La protesta de la cultura
(Crónica
de una visita)
Eddy Reyes Torres
En
la conferencia que pronunció el filósofo alemán Edmund Husserl en la Asociación
de Cultura de Viena, en mayo de 1935, titulada La filosofía en la crisis de la humanidad europea, aludió a la significación que tiene la formación de
ideas que cobran eficacia en círculos pequeños y muy reducidos en la
transformación progresiva de la humanidad entera. Cuando Husserl dicta esa
conferencia, Hitler ya era Führer y
el nacionalismo una amenaza para Europa y, especialmente, los judíos. La
historia se repite con sus variantes, una y otra vez. Aquí y ahora, con su
traje tropical y rumbero, se desarrolla para “ejemplo” del mundo.
El
pasado domingo 16 de febrero, cuando Venezuela era un hervidero de
manifestaciones contra el gobierno de Nicolás Maduro, se inauguró en el Museo
Bárbaro Rivas de Petare la exposición (De
civitate Dei) de ese gran artista que es Miguel von Dangel, en homenaje a
su pueblo. Muchos eventos culturales
programados para ese día en Caracas fueron suspendidos. La decisión de la
directora del museo –Carmen Sofía Leoni- de seguir adelante con la programación
hizo que ardiera Troya. La página cultural de la Alcaldía de Petare en la web
fue invadida de insultos de todo tipo, cuestionándose que no se suspendiera la
muestra en momentos en que la oposición se disponía a protestar de forma
contundente. Los reclamos cibernéticos llegaron a tal punto que fue necesario
cerrar dicha página. Es seguro que ninguno de los “cibernautas” se molestó en averiguar quién era von Dangel
ni de qué trataba la muestra. Para ese propósito, el esfuerzo a realizar se
limitaba a colocar el nombre del pintor en el buscador de Google y hacer
“click”, para que se desplegara en la pantalla del computador dos de las muchas
entradas que se muestran en la web: las entrevistas que le concedió el artista
a los diarios El Nacional y El Universal que aparecieron en las
ediciones del viernes 14 y domingo 16 de
febrero, respectivamente.
En
el primero de estos periódicos se indica que: “La mayor parte del cuerpo de
trabajo de la exposición, titulada De
civitate Dei, está inspirada en La
ciudad de Dios, una obra escrita por san Agustín de Hipona que constituye
una apología del cristianismo en la que se confronta la ciudad celestial a la
pagana”. Más adelante se incluye una declaración del artista en la que dice:
“He vivido en este pueblo durante 64 años. ¿Qué dicen sobre él? Que Petare es
marginal, que lo representan los malandros, la basura, la corrupción; entonces de
pronto te preguntas: ¿Qué hago? ¿Me entrego pasivamente, como lo que le está
pasando al resto del país, al fatalismo? O pienso: ‘Esto es un anuncio, va a
llegar un final que va a devenir en el principio de algo, en el descenso del
cielo de la Jerusalen ideal’. Parece osado, pero en el momento en que me
sumerjo en estas pinturas pienso que es posible, que estamos construyendo esa
nueva ciudad”.
En
la declaración a El Universal, el
artista es más frontal cuando señala: “Los sistemas
totalitarios consideran que los artistas son locos. En la Unión Soviética los
tenían en manicomios. Hoy nos dicen que somos escuálidos. Yo sí creo que hay
cierto nivel de hipersensibilidad en los artistas verdaderos (…) Un mundo sin
arte, sin filosofía ni poesía me parece invivible”. Ante estos comentarios el
periodista le pregunta: ¿Y ante abusos de poder qué puede hacer el arte? Y von
Dangel le responde: “Tú siempre estableces el poder como si fuera el poderoso.
Quién te dice a ti que no somos los artistas los poderosos. Hasta ahora hemos
trascendido todos los sistemas dictatoriales. Y aquí creo que estamos a punto
de lograrlo también”. Esas dos lecturas habrían bastado para aupar la
exposición como otra protesta, como la manifestación de indignación de un prominente
representante del sector cultural venezolano, específicamente de nuestras artes
plásticas.
