Friday, July 21, 2017

Editorial El Nacional: El uniforme y la deshonra

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Llegar a ministro, ascender a general, recibir todas las condecoraciones posibles sin llegar siquiera a entrar en combate con el enemigo, es una de las rarezas de nuestras fuerzas armadas. Puede parecer una exageración, pero muchos de los jóvenes dirigentes de la izquierda en los años sesenta y setenta (algunos de ellos han llegado en este gobierno al rango de ministros, embajadores y parlamentarios) han combatido en muchas más ocasiones que los setenta y tantos generales que cada año son ascendidos sin mayores méritos que el haber tenido la suerte de pertenecer a una promoción  encabezada por un amigo del jefe del Estado o de uno de los tantos carga maletines de Chávez.
Hasta eso se ha venido abajo, el ascenso por méritos logrados durante la carrera, los estudios, los cargos y las responsabilidades cumplidas en bien de la República. No en vano a la Fuerza Armada siempre se le ha calificado en las encuestas como una de las instituciones que mejor nos representan y merecen nuestro apoyo y respeto. Hoy lamentablemente ya no es así, para desgracia de aquellos oficiales que se han ganado con estudios, constancia y disciplina un merecido ascenso.
Por ejemplo, cuáles son los méritos del ministro de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, el general Reverol, para estar al frente de un despacho fundamental para la tranquilidad y la seguridad de los venezolanos cuando, como es doloroso comprobar, cada día hay más crímenes atroces, el hampa ha crecido desmesuradamente y el narcotráfico gobierna buena parte de nuestras vidas. Los ciudadanos le temen más a los policías que a los ladrones, la Guardia Nacional y la Policía Nacional Bolivariana tienen en su deshonroso haber el asesinato de decenas de personas desarmadas.
¿Qué siente un soldado disparándole a un civil que no significa militarmente un mínimo peligro para su integridad física? ¿No es ese acto un hecho deshonroso, cobarde y cruel de alguien que ha perdido cualquier respeto por la vida de un ser humano? ¿Puede sentirse orgulloso un general de que uno de sus subalternos asesine a una persona desarmada? ¿No está convirtiendo en héroe a un soldado que comete un crimen? ¿No le está dando una libertad para actuar por encima de la ley y de los derechos humanos?
En la serie de manifestaciones pacíficas que se han llevado a cabo en estos últimos meses en Venezuela nos hemos encontrado ante una actitud permanente de parte de las “fuerzas del orden” de saltarse cualquier impedimento, no solo para imponer la violencia sino para asesinar a civiles desarmados sin que por ello sufran castigo alguno. Es más, como hemos visto con asombro y horror, el señor Maduro ha premiado, condecorado y felicitado a quienes con su actuación salvaje y brutal le hacen un inmenso daño no solo a la sociedad civil sino a la misma institución armada.
Que alguien en el colmo de su locura se comporte como un dictador no significa que le debemos respeto alguno al no estar a la altura de lo que  la Constitución le exige a un mandatario. Por el contrario, corresponde al conjunto de los poderes frenar tales comportamientos y obligarlo a que respete las normas democráticas y que se exima de utilizar  a la Fuerza Armada como un cuerpo represivo.

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