RUBÉN DE MAYO | EL UNIVERSAL
jueves 2 de agosto de 2012 12:35 PM
Son muchos los canales televisivos del Estado venezolano. O del Gobierno, mejor dicho, porque todos fungen como propagandistas de la actual gestión gubernamental.
Venezolana de Televisión, TVES, Vive, Catia TV Telesur, Canal de la Asamblea y Ávila TV, le hacen frente al único canal de televisión que apoya radicalmente a la oposición: Globovisión (bien es sabido que el canal Cuatro, Venevisión, tiene una postura acomodaticia, centrada solamente en la televisión negocio y de espectáculo; y el canal Diez, Televen, no llega a exagerar definitivamente su tendencia oposicionista. Vale TV y Meridiano no se meten en política, desde la cultura y el deporte, respectivamente).
Extraño resulta al oído, por ende, que el Gobierno hable del poder mediático de la oposición, en alusión a una mayor cantidad de emisoras radiales oposicionistas, siendo éste un país que se decanta más por el código visual, donde la televisión tiene un mayor impacto que la radio.
El oficialismo, así, tiene una ventaja de siete canales frente a uno, al menos en Caracas. Por eso suena absurdo y cínico que se hable de poder mediático, desde el oficialismo, sin hacer mención de esta realidad televisiva cruda y pura, que coloca a la oposición en clara desventaja.
Estamos en una situación en la cual las posturas políticas se han radicalizado tanto, que hasta la realidad más evidente es negada por los dos polos políticos en pugna, en caso de no convenirles. Si desde el oficialismo no se repara y reconoce esta realidad mediática manifiesta, desde el bando de la oposición se reniega y desconoce la popularidad que Chávez todavía goza, y que a la fecha de hoy lo coloca encabezando la mayoría de las encuestas. A ello debemos agregar que se habla de "unidad" sin permitir que el chavista se reconozca en un discurso que lo incluya, creyendo que con la sola palabra unión es suficiente para que haya matrimonio, mientras seguimos acusando a los chavistas de sectarios y de llevar el país a la ruina.
Imposible, entonces, desde estas posturas extremas excluyentes que pueda haber una candidatura realmente atractiva para el indeciso, para quien se encuentra obstinado de ambos radicalismos que quieren engullirse a dentelladas. Aquí la templanza, el punto medio, la moderación y el equilibrio de formas y sustancias, que era sinónimo de virtud y belleza en la cultura greco-latina, no existen. Lo que abunda es el histérico capaz de rasgarse las vestiduras y dejar el pellejo por alguna de las dos opciones encontradas; y lo peor, todo esto con la ofensa presta en la comisura de los labios.
Cuando Luis Buñuel pisó tierras hispanoamericanas se dijo, confiesa él, que ésta era la cuna del surrealismo, de lo absurdo. Con mayor penetración y conocimiento de nuestra realidad, Alejo Carpentier y Arturo Uslar Pietri hablaban de una realidad maravillosa y mágica, en la cual lo absurdo no pertenecía a una realidad paralela y oculta, por inexplicable, sino que hacía vida entre nosotros, formando parte de nuestra cotidianidad, sin asombrarnos si quiera de la "sin razón" y el disparate. De este disparate en el cual unos son más venezolanos y patriotas que otros; en el cual creemos que decidimos, para siempre, la vida de una nación en unas elecciones presidenciales, como si de aquí a cincuenta años la mayoría de nosotros no vamos a estar bien muertos y, por fortuna, vendrán otros menos histéricos, extremistas y excluyentes que nosotros, poniendo orden y concierto; de este disparate de juego de adultos (¡cómo hace falta la inocente locura del niño, que es pura diversión!), que nos puede llevar a la guerra civil y a la sangre, como si ya no estuviésemos en ella por la delincuencia violenta, de puro deseo material, primitivo y básico.
Maquillemos esa delincuencia de ideales, utopías y móviles políticos progresistas o redentores, que tanta muerte han dejado al través de la historia de la humanidad, y tendremos el detonante para este convulso país de bandos políticos enfrentados, de extremistas y kamikazes políticos. Menos mal que la muerte, como el amor, iguala, y suponemos que a la Divinidad, si existe, poco le importará que usted sea chavista u opositor. Y es que para la insondable Divinidad, parafraseando a Borges, el ortodoxo y el hereje, el aborrecedor y el aborrecido, el acusador y la víctima, forman una sola persona.
