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Por: Gustavo Azócar
Alcalá
Nunca olvidaré aquel
discurso de Hugo Chávez, el 17 de junio de 2002: “Así lo digo ante el mundo: esos
once magistrados que votaron esa decisión no tienen ningún tipo de moral para
tomar ninguna otra decisión. No tienen moral. Son unos inmorales. Y creo que
habrá que publicar un libro con sus rostros. Con sus caras. Para que el pueblo
vea quienes son porque además se fueron de vacaciones. Ellos pusieron la plasta
que pusieron y se fueron de vacaciones. Porque lo que pusieron fue una plasta”.
Quienes lean estas
líneas fuera de Venezuela, se estarán preguntando, con toda razón, ¿Qué es una plasta?.
Recuerdo que en aquella oportunidad, tras el incendiario e irrespetuoso
discurso del comandante, unos colegas periodistas de Buenos Aires, llamaron por
teléfono para que les explicara con lujo de detalles lo que era una “plasta”.
Confieso que no fue fácil. Me costó trabajo encontrar las palabras precisas
para decir el significado sin caer en lo vulgar. Mi explicación partió de un pasaje
de la novela El Coronel no tiene quien le escriba, de García Márquez: “Y mientras tanto qué
comemos -preguntó, y agarró al coronel por el cuello de la franela. Lo sacudió
con energía-. Dime, ¿qué comemos?. El
coronel necesitó setenta y cinco años -los setenta y cinco años de su vida,
minuto a minuto- para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito,
invencible, en el momento de responder: Mierda”.
Aquel discurso de
Chávez, tenía que ver con la sentencia emitida por el TSJ en la que dictaminó
que no hubo Golpe de Estado en abril de 2002. El líder del golpe del 4 de
febrero de 1992 nunca aceptó aquella sentencia y desde aquel mismo instante,
emprendió una batalla política para acabar con el TSJ y lograr el control del
máximo tribunal del país, para atiborrarlo de abogados fieles a la revolución que
emitieran decisiones acordes con lo que su gobierno deseaba. Maduro aprendió la
lección de su padre político, y fue así cómo en diciembre de 2015, dio la orden
a la Asamblea Nacional presidida por Diosdado Cabello de nombrar “magistrados
express” que estuvieran dispuestos a meter las manos en el fuego para
defenderlo.
Esa es la razón por
la que desde diciembre de 2015, tenemos un TSJ convertido en bufete de
Miraflores. No tenemos un Tribunal Supremo de Justicia. Tenemos una oficina de
asesoría jurídica y legal para Maduro y su combo. ¿Quién puede detener las
sucesivas sentencias del TSJ que violentan la voluntad del pueblo venezolano y
que dan soporte y oxigeno al moribundo gobierno de Nicolás Maduro? ¿Cómo podemos
luchar contra unos abogaduchos que, violentando la ley, mal interpretando la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela a su antojo, publican
sentencias que sólo buscan impedir que la gran mayoría de los venezolanos
concreten su anhelo de sacar del Palacio de Miraflores al peor Presidente que
hemos tenido en los últimos 50 años?
Los jueces (la
palabra magistrados les queda muy grande) que integran el Tribunal Supremo de
Justicia, la mayoría de los cuales fueron designados entre gallos y medianoche
en las últimas sesiones de la Asamblea Nacional dominada por el PSUV, en
diciembre de 2015, han venido cumpliendo a cabalidad el rol que les fue
encomendado por Nicolás Maduro: detener todo intento opositor y democrático
para sacar al país de la grave crisis económica, social, política y moral por
la que atraviesa esta nación desde 2013 e impedir la salida del poder del ex
chofer del Metro de Caracas que se encuentra ejerciendo la Presidencia de la
República por un error histórico iniciado por Hugo Chávez en diciembre de 2012
cuando lo designó como su sucesor.
Los jueces del TSJ,
según publicó recientemente el abogado José Vicente Haro, han emitido al menos
35 sentencias que violentan el ordenamiento jurídico venezolano, limitando las
funciones de la Asamblea Nacional, derogando la participación ciudadana,
desconociendo la voluntad popular y consolidando en el poder a un gobierno que
se encuentra con el sol en la espalda, y con el rechazo de casi el 80% de toda
la población. Para decirlo en el lenguaje coloquial de Hugo Chávez: los jueces
del TSJ han puesto no una, sino 35 plastas en lo que va del año 2016.
