RUBÉN DE MAYO | EL UNIVERSAL
jueves 9 de agosto de 2012 04:26 PM
Otra medalla de oro olímpica para Venezuela. La nueva medalla de oro se ganó en un deporte tradicional en la justa olímpica, la esgrima. En efecto, desde la primera olimpiada moderna en Atenas, en 1896, la esgrima viene fungiendo como deporte olímpico, perdiéndose definitivamente su carácter de arte combativo caballeresco que desde el Renacimiento tenía (datan del siglo XV los primeros manuales sobre esgrima). Esta tradición olímpica de la esgrima, sin embargo, no la hace un deporte popular, ampliamente seguido por las masas. En Venezuela, este deporte ha venido creciendo, pero sigue y seguirá siendo una práctica cultivada por minorías, como pasa en el resto del mundo, inclusive en Francia o Italia, donde su ejercicio es más generalizado.
Es en este deporte de minorías, en el cual Venezuela se ha alzado con una medalla de oro por la técnica y experticia de Rubén Limardo, atleta del cual, sin lugar a dudas, hay que enorgullecerse. La celebración aún no concluye, y está bien que se celebre, pero uno se pregunta: ¿si se ha revolucionado el deporte en Venezuela, si hay una generación dorada, como dice Chávez, por qué se celebra tanto una medalla de oro? Pues precisamente por eso, porque es la única, y en un deporte ajeno a nosotros. Lo más cercano a la esgrima en nuestro país, son los sangrientos eventos del Coliseo, en nuestras cárceles, donde los aspirantes a pranes cambian la espada, el florete y el sable de la esgrima olímpica, por el chuzo, la navaja y el puñal ensangrentados para hacerse con el poder y los negocios en esos centros ignominiosos de reclusión y vejación humana.
Con todo y el reconocimiento que merece Rubén Limardo, creemos que la celebración es desmesurada. En Teves, por ejemplo, se satura groseramente al televidente, haciendo propaganda ultrapatriótica del medallista, con el alma llanera como telón de fondo. En el mismo canal, que hace cobertura completa de los juegos olímpicos, cosa que es de agradecer, los mensajes de: "Venezuela grande"; o "somos lo mejor del mundo", abundan. A tal patrioterismo bobo y ramplón, capaz de ruborizar a un nazista, se le suma una defensa ciega y a ultranza de todos los deportistas venezolanos. Recientemente, en combate de una boxeadora venezolana que perdió, muy merecidamente, por decisión, uno de los comentaristas decía de nuestra boxeadora (no importa que le estuviesen dando una verdadera golpiza), que era valiente, brava, guapa, fajadora, que derrochaba coraje, energía positiva, que tenía un corazón enorme, etc. Y yo me pregunto: ¿qué hubiese dicho y comentado tal narrador deportivo en caso de ganar la venezolana? Qué patrioterismo tan bufo es éste, que no nos deja mirarnos como en realidad somos; es como si nos diera pena reconocernos y tuviésemos que acudir a una falsa imagen embellecida de nosotros mismos para soportarnos.
Y volviendo a la celebración, ¿no cree usted que la manera en que festejó el triunfo Rubén Limardo, corriendo efusivamente por toda la cancha, gesticulando exageradamente, manifestando, ante su contrincante derrotado, una alegría desbordada e incontrolable, no se corresponde con el espíritu deportivo y el respeto que deben reinar en una competencia olímpica?
La esgrima surge en Europa asociada al mundo caballeresco y cortesano, que tiene como norte el ideal del decoro en los usos y las costumbres, como bien perfiló y dibujó Baltasar Castiglione en El Cortesano. Decoro que se expresa en la prudencia, la discreción y la cortesía, como atributos del caballero. Extrañamos en Rubén Limardo esos atributos en sus celebraciones, siendo la esgrima práctica de caballeros, aunque celebremos su medalla.
Posdata: veremos a nuestro campeón olímpico recibiendo por estos días una réplica de la espada de Bolívar. No la necesitas, campeón: esa réplica, distante de tu espada dorada original, también se le otorgó en solemne acto a tiranos asesinos como Mugabe y Gadafi. Y es de caballeros también rechazar comparaciones infamantes.
Es en este deporte de minorías, en el cual Venezuela se ha alzado con una medalla de oro por la técnica y experticia de Rubén Limardo, atleta del cual, sin lugar a dudas, hay que enorgullecerse. La celebración aún no concluye, y está bien que se celebre, pero uno se pregunta: ¿si se ha revolucionado el deporte en Venezuela, si hay una generación dorada, como dice Chávez, por qué se celebra tanto una medalla de oro? Pues precisamente por eso, porque es la única, y en un deporte ajeno a nosotros. Lo más cercano a la esgrima en nuestro país, son los sangrientos eventos del Coliseo, en nuestras cárceles, donde los aspirantes a pranes cambian la espada, el florete y el sable de la esgrima olímpica, por el chuzo, la navaja y el puñal ensangrentados para hacerse con el poder y los negocios en esos centros ignominiosos de reclusión y vejación humana.
Con todo y el reconocimiento que merece Rubén Limardo, creemos que la celebración es desmesurada. En Teves, por ejemplo, se satura groseramente al televidente, haciendo propaganda ultrapatriótica del medallista, con el alma llanera como telón de fondo. En el mismo canal, que hace cobertura completa de los juegos olímpicos, cosa que es de agradecer, los mensajes de: "Venezuela grande"; o "somos lo mejor del mundo", abundan. A tal patrioterismo bobo y ramplón, capaz de ruborizar a un nazista, se le suma una defensa ciega y a ultranza de todos los deportistas venezolanos. Recientemente, en combate de una boxeadora venezolana que perdió, muy merecidamente, por decisión, uno de los comentaristas decía de nuestra boxeadora (no importa que le estuviesen dando una verdadera golpiza), que era valiente, brava, guapa, fajadora, que derrochaba coraje, energía positiva, que tenía un corazón enorme, etc. Y yo me pregunto: ¿qué hubiese dicho y comentado tal narrador deportivo en caso de ganar la venezolana? Qué patrioterismo tan bufo es éste, que no nos deja mirarnos como en realidad somos; es como si nos diera pena reconocernos y tuviésemos que acudir a una falsa imagen embellecida de nosotros mismos para soportarnos.
Y volviendo a la celebración, ¿no cree usted que la manera en que festejó el triunfo Rubén Limardo, corriendo efusivamente por toda la cancha, gesticulando exageradamente, manifestando, ante su contrincante derrotado, una alegría desbordada e incontrolable, no se corresponde con el espíritu deportivo y el respeto que deben reinar en una competencia olímpica?
La esgrima surge en Europa asociada al mundo caballeresco y cortesano, que tiene como norte el ideal del decoro en los usos y las costumbres, como bien perfiló y dibujó Baltasar Castiglione en El Cortesano. Decoro que se expresa en la prudencia, la discreción y la cortesía, como atributos del caballero. Extrañamos en Rubén Limardo esos atributos en sus celebraciones, siendo la esgrima práctica de caballeros, aunque celebremos su medalla.
Posdata: veremos a nuestro campeón olímpico recibiendo por estos días una réplica de la espada de Bolívar. No la necesitas, campeón: esa réplica, distante de tu espada dorada original, también se le otorgó en solemne acto a tiranos asesinos como Mugabe y Gadafi. Y es de caballeros también rechazar comparaciones infamantes.
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