En: http://www.lapatilla.com/site/2012/10/08/orlando-viera-blanco-y-ahora-que/
Orlando Viera-Blanco
No es un tema de ser o no ser. No es un tema de asimilar el presente. Hoy medio país amaneció con un amargo sabor en el paladar que no se reduce a otra cosa que avizorar y descifrar un futuro y un destino. Sin el ánimo de asumir la posición de consuelo de tontos, pienso que hay suficientes razones para pensar que entramos en una etapa de sinceración y depuración de muchos aspectos sociopolíticos, que lejos de suponer un panorama oscuro, conllevan a un futuro interesante, promisor y a lo menos, más balanceado. Es cuestión de aceptarlo, no de sumergirnos en la ambivalencia y en la derrota.
En primer lugar Venezuela ha demostrado que está asistida de una profunda reserva democrática, tanto Chavistas como oposición. El país sigue apostando a dilucidar sus diferencias en el terreno de la paz y del entendimiento ciudadano. Aunque el ciclo Chávez ha producido la emergencia de sectores radicales y violentos, de cara no sólo a lo sucedido el 7-O, sino a lo que ha sido nuestra experiencia política desde la llegada al poder del primer Presidente electo por votación popular (Rómulo Gallegos) hasta nuestros días, la forma de definir las preferencias de poder ha sido esencialmente pacífica. Obviamente se han producido algunos intervalos de poder de orden gendarme o autoritario, sin embargo en un análisis diacrónico (temporal), lo que ha prevalecido es el esquema de consensos enmarcado en el esquema electoral. Y a este punto quería llegar…
Al venezolano le gusta votar. Es esencial de nuestra cultura política delegar en los actores políticos de turno, la conducción del país sobre la base de la legitimación comicial. Es a lo menos contraproducente pedirle a la mayoría de los venezolanos que se inmolen en defensa de una causa ideológica e incluso, de postulados o principios ciudadanos. El venezolano apuesta a la resolución armónica de sus problemas, sin llegar a un punto límite que pueda colocar en riesgo sus valores o derechos fundamentales como su vida, sus pertenencias o sus intereses más íntimos.
A partir de allí el compromiso para lograr el cambio o la transformaciones sociales, aun en las circunstancias más difíciles, pasa por entendernos más y detectar con mayor precisión y conectividad, cuáles son aquellos factores de empatía, generadores de poder y por ende de reales avalanchamientos de preferencias.
En el plano electoral Chávez ha logrado crear una dinámica comicial anclada en dos variables fundamentales, 1. EL REPARTO y 2. EL CONTROL CIUDADANO. Con relación a lo primero una Venezuela rentista asistida de inmensos recursos petroleros, ha permitido a los gobernantes de turno generar una sociedad clientelar en la cual la libertad, la justicia o el derecho, están subordinadas al privilegio de formar parte de ese festín de repartos saudita, y resolver mis problemas fundamentales con el mínimo esfuerzo laborioso.
Esto ha viabilizado la fascinación por el caudillo-taita, gran repartidor tanto de ilusiones como de realidades, que no generan una sociedad industriosa ni eficiente en el plano de la prosperidad, sino un constructo social subyugado y dependiente. Con relación al control ciudadano, debemos decir responsablemente, que ese esquema, si-no nuevo en la era de Chávez, si registra palmarias desviaciones, que distan de mecanismos de control grupal del pasado, que es bueno precisar para comprender por qué Chávez sigue asegurando el poder.
No se trata entonces simplemente de misiones, reparto de lavadoras, carros, comida o casas. No se trata sólo de permanecer en un cargo público o ser becario de un programa educativo o de salud. Tampoco es cuestión de aspirar a un asenso bien sea militar o de clase social. La era Chávez ha sumado al esquema de reparto y de esperanza inclusiva, otro ingrediente complejo y por cierto humanamente muy difícil de superar: EL MIEDO.
Cuando uno observa la realidad política venezolana desde lo alto, uno puede llegar a divisar que esos miedos consisten, al rompe, en un apartado de privilegios materiales. Pero cuando uno le mete la lupa al contenido de esos miedos, llegamos a observar realidades que de algún modo justifican “las lealtades”, de los afectos a Chávez con su gobierno.
