Saturday, July 22, 2017

Editorial El Nacional: Reír de último

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A estas alturas de la larga y dolorosa penitencia que está pagando el venezolano por haber pactado con el demonio populista, cometiendo mortal pecado de lesa libertad, podríamos afirmar que nada nos asombra de parte de un régimen que patalea para no ahogarse, pues ignora cómo nadar en las aguas de la convivencia democrática. No extraña, entonces, que la gobernante pandilla milicivil suponga que, ignorando la rebelión en su contra y borrando de su calendario fechas como el 16 y el 20 de julio, podrá contar con que el país  le acompañará en sus despropósitos y se entusiasmará con sus sandeces, aunque ello implique ignorar la realidad y  prodigar quiméricas ofertas.
Negar lo evidente y prometer lo inverosímil. A este par de imposibilidades ha reducido su discurso el oficialismo en general y Maduro en particular; sin embargo, de un tiempo a esta parte, las palabras no son suficientes para sintonizar con la poca gente que todavía espera que algo le toque del menguado botín.
De allí el baile, las carcajadas y las morisquetas con que el jefecillo civil compensa sus irregularidades sintácticas y su deplorable prosodia. Carente de dotes para la ironía, ensaya con el sarcasmo –“ironía que ha perdido el alma”– y recala irremediablemente en la cómica vulgaridad del bufón.
Así, ha pretendido escarnecer el paro cívico que, a pesar de la brutal escalada represiva –con saldo lamentable de 3 muertos, para elevar a 100 la cifra de asesinatos perpetrados por el hampa uniformada, al menos 15 heridos y 400 detenidos–, del chantaje a los empleados públicos y de la extorsión a los beneficiarios del asistencialismo misionero, paralizó a la casi totalidad del país. Se burló de la convocatoria y sostuvo que la daban risa sus resultados.
A juzgar por lo que dice y como lo hace, antes de toparse con Marxismo para principiantesEl socialismo en 10 lecciones u otros manuales similares, Nick, el afortunado debió ser un empedernido lector de comiquitas y de Selecciones del Reader’s Digest. Abrevando en las páginas de este magazine, supo que la risa era remedio infalible contra la tristura, pero no aprendió a disimular que, cuando se ríe para no llorar, el ja-ja-ja debe ser convincente y no delatar que se resuella por la herida.
Nicolás quedó en pelotas con su ridículo y poco convincente menosprecio de la repulsa que lo atosiga. Sus desplantes a lo Bucaram son patética demostración de su carencia de argumentos. Se aferra peligrosamente al descabellado e inconstitucional proyecto de una asamblea nacional constituyente, de índole corporativista y sesgo comunal, para prolongar un mandato objetado por lo dubitativo de su origen e ilegitimado por lo arbitrario de su ejercicio.
La de Maduro es la inconfundible risa nerviosa de quien, alarmado por lo que sucede en torno suyo, no puede disimular su inquietud y desasosiego. Hilaridad peligrosa que puede ser fatal. Hay que tener cuidado con la mofa. Se cuenta que el filósofo Crispo murió de risa dándole de beber vino a su burro. Y es bueno tener presente que ríe mejor quien lo hace de último.

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