Más allá de mi condición de autor de uno de los
textos del catálogo –el otro fue escrito por el más sabio de los críticos de
arte del país: Perán Erminy, a quien por cierto Miguel dedicó la muestra-, la
circunstancia anterior, esto es, el carácter contestatario de la exhibición, me
impelía a asistir al evento inaugural. En ese
sentido, fue más que coincidencia que en la nota que hice el pasado mes
de septiembre de 2013 apuntara: “De civitate Dei fue escrita en unas
circunstancias históricas muy especiales. El Imperio Romano se hallaba en plena
decadencia e invadido por los pueblos bárbaros. Del orden se había pasado al
caos. Con su obra, San Agustín quería que la mirada de los hombres se desviara
de la confusión terrenal al orden divino, allí precisamente donde el bien se
manifiesta plenamente. Con esta exposición y ante la llegada de otros bárbaros
von Dangel persigue el mismo propósito: que los lugareños y el país fijen su
mirada en el orden divino, porque, como dice San Agustín al comienzo de su
obra, ‘Hijos de esta misma ciudad son los enemigos contra quienes hemos de
defender la Ciudad de Dios’”.
Cuando
me trasladé al museo, lo hice con la
convicción de que un reducido número de personas lo haría también. Me alegró
equivocarme. Allí habían más de cien espectadores que, además, con el transcurrir
de las horas se triplicarían, en un entrar y salir de gente. Fue sin duda un gran
logro en cuenta de las condiciones desfavorables para el desplazamiento a
través de la ciudad y el nerviosismo de muchos. Pero más ejemplarizante todavía
fue la asistencia de Sofía Imber. En silla de ruedas, ayudada por su enfermera
y su chofer, cargando la pena del fallecimiento reciente de su hijo, esta emblemática
mujer hizo acto de asistencia para demostrarnos que no hay excusas para seguir
luchando; que ni los muchos años de vida ni los achaques en la salud que ellos arrastran
y mucho menos los dolores que llevamos en el alma nos deben paralizar en
momentos decisivos del destino del país. Similar relevancia tuvo la asistencia
del embajador de Alemania, Walter J. Lindner, y su esposa. El embajador Lindner,
con la prudencia que le imponía su investidura, dirigió palabras de aliento a
los asistentes y refirió anécdotas de su primer encuentro con el artista, el
cual tuvo lugar en la casa de éste, en el barrio de Petare.
Perán Erminy, nuestro decano de la cultura,
fue invitado a dirigir unas palabras a los presentes, procediendo entonces a
glosar algunos párrafos del texto que escribió desde sus entrañas para el
catálogo. Sobreponiéndose al estado de angustia y aflicción que le embargaba
dijo: “En la oscuridad en que estamos, la luz del arte de von Dangel, y su
voluntad de luz, en el más amplio sentido metafórico, iluminan la desesperanza
(…) Miguel von Dangel construyó ese titánico monumento humanístico que es su
obra, para compartir su visión libertaria del mundo, como ejemplo y modelo de
preservación de la dignidad humana (…) Lo que nos plantea es, nada menos que el
sentido de vivir”.
El
sector cultural estuvo representado con las presencias de María Elena Ramos,
Virginia Betancourt, Roldán Esteva-Grillet, Víctor Guédez, Nelson Garrido, Lida
Worwa, Vladimir Sersa, Abilio Padrón, Gerardo
Zavarce, Álvaro Betancourt, Javier Level y Nicomedes Febres, entre otros. Los
vecinos del pueblo no faltaron a la jornada, llevando varios de ellos
refrigerios para el público. Con todo, fue un círculo reducido si lo comparamos
con los marchantes vestidos de rojo que auparon al Presidente “obrero” ese
mismo día. Pero aun así, en ese minúsculo círculo había unos pocos
intelectuales marcados por el verbo y la palabra escrita, suficientes para
cumplir con el mandamiento de Zaratustra: “¡No escuchéis a los malos hombres!
Conducirán la casa, la región y el país hacia la destrucción y la muerte.
Luchad contra ellos con las armas de la palabra”.
Caracas,
20 de febrero de 2014