Gustavo Coronel: Petróleos de Venezuela muere a puñaladas y hachazos

La empresa petrolera de Venezuela es hoy una bestia agonizante, llena de heridas. Unas fueron causadas por el puñal esgrimido por Rafael Ramírez, quien la manejó por diez largos años, permitiendo su conversión en una quincalla importadora de comida podrida, hablando de negocios gigantescos que nunca cristalizaron y utilizándola para perpetuar al narco-régimen en el poder y enriquecer a una minoría de gerentes y contratistas, cuyos nombres ya son bien conocidos por venezolanos y extranjeros. Durante estos diez largos años de destrucción PDVSA pasó de producir 3 millones de barriles diarios a unos 2.2 millones de barriles diarios, los empleados se triplicaron, pasando de 40.000 a 120.000, las deudas se cuadruplicaron y un grupo de negociantes turbios en combinación con la gerencia saqueó a la empresa, como lo demuestran los casos de Roberto Rincón, de Wilmer Ruperti, de Derwick Associates, de PetroSaudí, de la gabarra hundida Aban Pearl, del manejo de contrabando de gasolina en combinación con miembros de las FF.AA., de la importación de comida podrida por parte de PDVAL, de los contratos dados a dedo con groseros sobreprecios en la Faja del Orinoco, de los taladros fantasmas, de la certificación fraudulenta de reservas probadas en la faja del Orinoco, del saqueo de los fondos de jubilación de los empleados, de las acusaciones de extorsión a empresas extranjeras mencionadas por el Wall Street Journal, en fin, toda una serie interminable de actos criminales, dolosos y abusivos que condujeron al total desprestigio de la empresa en el sector petrolero internacional.  Una investigación llevada a cabo por la Comisión de Contraloría de la Asamblea Nacional estableció que durante la presidencia de Rafael Ramírez no menos de once mil millones de dólares habían sido malgastados o sustraídos, una suma gigantesca que lamentablemente es apenas una fracción de lo que ha sido desperdiciado por esa PDVSA prostituida.

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