Editorial de www.analítica.com
El golpe militar del 4 de febrero fue un caso más en la historia de Venezuela, en el que los militares se atribuyen a si mismos el papel de salvadores de la Patria. Son muchos los ejemplos en los que ésa fue precisamente la justificación utilizada para el asalto al poder
Querer conmemorar el 4 de febrero de 1992 como un evento histórico de igual o superior significado que tuvo el 23 de enero de 1958 es no solo un contrasentido, sino, lo que es peor, la justificación del retorno a los vicios mas nefastos de la historia republicana de nuestro país.
El golpe militar del 4 de febrero fue un caso más en la historia de Venezuela, en el que los militares se atribuyen a si mismos el papel de salvadores de la Patria. Son muchos los ejemplos en los que ésa fue precisamente la justificación utilizada para el asalto al poder. En esa órbita navegan: José Tadeo Monagas, Antonio Guzmán Blanco, Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez y Hugo Chávez Frías.
Claro está que los militares siempre han utilizado como mampara a los civiles, y hasta los han dejado ejercer nominalmente la Presidencia de la República, como lo permitió múltiples veces Juan Vicente Gómez, e incluso más recientemente cuando nombraron Presidente a Suarez Flamerich
Ahora la excusa que se enarbola es la de una pretendida revolución bajo el signo críptico de socialismo del siglo XXI, que no es otra cosa que la sumisión del país al despotismo instaurado en Cuba y hoy presidido por el general Raúl Castro.
Que el régimen se haya afianzado mediante múltiples elecciones de corte plebiscitario apoyadas en el uso demagógico del maná petrolero, no modifica de ninguna manera la militarización efectiva del país. Basta observar cuántos gobernadores son militares o están en los mas altos cargos del Estado, y eso sin que sumemos el aporte militar cubano.
El progreso de los países pasa necesariamente por la fortaleza de sus instituciones y por el retorno de los militares a sus cuarteles. Mientras en Venezuela sigamos con la tóxica mezcla de personalismo-militarismo, seguiremos siendo lo que alguien despectivamente calificó como republica bananera, aunque en nuestro caso seria más justo denominarla república petrolera o petro-estado.
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