo ya han llegado"; a lo que el vidente contestó compasivamente: "sí, pero aún no han acabado". Marzo apenas está comenzando.
Tras el anuncio de la muerte de Chávez, me sorprendo ante las noches de auto toque de queda que se han impuesto los venezolanos, las colas inmensas en las estaciones de servicio para poner gasolina, la cautela con la que están abriendo algunos negocios por temor a ser saqueados. Percibo nerviosismo y miedo. La incertidumbre se posa aún más, como una nube negra, sobre nuestro país. Llegaron los idus de marzo; pero, no creo que estén cargados de buenos augurios. El líder de esta pseudorrevolución murió. Desde hace mucho que ya no estaba. Y comienzo a ver lo que en tantas otras oportunidades advertí: el surgimiento del Chávez supraterrenal y omnipresente que seguirá rigiendo los destinos del país, ¡quién sabe por cuánto tiempo más!
Chávez muere siendo Presidente. No se juramentó, nunca lo hizo. Pero, las artimañas de sus instituciones lo ratificaron y refrendaron. Y al cogollo chavista le convenía que así fuera. La sentencia del Tribunal Supremo de Justicia preparó el escenario de lo que hoy estamos viviendo. Y sin embargo, esa no es garantía de estabilidad. Seguimos sin saber qué va a pasar. Ojalá logremos hacer valer lo que establece la Constitución; esa que los chavistas moldean e interpretan según sus necesidades.
Porque, me pregunto: ¿puede ser Maduro candidato a la Presidencia siendo el Presidente encargado que hoy Jaua ratifica? Estoy convencido que no y que así lo establece alguno de los artículos de nuestra Carta Magna; pero, el apoyo a su candidatura arrancó desde el mismo 8 de diciembre, última vez que escuchamos a Chávez. El día que el presidente reelecto, le entregó el testigo y ungió de candidato a su delfín.
¿Qué va a pasar después de que Chávez reciba cristiana sepultura y el dolor de quienes lo aman vaya cediéndole paso a la realidad? Maduro, desde hace rato, desde diciembre está en campaña. Incluso en pleno funeral está en campaña. Pero si hay algo que destaca en el Maduro candidato es su falta de credibilidad. No la tiene. Hoy el pueblo chavista está concentrado a su lado; pero, no por él. Maduro destila odio en sus palabras, en sus discursos y en sus incoherencias. Mintió descaradamente cada vez que aseguró que Chávez, convaleciente, grave, quizá hasta inconsciente y moribundo, dirigió extenuantes consejos de ministros desde el nosocomio donde estaba recluido. Esa mentira, hasta para el chavista más radical, fue muy difícil de tragar.
¿Convencerá Maduro a ese pueblo chavista que hoy llora, con tristeza auténtica, la partida de su líder? ¿Podrá Chávez convencerlos, incluso desde el más allá, que es Maduro el investido para seguir conduciendo los destinos de la revolución? ¿Son esos mismos ministros a quienes Chávez se cansó de señalar durante su reciente campaña electoral como los culpables de todo lo malo que habían tenido sus gobiernos anteriores los que convencerán a los electores de que están en capacidad de conducir al país?
Durante estos tres últimos meses, hicieron el experimento del chavismo sin Chávez; pero, de alguna manera u otra, la figura del comandante seguía presente. ¿Y ahora que ya no está? Porque ahora es verdad. Y no les quedó más remedio que asumir que ya no está. ¿Logrará Maduro imponerse y demostrar que se puede poner el traje del difunto comandante sin ir perdiendo adeptos en el intento? El chavismo meterá la sobremarcha en las elecciones y utilizará el dolor de quienes aman a Chávez como campaña para lograr que el duelo se materialice en votos.
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