Luis Beltrán Petrosini
Cambiar para que nada cambie
Edición 888 - 31/01/2014
Aunque
me había propuesto no abundar en la lectura de declaraciones de los
“especialistas” económicos gubernamentales para no caer en una
depresión, casi que por azar tropecé con las que un diario capitalino le
atribuye al vicepresidente de la Comisión de Finanzas y Desarrollo
Económico de la Asamblea Nacional quien, por el cargo que ocupa, se
supone que debería dominar estos temas con gran precisión.
Lamentablemente, después de leer lo dicho por el “experto”, se entiende
una de las razones por las cuales nos encontramos en la debacle
económica que sufrimos y que no es otra que la enorme ignorancia que nos
enrostran esos especialistas.
Afirmó el honorable asambleísta que no se ha producido una devaluación con la aplicación de
la nueva política cambiaria y que lo ocurrido fue una
institucionalización de un esquema dual. Explicó que “la devaluación es
cuando el precio oficial de la divisa general aumenta.
A esto (tasa CADIVI a 6,30 bolívares por dólar y tasa SICAD variable
según subastas y ahora en 11,36 bolívares por dólar) le podemos llamar
incremento del dólar para aquellos que necesiten viajar, pero eso es 20%
de la economía”.
Como
si fuera poco el cúmulo de disparates lanzado al ruedo, declara además
que “hemos podido amortizar el impacto social que crea la inflación con
aumentos de sueldo”.
¡Vaya una demostración audaz de conocimientos económicos y financieros!
Tenemos
entonces que si usted, estimado lector, posee una empresa que requiere
de ciertos insumos importados para producir un determinado producto y
los traía a 6,30 bolívares por dólar y ahora los adquiere tasa SICAD,
eso no significa que la moneda se haya devaluado sino que ha habido “una
institucionalidad de un esquema dual”. Y si usted es un empleado u
obrero, la inflación del 56,2% ocurrida en el año 2013 no le afecta
porque con los incrementos de salario decretados en el año -que no
llegan a la mitad de esa inflación- usted mantiene su poder adquisitivo.
¿Qué tal?
Un
estudiante de Economía entiende muy pronto que se establece un control
de cambio para proteger la moneda nacional de las especulaciones
externas y para dificultar al máximo las salidas de capital,
especialmente de esos denominados capitales golondrina. También ha
captado que es una medida temporal mientras se adoptan políticas
económicas que corrijan los desajustes que propician esa fuga de
capitales, a la par que se estudian las posibles medidas políticas que
contribuyan a resolver el problema, pues la pérdida de confianza de los
agentes económicos en el accionar gubernamental también suele ser una
causa de la fuga de divisas.
Pero
resulta que nada de esto es válido en esta suerte de “corte de los
milagros” conformada por eso que llaman el equipo económico del
gobierno. Estos expertos han escogido la vía de mantener un tipo de
cambio artificialmente sobrevaluado como mecanismo para controlar la
inflación. Como cualquiera puede darse cuenta, el éxito ha sido notable,
pues ya alardeamos de mantener la más alta inflación del mundo. Sin
duda, un logro difícil de igualar.
Tampoco es de menospreciar el éxito alcanzado en frenar la salida de capitales. Basta mencionar que desde la implantación de este control a comienzos de 2003, de acuerdo con las cifras del BCV puede estimarse que han salido del país casi 200 millardos de dólares, lo que equivale a aproximadamente diez veces la fuga de capitales en todo el período de la ignominiosa cuarta república. Y todavía hay quienes pretenden esconder los éxitos de quienes con tanta sabiduría se empeñan en convertir en escombros lo poco o mucho de bueno que existía en este país.
Las
medidas anunciadas por el gobierno indican que se carece de las divisas
suficientes para satisfacer la demanda del mercado. La pregunta de
Perogrullo que surge de inmediato es:
¿Por qué no hay dólares?
Sencillamente,
entre otras razones, porque en una época en que se han tenido los
mayores ingresos externos en la historia se ha malbaratado una buena
porción de ellos, por ejemplo, en compra de equipos militares que nunca
serán de utilidad alguna -a menos que consideremos que el
enriquecimiento de varios compatriotas sea de utilidad social-; porque
buena parte de esos recursos ha ingresado en cuentas manejadas sin
control alguno, de modo que lo que ha ocurrido es un incremento enorme
en hechos de corrupción -miles de millones de dólares entregados a
empresas de maletín, Giordani dixit-; porque muchos recursos se
han destinado a la donación de auténticos regalos a países “amigos”, por
lo que resulta al menos irritante que mientras escasean los equipos y
medicinas para los enfermos de cáncer y otras graves enfermedades en
nuestro país, se destinan divisas a aliviar problemas en Cuba,
Nicaragua, Bolivia o cualquier otro país; y porque se ha acabado con “la
gallina de los huevos de oro”, convirtiendo a PDVSA en una caja chica
con la que se satisface cualquier capricho populista del máximo jerarca.
La
nueva devaluación, por sí sola, no corregirá el desastre que sufrimos.
Sin un programa integral que incluya cambios drásticos en las políticas
fiscal y monetaria y en el manejo de nuestra industria petrolera, así
como el inicio del rescate del aparato productivo nacional, hoy en
auténtica bancarrota, no podremos esperar en el curso del año otra cosa
que más inflación, más escasez y otra devaluación. Aunque algunos sabios
hablen de institucionalización de un esquema dual, en algún momento la
realidad terminará imponiéndose sobre la charlatanería.
Luis Beltrán Petrosini (Venezuela)
Es economista egresado de la Universidad Católica Andrés Bello en 1965,
con Post-Grado en la Universidad de Birmingham (Inglaterra) donde
obtuvo el Diploma en "National Economic Planning" en 1968.
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