Thursday, June 1, 2017

Editorial El Nacional: La velocidad de las rectoras

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Las rectoras del CNE, con Tibisay Lucena a la cabeza, han tratado de distinguirse por las explicaciones técnicas. Cuando resuelven comparecer ante la opinión pública, se detienen en los detalles del reglamento electoral y no se cansan de anunciarse como sus celosas vigilantes. Quieren que las veamos como custodias de los lapsos legales, de las formas escrupulosas de votar, de las presiones que se deben evitar para que todo marche con la debida limpieza e incluso de cómo se deben hacer las colas en paz cuando debemos los ciudadanos ejercer el sagrado deber.
Ese sagrado deber está garantizado, independientemente de la escogencia del elector, si nos atenemos al discurso de las locuaces jefas del organismo electoral. Parecen catedráticas de legalidad y honestidad.
Pero, ¿han convencido a alguien con semejante cotorrería? Tal vez algunas de esas supuestas preocupaciones de pulcritud, de cumplimiento de fechas y de verificación de identidades haya tranquilizado a los más incautos, pero se trata de una soberana desfachatez. ¿Por qué? La respuesta es sencilla si se compara, por ejemplo, la meticulosidad y la pachorra que observaron cuando la oposición quiso revocar a Maduro, con la velocidad que ahora han insuflado para saltarse sus propias alcabalas cuando el mismo Maduro les pide que le pongan en la mesa los platos, las copas, el tenedor y el cuchillo para el banquete constituyente al cual nos han invitado de manera sorpresiva.
No importa que se trate de una invitación inesperada. Mucho menos interesa que el ágape del dictador no encuentre soporte legal porque realmente depende solo de sus agallas y de sus miedos. Tampoco interesa que la inmensa mayoría de los venezolanos se oponga al insólito desenlace. También carece de relevancia para ellas, por supuesto, que la gente llene las calles de toda Venezuela para clamar por la salida del dictador y del horrendo régimen que preside.
Para las reptiles del CNE son detalles nimios, aspectos triviales que las levantan de la mullida cama en la que retozan cuando la oposición quiere ponerlas a trabajar. Conectan el despertador, madrugan, se lavan la cara para tapar las arrugas y se ponen a trabajar para complacer al patrón.
Entonces los tecnicismos se guardan en la gaveta, las listas de electores miradas antes con lupa ni siquiera merecen un vistazo, las cédulas de identidad no requieren mayor revisión, los papeles que llegan de los estados pueden dormir el sueño de los justos y el tiempo del evento electoral, sometido antes a un almanaque infinito, se vuelve asunto de un par de meses, a lo sumo.
Pero perdonen, respetados lectores, olvidamos decir que, mudas desde la víspera y sin argumentos para la televisión, después de salir de su alcoba en la mañanita y apenas llegando a la oficina, después de asegurarse de que han encerrado el civismo bajo siete llaves, las rectoras se visten de mesoneras para que nada falte en el condumio del dictador.

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