La primera gran plasta
del TSJ madurista dejó sin representación popular en la Asamblea Nacional al
estado Amazonas, al anular la juramentación de sus 4 diputados, tres de ellos
pertenecientes a la MUD. Por primera vez en la historia democrática venezolana,
un estado se queda sin su legítima fracción de parlamentarios en razón de que
los abogaduchos del máximo tribunal del país decidieron un buen día dejar sin
efecto una elección y no permitir, durante casi un año, que se hiciera un nuevo
proceso electoral en esa región.
¿Con base en qué leyes los
abogaduchos del TSJ le quitan al estado Amazonas su legítimo derecho a tener
una representación en la Asamblea Nacional? Si hubiese ocurrido alguna ilegalidad
en la elección de los diputados de Amazonas (que no la hubo) lo correcto debió
haber sido no sólo anular los comicios sino convocar inmediatamente a nuevas
elecciones. Además, correspondía al CNE determinar si hubo o no hubo
ilegalidades. Si el CNE entregó credenciales a los nuevos diputados amazonenses
debe haber sido porque, ciertamente, allí no hubo ningún tipo de irregularidad.
Lo cierto es que Amazonas tiene 10 meses sin diputados gracias a una plasta
del TSJ.
De las 35 plastas que han puesto
los abogaduchos del TSJ en los 10 meses que van de 2016, creo que el 95% tienen
que ver con leyes y reformas aprobadas por la Asamblea Nacional. Eso quiere
decir que, aunque parezca increíble, los 109 diputados opositores de la MUD en
la AN, tienen la extraordinaria capacidad de haberse transformado en el mejor laxante
para el máximo tribunal del país.
La más recientemente plasta,
puesta por el TSJ rojo rojito, tiene que ver con la supuesta doble nacionalidad
de Nicolás Maduro. La Sala Constitucional acaba de dictaminar, que el
ciudadano Nicolás Maduro Moros, no es
colombiano, sino más venezolano que la arepa, al señalar que “en primer lugar, consta en autos copia debidamente
certificada de documento oficial contentivo del acta de nacimiento del
ciudadano Nicolás Maduro Moros, remitida por el Consejo Nacional Electoral (CNE),
signada al dorso con el número 2823, en la que se deja constancia que el
ciudadano Nicolás Maduro Moros, nació en la ciudad de Caracas, para entonces,
Departamento Libertador del Distrito Federal, parroquia la Candelaria, el 23 de
noviembre de 1962”.
De acuerdo con la ponencia de Gladys
María Gutiérrez, “las pruebas incontrovertibles acreditan con absoluta certeza que el
prenombrado Jefe del Estado Venezolano, nació en la Ciudad de Caracas, para
entonces, Departamento Libertador del Distrito Federal, Parroquia La
Candelaria, el 23 de noviembre de 1962; y que, en fin, ha cumplido y cumple con
los requisitos señalados en los artículos 41 y 227 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, para ejercer el cargo de Presidente
Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela”.
El abogado Vicente
González de la Vega analizó la más reciente plasta del TSJ y publicó
en su cuenta en twitter que “es sospechoso que siendo la Sala
Constitucional muy prolija en citar hasta a lapatilla.com en sus sentencias no
transcriba la partida. La sala omite descaradamente citar el contenido de la
partida de nacimiento de Nicolás Maduro, ni siquiera la identifica
correctamente. Si la Sala Constitucional indicare el No. Tomo, fecha y lugar de
inserción de la partida cualquiera la pudiera solicitar. Lo omitieron”
González de La Vega
dijo que “la Sentencia omite hacer siquiera referencia a los nombres y nacionalidades
de los padres de Maduro, elemento que no analizaron (…) La sentencia de la Sala
Constitucional, lejos de resolver el tema, le ha hecho un flaco servicio a
Nicolás Maduro. Es realmente un bodrio. Que la madre de Nicolás Maduro sea
colombiana no lo convierte inmediatamente en colombiano a él, pero eso NO lo
analizó la Sala Constitucional del TSJ. ¿Por qué? Esa sentencia deja más cabos dudas
y cabos sueltos que problemas resueltos. A Nico no le hicieron ningún favor con
ese bodrio”.
¿Cuántas plastas
más planea poner el TSJ en lo que resta del año? Mi olfato periodístico me dice
que hay otra “plasta” que viene en camino: la sentencia que tratará de
impedir, contra viento y marea, que la Asamblea Nacional designe a los nuevos
rectores del CNE. Eso quiere decir que debemos estar preparados. Las “plastas”
del TSJ no se han terminado. Ahora es cuando falta. ¿Podrá la oposición
democrática venezolana ponerle un parao a las sucesivas, constantes y
reiterativas plastas que pone el TSJ?
SC. 30 de octubre de
2016
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