La función de patrullaje y vigilancia de nuestros barrios pasa por esquemas realmente crudos. Todo un manual de alistamientos, de seguimiento comunal, de creación de ambientes vigilados, que tocan el bolsillo y los sentimientos de la gente, han sido capaces de evitar cualquier divorcio al sistema, aun cuando separarme de él sea mi más profundo deseo.
La imposición de hábitos, jornadas, indumentarias, tareas que van desde ayudantía comunal hasta el patrullaje militante, ha producido toda una estratagema de control ciudadano que no es fácil desprenderse de ella. Y cuando a ello le sumamos las advertidas consecuencias que podrían suponer separarme de Chávez, que van desde lo material, pasando por lo espiritual hasta lo vivencial, tomar esa decisión se convierte en eso mismo, en un tema de tal nivel fundamental y existencial, que la única opción es o no hacerlo o abstenerme. Pero saltar al otro bando, jamás.
Por eso la campaña de Capriles y el desempeño de este actor político no podemos calificarla sino de brillante, valiente y de un altísimo valor político en los momentos que estamos viviendo. Capriles a contrapelo de todo orden populista y contralor, logró que una gran parte de ese pueblo, atado entre el reparto y el patrullaje, migrara hacia su opción política. El avance cuantitativo (votos) y cualitativo (madurez ciudadana) de la oposición de cara al 7-O, lejos de producirnos desilusión alguna, por lo pronto debemos celebrarlo, porque se han sembrado las bases evolutivas de la tan anhelada transformación de la inteligencia grupal del venezolano.
El compromiso que debe asumir ahora Capriles y de muchos de los actores políticos que trabajaron a su lado en esta campaña y en este momento histórico del país, es mantener la lucha y la perseverancia en el logro de ese cambio de visión en el colectivo venezolano, que le permita derrotar sus propios miedos y comprender a profundidad cuáles son sus reales conveniencias.
Si cabe alguna crítica, quizás la oposición aun comporta cierta inclinación banal hacia ese pro socialismo o colectivismo repartito, con lo cual se piensa es suficiente para asegurar la preferencia de las masas.
Quizás ha hecho falta, no durante la campaña, porque no había tiempo, sino en todo este ciclo de revolución repartita de Chávez, generar una verdadera estrategia liberal, que mediante el logro de la afectuosidad colectiva, la recuperación del autoestima del venezolano y la integración de las fuerzas corporativas y políticas del país de la mano a las bases populares, consiga la conectividad emocional, material y ética de rigor para procurar ese cambio de mentalidad.
Estamos a tiempo. Esta contienda no se ha acabado. Tampoco es el inicio de ella.
Ya se ha construido un camino, ruta sobre la cual es menester involucrar a muchos más, convocando también a más. En esto ha habido otras hendiduras, quiero decir, en alcanzar una agregación y articulación lineal de todos aquellos factores que ayuden a viabilizar los cambios de preferencia y montarse en esas reservas democráticas, pacíficas, nobles y productivas que comporta la venezolanidad, pero que muchos nos empeñamos en no querer ver, valorar y practicar.
Sigo siendo un firme creyente en mi país. No dudo por un segundo que seguimos anclados a una circunstancia que tiene salidas y soluciones. Como decía el propio Capriles, Venezuela tiene más futuro que pasado y si hablamos en términos estrictamente aspiracionales, ahora es que nos queda todo un mundo por hacer.
¿Y ahora qué? Pues nada, terminar el trabajo que se ha iniciado…
Conectarnos más con esos miedos que cercan a más de la mitad de los venezolanos y enseñarles a deponerlos. No perder el sentido de unidad real y solidaria que registró no solamente la militancia política, sino todos esos ciudadanos que viajaron a New Orleans, que tendían sus sillas a quienes esperaban estoicamente en largas y dilatadas filas para votar; quienes se lanzaron a cocinar para que otros no solamente llenaran sus estómagos, sino sus esperanzas; en quienes trabajaron en la defensa del voto y en los compromisos de aglutinación, y en fin, en todos aquellos venezolanos que chavistas o no creen que la resolución de sus diferencias, QUE LA CONSTRUCCION DEL FUTURO DE SUS HIJOS, está en la democracia, en el trabajo, en la libertad y en nuestra convivencia natural.
Porque ya nuestra realidad social no se reduce al voto. Insisto, se reduce a comprendernos mejor.
Saludos venezolanos. Dios bendiga a Venezuela.
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