ISABEL PEREIRA PIZANI| EL UNIVERSAL
lunes 3 de febrero de 2014 12:00 AM
Año 2014. Venezuela amanece fuertemente perturbada. Versiones de la realidad se confrontan de manera casi irresoluble. Maduro se concentra en la política cambiaria, en más controles, en una fuerte arremetida contra los viajeros y las telenovelas. Omite la recuperación del aparato productivo, la superación de la dependencia de las importaciones y la posibilidad de crear empleos. Gerver Torres por su parte nos anuncia las peores perspectivas en toda América Latina, "menor crecimiento, más alta inflación y escasez, mayor déficit fiscal, la más acentuada devaluación de la moneda, mayores distorsiones cambiarias, menores volúmenes de inversión privada, el más elevado índice de riesgo país". Opinión sostenida por nuestros mejores economistas: "se trata de un cuadro adverso en lo fiscal, monetario, petrolero, productivo, que impide estabilizar precios y tipo de cambio. Seguirá cayendo el salario real", (Orlando Ochoa). Son lecturas divergentes de la realidad, aunque la impertinente razón esté al lado de los economistas quienes desnudan crudamente lo que estamos viviendo.
Una pregunta nos asalta: ¿si el tema económico se representa en indicadores, fríos, asépticos e indiscutibles, cómo es posible que el Gobierno mienta? Solo el diputado Jesús Farías, de la ortodoxia comunista más profunda, se atreve a decir que el futuro depende del desarrollo económico equilibrado. ¿Qué entenderá este señor por "equilibrado"? ¿Será la desaparición final de la economía privada, la propiedad y la libertad? Hoy, la escasez de productos alcanza más de 24%, una cifra sin precedentes. Vivimos de importaciones que pagamos con el dinero de los hospitales, las escuelas, las universidades, las carreteras, la electricidad y todo lo demás. La inflación (56.4%) es la más alta del mundo, porque en el resto de la humanidad ya eso no es un problema. En Brasil, Chile y Colombia es inferior a 5%.
A este caos económico se suma la explosión de la inseguridad, que es criminal e irresponsable calificar como campaña de medios. La inseguridad está allí. Los 24.763 muertos son una cifra más grave y poderosa que cualquier indicador macroeconómico. Con el agravante de que los homicidas, en la mayoría de los casos, son adolescentes, "hombres nuevos" hechos en socialismo, en una sociedad con un Gobierno que se mueve entre la impunidad frente al hampa (solo 7% de los crímenes son castigados) y el criminal abuso de poder contra los ciudadanos, tal como muestra la prisión de Simonovis. ¡Dejen en paz a las telenovelas!
Estos son los componentes de un país perturbado, triste, deprimido, con una parte de la población buscando pasaportes para salir no se sabe dónde.
Este cisma social, cultural y económico nos obliga a superar las parcelas, los individualismos, y a buscar salidas, tal como está haciendo Leopoldo López cuando abre un diálogo directo y frontal con los socialdemócratas para buscar acuerdos. O como María Corina, gran defensora de la libertad, denunciando las violaciones y las mentiras justificatorias del régimen. O en la lucha sin tregua de Capriles a quien el Gobierno intenta exterminar por todos los medios. Ellos nos representan a todos, como Antonio Ledezma cuando derrota a un contrincante mezquino y prepotente. Son nuestros líderes actualmente, cuando se han cruzado los umbrales de tolerancia, junto a los periodistas del Correo del Caroní, a los grandes periódicos nacionales y regionales y a los valientes de RCR que permiten a sus anclas convertirse en barrera inexpugnables frente a la mentira, el abuso y la intolerancia gubernamental.
