Juan Francisco Misle
Si hay algo que reconocerle al chavismo entronizado en el poder en Venezuela es una gran capacidad para las puestas en escenas de apresurados shows mediáticos que usan para contrarrestar cualquier demanda política, económica y social que provenga de esa fracción del pueblo que no lo acompaña en sus tropelías.
Eso es justamente lo que acabamos de ver a propósito de la solicitud de la familia de Iván Simonovis, a través de una dolora carta escrita por Ivana, su hija de quince años, para que por motivos humanitarios liberen a su padre tomando en cuenta el grave deterioro de salud que exhibe después ocho años de presidio en condiciones francamente violatorias de los derechos humanos. Como se sabe, Simonovis sufre una severa osteoporosis que han transformado el esqueleto de este hombre de 50 años en uno de una persona de 85 años No hay manera de contradecir el diagnóstico hecho por los médicos que lo han examinado. Su vida corre peligro.
Pues bien, esa petición humanitaria ha pretendido ser neutralizada mediáticamente por el gobierno presentando a un conjunto de ciudadanos que dicen ser familiares de algunas de las víctimas caídas el 11 de Abril de 2002 y de lo cual responsabilizan a los comisarios de la PM como autores de esos asesinatos. El guión, típico de la satrapía cubana, consiste en enfrentar a dos grupos de víctimas de ese terrible suceso.
A pesar de que todo el mundo sabe que se trató de un juicio bufo, caracterizado por la más absoluta politización imaginable, en el que a la defensa de los acusados no se les permitió presentar pruebas ni testigos que corroboraran sus argumentaciones, no podía sino tener un solo desenlace: condenar a Simonovis y a sus colegas de la Policía Metropolitana y meterlos presos por 30 años en las mazmorras del Helicoide.
Recuérdese que la jueza que llevó el caso, Marjorie Calderón, fue denunciada posteriormente por quien era su jefe, el magistrado Aponte Aponte, de haber recibido órdenes de él mismo (y en cumplimiento de órdenes superiores) de condenar a estos funcionarios a toda costa. En una insólita entrevista televisada Aponte Aponte se declaró culpable de violación de los derechos humanos en este caso. A confesión de parte…
Lo que es cierto es que desde la aparición de Chávez en la escena política venezolana, y más específicamente desde que llegó al poder en 1999 en nuestro país, hay unos muertos que valen más que otros; los hay aquellos que el régimen califica como buenos, héroes, y mártires, esos son los suyos. Y hay los otros, los que lo adversaron, que yacen al lado de los primeros en el cementerio y que solo merecen ser ignorados.
Lo único que queda claro es que en la Venezuela chavista lo que prevalece es el odio, la venganza, la maldad, la injusticia, y la crueldad. Todas esas pasiones amalgamadas brotan salvajemente de unos individuos enfermos de ideología e incapaces de albergar hacia sus congéneres eso que se denomina empatía. Han interiorizado en lo más profundo de sus almas las enseñanzas del Ché Guevara cuando dijo:
“El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así: un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal.” (*)
(*)Fuente: Mensaje a la “Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, Africa y América latina” – Abril de 1967
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