Venezolana de Televisión, TVES, Vive, Catia TV Telesur, Canal de la Asamblea y Ávila TV, le hacen frente al único canal de televisión que apoya radicalmente a la oposición: Globovisión (bien es sabido que el canal Cuatro, Venevisión, tiene una postura acomodaticia, centrada solamente en la televisión negocio y de espectáculo; y el canal Diez, Televen, no llega a exagerar definitivamente su tendencia oposicionista. Vale TV y Meridiano no se meten en política, desde la cultura y el deporte, respectivamente).
Extraño resulta al oído, por ende, que el Gobierno hable del poder mediático de la oposición, en alusión a una mayor cantidad de emisoras radiales oposicionistas, siendo éste un país que se decanta más por el código visual, donde la televisión tiene un mayor impacto que la radio.
El oficialismo, así, tiene una ventaja de siete canales frente a uno, al menos en Caracas. Por eso suena absurdo y cínico que se hable de poder mediático, desde el oficialismo, sin hacer mención de esta realidad televisiva cruda y pura, que coloca a la oposición en clara desventaja.
Estamos en una situación en la cual las posturas políticas se han radicalizado tanto, que hasta la realidad más evidente es negada por los dos polos políticos en pugna, en caso de no convenirles. Si desde el oficialismo no se repara y reconoce esta realidad mediática manifiesta, desde el bando de la oposición se reniega y desconoce la popularidad que Chávez todavía goza, y que a la fecha de hoy lo coloca encabezando la mayoría de las encuestas. A ello debemos agregar que se habla de "unidad" sin permitir que el chavista se reconozca en un discurso que lo incluya, creyendo que con la sola palabra unión es suficiente para que haya matrimonio, mientras seguimos acusando a los chavistas de sectarios y de llevar el país a la ruina.
Imposible, entonces, desde estas posturas extremas excluyentes que pueda haber una candidatura realmente atractiva para el indeciso, para quien se encuentra obstinado de ambos radicalismos que quieren engullirse a dentelladas. Aquí la templanza, el punto medio, la moderación y el equilibrio de formas y sustancias, que era sinónimo de virtud y belleza en la cultura greco-latina, no existen. Lo que abunda es el histérico capaz de rasgarse las vestiduras y dejar el pellejo por alguna de las dos opciones encontradas; y lo peor, todo esto con la ofensa presta en la comisura de los labios.
Cuando Luis Buñuel pisó tierras hispanoamericanas se dijo, confiesa él, que ésta era la cuna del surrealismo, de lo absurdo. Con mayor penetración y conocimiento de nuestra realidad, Alejo Carpentier y Arturo Uslar Pietri hablaban de una realidad maravillosa y mágica, en la cual lo absurdo no pertenecía a una realidad paralela y oculta, por inexplicable, sino que hacía vida entre nosotros, formando parte de nuestra cotidianidad, sin asombrarnos si quiera de la "sin razón" y el disparate. De este disparate en el cual unos son más venezolanos y patriotas que otros; en el cual creemos que decidimos, para siempre, la vida de una nación en unas elecciones presidenciales, como si de aquí a cincuenta años la mayoría de nosotros no vamos a estar bien muertos y, por fortuna, vendrán otros menos histéricos, extremistas y excluyentes que nosotros, poniendo orden y concierto; de este disparate de juego de adultos (¡cómo hace falta la inocente locura del niño, que es pura diversión!), que nos puede llevar a la guerra civil y a la sangre, como si ya no estuviésemos en ella por la delincuencia violenta, de puro deseo material, primitivo y básico.
Maquillemos esa delincuencia de ideales, utopías y móviles políticos progresistas o redentores, que tanta muerte han dejado al través de la historia de la humanidad, y tendremos el detonante para este convulso país de bandos políticos enfrentados, de extremistas y kamikazes políticos. Menos mal que la muerte, como el amor, iguala, y suponemos que a la Divinidad, si existe, poco le importará que usted sea chavista u opositor. Y es que para la insondable Divinidad, parafraseando a Borges, el ortodoxo y el hereje, el aborrecedor y el aborrecido, el acusador y la víctima, forman una sola persona.
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