Alonso Moleiro
En medio de una grave crisis de opinión, alimentada con mucho por sus propias falencias, se ha concretado en estos días la formación del nuevo equipo dirigente de la Mesa de la Unidad Democrática.
Se ha diseñado un nuevo esquema de trabajo; se ha procurado alimentar la conexión entre los dilemas de la sociedad civil y las urgencias de la política. José Luis Cartaya será ahora el Coordinador General, cargo con más urgencias administrativas que declarativas. Se afirma que se procurará mejorar las áreas de articulación interna, una de las grandes materias pendientes.
A Cartaya lo acompañará un equipo que intenta reforzar el poder y la visión de mando unitaria. Ángel Oropeza, Alfredo Padilla, Tinedo Guía y Roberto Picón en las Secretarías Política, Social y Técnica. Se trata de personas muy cualificadas, que están haciendo un tremendo esfuerzo personal en este difícil contexto, sin otra apetencia que el cambio democrático y la restitución de la soberanía popular.
El éxito de la nueva estructura de la MUD dependerá, por supuesto, de una circunstancia elemental: que el aparato prenda. Que se produzca la combustión de los partidos con las organizaciones sociales, que se reactive el poder de convocatoria con las masas y que se tomen decisiones acertadas. Son escenarios que van a llegar; aunque ahora se ven borrosos. Hay mucho trabajo por hacer. Los errores cometidos en la última parte de 2016 están pesando una enormidad en las vidas de todos.
Ramón Guillermo Aveledo y Jesús “Chúo” Torrealba fueron, cada uno a su manera, con lo bueno y lo malo, dos excelentes Secretarios Ejecutivos. El primero, con su prestigio y autoridad, formalizó unos procedimientos internos que todos respetan y a los cuales todo el mundo ha tenido que atenerse, y promovió un importante trabajo en materia programática, la respuesta perfecta a los frívolos que todavía afirman que “la oposición no tiene proyecto de país”. Torrealba tuvo un excelente desempeño en el debate de opinión y dotó a la Secretaría Ejecutiva de un dinamismo social que entonces lucía muy necesario.
El problema de la MUD no reside en su Secretaría Ejecutiva, un cargo que, hasta el momento, tiene menos atribuciones de lo que muchos se imaginan. El problema de la Mesa consiste en que los partidos tienen que decidirse a arrimarle el hombro para dotarla de consistencia. Ceder algo de “soberanía” en función de las instancias unitarias; consolidar la disciplina interna de la Unidad como valor compartido.
La verdad es que, durante lo que va de década, la dirigencia fundamental de la MUD no quiso salir de la zona de confort. Se escogieron instancias unitarias débiles y siempre hubo renuencia a aceptar los retos políticos extra-electorales, bajo la presunción de que las consultas con su inercia limpiarían el panorama.
Para triunfar en unas elecciones primero será necesario obligar al chavismo a organizarlas. De ese tamaño es el reto actual.
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