Solo nos queda asumir nuestra responsabilidad, sin esperar, sin culpar a la oposición, a la MUD, a nuestros líderes, al pasado. Unirnos en las grandes tareas para recuperar nuestra independencia, maltratada por la dictadura cubana a la cual regalamos 12 mil millones de dólares anuales. Defender la propiedad de los ciudadanos y su derecho a producir e intercambiar con libertad, derogar las leyes fraudulentas y las burocracias extorsionadoras. Transferir los monopolios públicos a manos de los ciudadanos. Recuperar la justicia, la libertad de informar y elegir libremente, sin CNE comunista por medio. Acabar con la farsa de los subsidios extorsionadores para los pobres y abrirles las puertas de la prosperidad de verdad. Recuperar la paz social, el respeto y la confianza en nosotros mismos.
Estas son algunas de nuestras grandes tareas. No hay excusas para no luchar por ellas. ¡Sigamos a nuestros líderes!
Una pregunta nos asalta: ¿si el tema económico se representa en indicadores, fríos, asépticos e indiscutibles, cómo es posible que el Gobierno mienta? Solo el diputado Jesús Farías, de la ortodoxia comunista más profunda, se atreve a decir que el futuro depende del desarrollo económico equilibrado. ¿Qué entenderá este señor por "equilibrado"? ¿Será la desaparición final de la economía privada, la propiedad y la libertad? Hoy, la escasez de productos alcanza más de 24%, una cifra sin precedentes. Vivimos de importaciones que pagamos con el dinero de los hospitales, las escuelas, las universidades, las carreteras, la electricidad y todo lo demás. La inflación (56.4%) es la más alta del mundo, porque en el resto de la humanidad ya eso no es un problema. En Brasil, Chile y Colombia es inferior a 5%.
A este caos económico se suma la explosión de la inseguridad, que es criminal e irresponsable calificar como campaña de medios. La inseguridad está allí. Los 24.763 muertos son una cifra más grave y poderosa que cualquier indicador macroeconómico. Con el agravante de que los homicidas, en la mayoría de los casos, son adolescentes, "hombres nuevos" hechos en socialismo, en una sociedad con un Gobierno que se mueve entre la impunidad frente al hampa (solo 7% de los crímenes son castigados) y el criminal abuso de poder contra los ciudadanos, tal como muestra la prisión de Simonovis. ¡Dejen en paz a las telenovelas!
Estos son los componentes de un país perturbado, triste, deprimido, con una parte de la población buscando pasaportes para salir no se sabe dónde.
Este cisma social, cultural y económico nos obliga a superar las parcelas, los individualismos, y a buscar salidas, tal como está haciendo Leopoldo López cuando abre un diálogo directo y frontal con los socialdemócratas para buscar acuerdos. O como María Corina, gran defensora de la libertad, denunciando las violaciones y las mentiras justificatorias del régimen. O en la lucha sin tregua de Capriles a quien el Gobierno intenta exterminar por todos los medios. Ellos nos representan a todos, como Antonio Ledezma cuando derrota a un contrincante mezquino y prepotente. Son nuestros líderes actualmente, cuando se han cruzado los umbrales de tolerancia, junto a los periodistas del Correo del Caroní, a los grandes periódicos nacionales y regionales y a los valientes de RCR que permiten a sus anclas convertirse en barrera inexpugnables frente a la mentira, el abuso y la intolerancia gubernamental.
Solo nos queda asumir nuestra responsabilidad, sin esperar, sin culpar a la oposición, a la MUD, a nuestros líderes, al pasado. Unirnos en las grandes tareas para recuperar nuestra independencia, maltratada por la dictadura cubana a la cual regalamos 12 mil millones de dólares anuales. Defender la propiedad de los ciudadanos y su derecho a producir e intercambiar con libertad, derogar las leyes fraudulentas y las burocracias extorsionadoras. Transferir los monopolios públicos a manos de los ciudadanos. Recuperar la justicia, la libertad de informar y elegir libremente, sin CNE comunista por medio. Acabar con la farsa de los subsidios extorsionadores para los pobres y abrirles las puertas de la prosperidad de verdad. Recuperar la paz social, el respeto y la confianza en nosotros mismos.
Estas son algunas de nuestras grandes tareas. No hay excusas para no luchar por ellas. ¡Sigamos a nuestros líderes!
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