MIGUEL BAHACHILLE M.| EL UNIVERSAL
lunes 7 de julio de 2014 12:00 AM
El esfuerzo oficialista por sepultar las quejas del pueblo no solo explicitas, también las encubiertas, es la mejor evidencia del desinfle de la utopía chavista. Todo el mundo sabe que la revolución, además de arrasadora del progreso, se ha topado con la muralla de la corrupción no solo material sino, sobre todo, moral. La publicidad oficial negadora de esta realidad es inútil. El país naufraga mientras los jurásicos persisten en suscitar la faz rancia del hombre que niega el progreso para resaltar sus valoraciones primitivas. Rebeldes bajo efluvio cubano, tipo Giordani, dan por cierto que el venezolano está fatídicamente condenado a la miseria por su herencia cultural. Proclive a sobrellevar la pobreza ¡pero eso sí, bien distribuida!
El desinfle no surge como secuela de las denuncias de Giordani, Navarro, Bernal, Ana Elisa Osorio, Rafael Isea, Florencio Porras, entre otros, ni por el desvío antirrevolucionario de Maduro. Tampoco por su renuncia exigidas por Yoel Acosta Chirinos y Carlos Guyón. No. Ello poco interesa al vecino, sobre todo más pobre, obligado a someterse a severos "reajustes" del consumo mientras sus parientes o/y amigos perecen en hospitales públicos por carencia de equipos y medicinas; o asesinados por la incontrolada criminalidad callejera.
El régimen persiste en gobernar soslayando la corrupción que lo abarrota porque confía en su dominio sobre la sumisa mentalidad del pueblo que bravamente sobrelleva su miseria haciendo colas con muecas de dignidad y resignación revolucionaria. Que las fallas no son endógenas a la revolución sino secuelas de la conspiración del capitalismo mundial para ocultar la hegemonía explotadora de su sistema en decadencia. Mientras Maduro y compañía niegan la existencia de conflictos, el precio de los alimentos en lo que va de año, entre muchos insumos, se ha incrementado en 70%.
El desinfle llegó aunque la elite gubernativa insista en omitir o desfigurar la conflictiva realidad económica del país. Teme que una discusión pública honesta profundice la visible resistencia social en marcha. Por ejemplo, la réplica oficial ante las tropelías de la criminalidad diaria se limita a descalificar las crónicas periodísticas haciendo uso de parábolas estúpidas como que es un fenómeno mundial. Que en Estados Unidos, por ejemplo, la violencia es "tan común como el pastel de manzana". ¿Cómo conciliar el desastre extendido por todo el país con la tentativa oficial de lucir una imagen de avenencia si se producen 2.000 muertes violentas cada mes?
El desinfle llegó aunque que el Gobierno intente encubrirlo echando mano del 90% del total de medios de comunicación actualmente bajo su égida. La idea de dominio pleno como elemento neutralizador de los conflictos mediante la represión, al talante Rodríguez Torres, está internalizada en la estructura mental de revolucionarios de fruslería. Ello, por contrario, no mitiga sino que intensifica la ira nacional.
La elección y la diversidad, aunque conceptos distintos, se hacen inseparables en países con libertad de expresión. Ciertamente Maduro fue proclamado presidente con dudosas cifras y también por un dudoso CNE. Pero hoy la discusión es otra. La diversidad, para angustia del oficialismo, es implícita a la condición ciudadana en sistemas democráticos. El régimen podrá hacerse de todos los medios pero la masa no es estúpida para no percibir el desplome del estándar de vida propio y el de su vecindad en todos los órdenes. Así los pretendidos efectos restrictivos del monopolio oficial con una sola información, "la suya propia", también se ha desinflado.
No es ficción el desinfle manifiesto en los ámbitos de la pluralidad, educación, salud, seguridad, suministros, infraestructura, mano de obra calificada y otros espacios que hacen posible el "pacto social". En contraposición se han inflado el costo de la vida, inseguridad, carestía, corrupción, anarquía y soberbia oficial. El Gobierno cree andar sobre roca cuando el país percibe que lo hace sobre arena movediza que lo entierra con cada paso que da. ¿Cuánto más podrá avanzar en ese itinerario sin desinflarse íntegramente?
El desinfle no surge como secuela de las denuncias de Giordani, Navarro, Bernal, Ana Elisa Osorio, Rafael Isea, Florencio Porras, entre otros, ni por el desvío antirrevolucionario de Maduro. Tampoco por su renuncia exigidas por Yoel Acosta Chirinos y Carlos Guyón. No. Ello poco interesa al vecino, sobre todo más pobre, obligado a someterse a severos "reajustes" del consumo mientras sus parientes o/y amigos perecen en hospitales públicos por carencia de equipos y medicinas; o asesinados por la incontrolada criminalidad callejera.
El régimen persiste en gobernar soslayando la corrupción que lo abarrota porque confía en su dominio sobre la sumisa mentalidad del pueblo que bravamente sobrelleva su miseria haciendo colas con muecas de dignidad y resignación revolucionaria. Que las fallas no son endógenas a la revolución sino secuelas de la conspiración del capitalismo mundial para ocultar la hegemonía explotadora de su sistema en decadencia. Mientras Maduro y compañía niegan la existencia de conflictos, el precio de los alimentos en lo que va de año, entre muchos insumos, se ha incrementado en 70%.
El desinfle llegó aunque la elite gubernativa insista en omitir o desfigurar la conflictiva realidad económica del país. Teme que una discusión pública honesta profundice la visible resistencia social en marcha. Por ejemplo, la réplica oficial ante las tropelías de la criminalidad diaria se limita a descalificar las crónicas periodísticas haciendo uso de parábolas estúpidas como que es un fenómeno mundial. Que en Estados Unidos, por ejemplo, la violencia es "tan común como el pastel de manzana". ¿Cómo conciliar el desastre extendido por todo el país con la tentativa oficial de lucir una imagen de avenencia si se producen 2.000 muertes violentas cada mes?
El desinfle llegó aunque que el Gobierno intente encubrirlo echando mano del 90% del total de medios de comunicación actualmente bajo su égida. La idea de dominio pleno como elemento neutralizador de los conflictos mediante la represión, al talante Rodríguez Torres, está internalizada en la estructura mental de revolucionarios de fruslería. Ello, por contrario, no mitiga sino que intensifica la ira nacional.
La elección y la diversidad, aunque conceptos distintos, se hacen inseparables en países con libertad de expresión. Ciertamente Maduro fue proclamado presidente con dudosas cifras y también por un dudoso CNE. Pero hoy la discusión es otra. La diversidad, para angustia del oficialismo, es implícita a la condición ciudadana en sistemas democráticos. El régimen podrá hacerse de todos los medios pero la masa no es estúpida para no percibir el desplome del estándar de vida propio y el de su vecindad en todos los órdenes. Así los pretendidos efectos restrictivos del monopolio oficial con una sola información, "la suya propia", también se ha desinflado.
No es ficción el desinfle manifiesto en los ámbitos de la pluralidad, educación, salud, seguridad, suministros, infraestructura, mano de obra calificada y otros espacios que hacen posible el "pacto social". En contraposición se han inflado el costo de la vida, inseguridad, carestía, corrupción, anarquía y soberbia oficial. El Gobierno cree andar sobre roca cuando el país percibe que lo hace sobre arena movediza que lo entierra con cada paso que da. ¿Cuánto más podrá avanzar en ese itinerario sin desinflarse íntegramente?
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