Wednesday, July 12, 2017

Editorial El Nacional: Sin tinta, pero indeleble

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La verdad es que si no se tienen dedos no hace falta tinta. Serán tan pocos, pero tan pocos, los que se animarán a convalidar el fraude constituyente inventado por Nicolás Maduro, que no vale la pena gastar esfuerzos en su identificación. Solo tenerlos un rato largo en la cola, para que se vea gentecita, ni mucho ni poco, y después sacar las cuentas según la conveniencia del patrón y dictador.
Ni siquiera porque se quiere obligar a los empleados públicos para que actúen  como cómplices de una ilegalidad sin nombre, serán numerosos los que se animarán a formar parte de la narcocomparsa madurista. Nadie se querrá retratar en ese grupo, por asuntos relacionados con la integridad y la vergüenza.
Pero el punto radica en que el Consejo Nacional Electoral obvió el requisito de la tinta indeleble para asegurar aquello de “una persona, un voto”. Seguramente por la falta de personas, como ya dijimos, pero también porque permitiría una manipulación incontrolada de electores.
Se le podrá dar vueltas a la misma cola, para llenar las estadísticas y proclamar más tarde un respaldo arrollador. Tal como están las cosas, hasta se pudo evitar la formalidad de las filas de electores presentando su cédula de identidad, no en balde se trata de obviar la realidad y seguir destrozando la legalidad para complacer a Nicolás Maduro.
No hay tinta indeleble porque no hay electores, se puede suponer, pero también porque existen mecanismos más expeditos y familiares, más seguros para la supervisión de la clientela, como pedir que cada incauto presente el carnet de la patria o un certificado de ser beneficiario del CLAP. Así la cosa queda entre la parentela más leal y se les ahorra trabajo a las impresentables señoronas del CNE, quienes se han puesto a trabajar a deshora porque el jefe tuvo la descabellada idea de acabar con la mejor Constitución del mundo para hacer una nueva a su medida, es decir, grandota e inútil.
Así todo se hace de la manera más sencilla, de una manera que permitirá ofrecer resultados y “tendencias irreversibles” a las 3:00 de la tarde sin necesidad de ponerse a mirar en la pantalla la baranda de la oficina electoral. Así se marchan temprano a la celebración de Miraflores, montadas en escobas voladoras, la señora Tibisay y sus compañeras de directiva. A descansar, como merecen después de un operativo puesto en marcha en tiempo récord para asombro de la humanidad y de los dictadores del resto del mundo.
Todo está tan cantado, tan manipulado, tan  alejado de las sorpresas, que el hecho de que se haya descartado el uso de la tinta indeleble para la adecuada identificación de los electores, para que no se le vean más remiendos a la tela, no importa para nada. Nadie se va a sorprender por el descaro. Nadie perderá el sueño, especialmente después de la demostración masiva y contundente de apoyo que dará la sociedad al plebiscito convocado para el domingo 16 de julio por la dirigencia democrática. Pero habrá algo indeleble: la memoria de una operación fraudulenta que nadie jamás podrá borrar.

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