Monday, June 19, 2017

Alberto Arteaga Sánchez: Cross: sacrificado en “Los Verdes”

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La crónica de la crueldad en Venezuela tiene que relatar entre sus historias la trágica muerte de Cross, fiel compañero de Mariana Hernáiz, asesinado por el disparo certero de un funcionario, sin otro motivo que su reacción amigable de ladrar ante la actuación ilegal del ingreso arbitrario a una vivienda sin orden judicial y sin que se estuviera cometiendo un delito.

No se trata de una simple anécdota. Estoy seguro de que las imágenes de Mariana con su perro en brazos, víctima de una bala asesina, se han quedado grabadas en la conciencia del venezolano.

La violencia, cuando se desata, no conoce límites y cuando se asocia con quienes detentan el poder es capaz de generar los más repudiables signos de crueldad que pueden esconderse en lo más profundo y primitivo de un ser humano.

El episodio de Los Verdes, objetivo de guerra de cuerpos de “seguridad del Estado”, desplegados con todo su armamento contra los habitantes indefensos de unos edificios residenciales de la clase media de Caracas, impone las más serias reflexiones.

La violencia represiva, expresión del odio que se ha sembrado en los últimos años y que se ejerce sin medida alguna, debe ser contenida y sancionados sus responsables.

No se trata del uso desproporcionado de la fuerza. Se trata de su empleo criminal que cada día cobra más víctimas y que genera nuevos hechos violentos que pugnan por exhibir su lujo de maldad. Esto es ajeno a los sentimientos del venezolano. Hemos sido y somos un pueblo pacífico, que resuelve sus conflictos, inclusive al margen de organismos formales,  apelando al entendimiento entre hermanos. La crueldad con los niños y animales nos es absolutamente extraña y estoy seguro de que la imagen de la adolorida Mariana y su fiel compañero ha golpeado el sentimiento venezolano.

Un reconocido médico psiquiatra ha sentenciado, con toda razón, que dispararle a un animal puede ser expresión de un comportamiento psicopático que, en otras palabras, constituye la muestra de una sociedad desquiciada, perdida en su rumbo y en sus valores, capaz de generar crímenes horrendos que no pueden quedar sin sanciones adecuadas. La crueldad con los animales, sin duda, expresa la capacidad de dañar de un ser humano exacerbada por una sociedad sin ley.

Ha llegado la hora de poner fin a la violencia; ha llegado el momento de hacer desaparecer las señales de odio, de venganza y de ensañamiento que constituyen la expresión de un país hundido en el foso de la confusión,  sometido  a las más intolerables condiciones de necesidad y de absoluta desconfianza en las instituciones.

Darle muerte a un indefenso animal es un hecho que merece el repudio colectivo que debe estar atormentando a los ejecutores de órdenes que solo se afincan en la arbitrariedad de quienes han perdido el apoyo del pueblo y solo les queda el ejercicio más descarnado de un poder carente de todo respaldo moral y ciudadano.


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