Tuesday, March 5, 2013

Miseria del militarismo

En: http://www.eluniversal.com/opinion/130305/miseria-del-militarismo
 
RICARDO COMBELLAS |  EL UNIVERSAL
martes 5 de marzo de 2013  12:00 AM
El militarismo es una lacra, un abuso de la institución militar, así como el libertinaje, la demagogia y la anarquía son vicios de la institucionalidad civil. El militarismo es una conducta, un modo de ser reñido con los valores formativos que se inculcan en las escuelas militares, es la miseria de los hombres armados que, violando su juramento constitucional, quebrantan la Constitución y desplazan del poder a los gobiernos legítimamente constituidos. El militarista es un conspirador que asecha en la sombra para dar el golpe artero a la institucionalidad,  y también es un espíritu reñido con la tolerancia, enemigo de la transparencia, partidario del actuar en la vida pública "firme y a discreción". El militarista tiene, por así decirlo, un "cerebro blindado" que sólo discierne lo blanco y lo negro, pero es incapaz de apreciar las tonalidades grises que hacen rica y variada la vida de las sociedades. El militarismo es amigo de las logias y de sus oscuros juramentos, y por ende enemigo de la claridad consustancial al mundo de la libertad  El militarista es profundamente antidemocrático, un hombre que reniega del pluralismo y es alérgico a la confrontación de ideas, a la deliberación consustancial a la forma de vida democrática. De allí su odio al parlamentarismo, a todo lo que signifique discutir civilizadamente en pie de igualdad, buscar el consenso y luchar denodadamente por la construcción colectiva de la verdad. En fin, para el militarista el "otro" no es un adversario en el que se respeta su dignidad y su derecho a disentir, sino un enemigo al que se envilece e intenta destruir.

El militarismo nos persigue desde los mismos días aurorales de la República. El militar, formado en el fragor de las luchas independentistas, se consideró con el derecho de gobernar las nuevas naciones en proceso de formación, terminando por ahogar, más temprano que tarde, nuestros infructuosos y valientes primeros ensayos de civilidad. Por supuesto que no estuvieron nunca solos, pues nuestra historia está llena de civiles  "inciviles", los cuales pusieron sus luces y saberes al servicio de la entronización militarista en el poder. El sabio Vargas, nuestro héroe civil por excelencia, expresó en carne propia un drama que nos continúa golpeando en la conciencia colectiva: el triunfo recurrente en el devenir patrio de la violencia y la sinrazón.

Bolívar, es conveniente siempre recordarlo, fue  tanto en su pensamiento como en su acción, sea como jefe militar, sea como estadista civil, profundamente antimilitarista. No podía ser de otro modo, dada su formación cívica, los valores que le inculcaron sus maestros y la realidad de ser un conspicuo hijo de la Ilustración. Los testimonios sobran. Basta recordar su famosa frase: "Es insoportable el espíritu militar en el mando civil", y sus palabras ante la asamblea celebrada en Caracas el 2 de enero de 1814, culmen de la Campaña Admirable: "Compatriotas: yo no he venido a oprimiros con mis armas vencedoras: he venido a traeros el imperio de las leyes: he venido con el designio de conservaros vuestros sagrados derechos. No es el despotismo militar el que puede hacer la felicidad de un pueblo, ni el mando que obtengo puede convenir jamás, sino temporariamente a la República. Un soldado feliz no adquiere ningún derecho para mandar a su patria. No es el árbitro de las leyes ni del Gobierno; es el defensor de su libertad".

El militarismo, el espíritu militarista, está vivo, dolorosamente vivo en la Venezuela contemporánea. No le hemos podido exorcizar, pues es duro decirlo, forma parte del acervo de valores, actitudes y comportamientos que constituyen nuestra particular  cultura política. Ejemplifica de alguna forma las debilidades de nuestro civilismo, y se nos revela como una evidencia del largo camino que todavía nos toca recorrer como pueblo para solidificar el piso firme donde reine el derecho, la justicia y la libertad.

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