SOLEDAD MORILLO BELLOSO| EL UNIVERSAL
viernes 31 de enero de 2014 12:00 AM
Cada vez que escribo para este diario, me pregunto hasta cuándo le durará el papel para poder imprimir. La inquisición comunicacional opera de formas perversas. Es la estrategia de estrangulamiento.
Ver Globovisión hoy es un ejercicio de aceptar un sórdido ayuno informativo. Da lástima ver a los pocos periodistas serios que quedan en el canal sudando la gota gorda para superar las trabas impuestas a su labor. Produce rabia ver que ahora los mejores programas no son los informativos o de investigación o análisis, sino lo que en una emisora de su tipo debería ser relleno. En la nueva Globovisión los mejores espacios se refieren a moda, música, celebridades, deportes, cocina gourmet, etc. Falta la lectura del tarot. La Globovisión de ahora parece una versión parroquiana de Hola TV y no un canal inspirado en CNN. En un país donde abundan los problemas graves, la pantalla está repleta de asuntos lindos. Las calamidades han sido invisibilizadas.
El paquetazo marca Maduro fue evaluado desde el punto de vista del impacto sobre los viajeros internacionales cuando eso no es lo más grave de las medidas económicas. Se dio a eso mucha más importancia que al estrepitoso fraude de la gerencia de Cadivi (los implicados caminan libremente), que al silencio cómplice del gobierno sobre la estafa de 20 mil millones de dólares preferenciales de empresas de maletín, que a la mega deuda del Estado con las empresas del sector privado, que a la realidad de un ajuste que en los hechos es una macrodevaluación por todo el cañón, o que seguimos manteniendo a gobiernos que nos ven como las meretrices de su gestión de proxenetas. Los países no quiebran, pero los gobiernos sí. En Venezuela, los gobiernos nacional, regionales y municipales están quebrados. Y los ciudadanos, en mayoría, también. Pero eso no se puede decir. La flácida neo Globovisión se cuida bien de no decir las cosas que puedan incomodar a los mandones. Los periodistas no tienen la culpa. Nada puedan hacer. Cualquier rebelión sería castigada. Saldrían del canal como corcho de limonada.
En Venezuela hay ahora en dos clases sociales: los enchufados, que son apenas unos cuántos miles, y las víctimas, que somos los millones restantes. El "modelo" de populismo botarate hizo aguas. La "deuda social" es ahora mucho más gorda. El aparato productivo está en el dolor. La inflación perfora los bolsillos de la gente, salvo los de los enchufados, que nos restriegan en la cara su fantasía de jeques. La escasez es denigrante y degradante. Y tuvo que morir una joven bella y famosa para que al gobierno le cayera la locha.
Cuando Maduro anunció que había pedido a sus ministros que pusieran sus cargos a la orden, se abrió una rendija de esperanza. Duró poco. Hizo un ejercicio de sempiterno enroque. No puso a nadie en cintura y los nombramientos fueron así leídos como aplausos a la mediocridad, la ineficacia y la improbidad de esos funcionarios. Una vez un alto revolucionario me dijo que ellos tenían que destruir todo para construir un país nuevo. Y apenas vamos por enero... Pero tu país está feliz.
Ver Globovisión hoy es un ejercicio de aceptar un sórdido ayuno informativo. Da lástima ver a los pocos periodistas serios que quedan en el canal sudando la gota gorda para superar las trabas impuestas a su labor. Produce rabia ver que ahora los mejores programas no son los informativos o de investigación o análisis, sino lo que en una emisora de su tipo debería ser relleno. En la nueva Globovisión los mejores espacios se refieren a moda, música, celebridades, deportes, cocina gourmet, etc. Falta la lectura del tarot. La Globovisión de ahora parece una versión parroquiana de Hola TV y no un canal inspirado en CNN. En un país donde abundan los problemas graves, la pantalla está repleta de asuntos lindos. Las calamidades han sido invisibilizadas.
El paquetazo marca Maduro fue evaluado desde el punto de vista del impacto sobre los viajeros internacionales cuando eso no es lo más grave de las medidas económicas. Se dio a eso mucha más importancia que al estrepitoso fraude de la gerencia de Cadivi (los implicados caminan libremente), que al silencio cómplice del gobierno sobre la estafa de 20 mil millones de dólares preferenciales de empresas de maletín, que a la mega deuda del Estado con las empresas del sector privado, que a la realidad de un ajuste que en los hechos es una macrodevaluación por todo el cañón, o que seguimos manteniendo a gobiernos que nos ven como las meretrices de su gestión de proxenetas. Los países no quiebran, pero los gobiernos sí. En Venezuela, los gobiernos nacional, regionales y municipales están quebrados. Y los ciudadanos, en mayoría, también. Pero eso no se puede decir. La flácida neo Globovisión se cuida bien de no decir las cosas que puedan incomodar a los mandones. Los periodistas no tienen la culpa. Nada puedan hacer. Cualquier rebelión sería castigada. Saldrían del canal como corcho de limonada.
En Venezuela hay ahora en dos clases sociales: los enchufados, que son apenas unos cuántos miles, y las víctimas, que somos los millones restantes. El "modelo" de populismo botarate hizo aguas. La "deuda social" es ahora mucho más gorda. El aparato productivo está en el dolor. La inflación perfora los bolsillos de la gente, salvo los de los enchufados, que nos restriegan en la cara su fantasía de jeques. La escasez es denigrante y degradante. Y tuvo que morir una joven bella y famosa para que al gobierno le cayera la locha.
Cuando Maduro anunció que había pedido a sus ministros que pusieran sus cargos a la orden, se abrió una rendija de esperanza. Duró poco. Hizo un ejercicio de sempiterno enroque. No puso a nadie en cintura y los nombramientos fueron así leídos como aplausos a la mediocridad, la ineficacia y la improbidad de esos funcionarios. Una vez un alto revolucionario me dijo que ellos tenían que destruir todo para construir un país nuevo. Y apenas vamos por enero... Pero tu país está feliz.
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