Cuando los momentos fundamentales de la historia de un país se asoman con toda nitidez en el horizonte, entonces la impaciencia y la duda entran en un juego de sombras y misterios extremadamente doloroso. La cercanía de un triunfo hace que las horas se alarguen regocijándose en nuestra angustia, en la inesperada jugarreta que la camarilla civil y militar siempre tiene como una carta bajo la manga para desviar el curso de la victoria y afianzarse por un tiempo más en el pillaje del poder.
Ha sido un largo y amargo camino el que los venezolanos han tenido que recorrer no solo para rescatar al país de su inmediato derrumbe, de las garras del narcotráfico y de la dictadura más cruel y ladrona que nos ha tocado vivir, sino de la falta de futuro y de la ausencia de esperanzas, de la inmoralidad más abyecta y de la mediocridad ética impropia de una Venezuela que se merecía y se merece una nueva oportunidad para lograr la felicidad de sus ciudadanos.
No conocemos todavía las profundidades de este daño material y moral cuyas consecuencias no alcanzamos siquiera a proyectar en el corto y mediano plazo. No sabemos hasta dónde llega la destrucción, el robo descarado de nuestras riquezas y la gigantesca traición que un grupo de aventureros se atrevieron a cometer hincándole el diente al tesoro público, acumulando riquezas en sus cuentas personales en el exterior, practicando el asesinato y la complicidad judicial, persiguiendo a quienes valientemente se oponían a convertirse en hampones que atracaban a la luz del día a su propio país.
Lo que nunca imaginaron es que Venezuela es un país de valientes, de gente con coraje y arrojo, de un amor por la democracia que raya en la obsesión y la entrega total. Hace poco lo decía un general chavista al analizar el curso de los acontecimientos y del comportamiento heroico de nuestros demócratas, de los jóvenes estudiantes y de la nueva generación de líderes que no solo reinventan el lenguaje y la praxis política que muchos creían hundidas en el pantano. Enhorabuena se equivocaron estruendosamente sus críticos y los decrépitos pesimistas de larga data.
Acostumbrados a descalificar a la gente joven, a las mujeres, a los intelectuales y a las minorías que exhibían su diversidad sexual, hoy han tenido que callar porque el coraje y la valentía no es propiedad de nadie. Si bien la multitud de jóvenes que se juegan la vida en las manifestaciones, porque salir a la calle y protestar es desafiar a la muerte y los disparos cobardes de la Guardia Nacional contra gente desarmada, nadie ha retrocedido, nadie ha desertado y más bien exhiben un desplante ante el peligro.Tiene razón el Pollo Carvajal al decir que el gesto que más lo impacta es la ausencia de miedo a la muerte entre los jóvenes. Si eso ocurre es porque el objetivo final es lo suficientemente heroico para ofrendar la vida. Ello indica que, de múltiples y hermosas maneras, la vida es despreciable si un mediocre como Nicolás Maduro dirige nuestras pobres vidas. La esperanza está en liberar al Estado del lazo cruento que el crimen organizado tiene en el seno de nuestras vidas.
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