LIDES J. ROJAS L.
| EL UNIVERSAL
miércoles 3 de septiembre de 2014 12:00 AM
En estos 16 años, más allá de
la solidez de las candidaturas de Hugo Chávez, las contiendas
electorales han pasado por diferentes facetas. Muchas de ellas
repetidas. Y, tal vez, con mucho chance de que esos escenarios vuelvan a
ocurrir. Son las vueltas de la historia sobre su propio eje.
El proceso electoral de 1998, cuando gana Chávez por primera vez montado en la onda de la antipolítica, la polarización, la división, el resentimiento y el discurso agresivo, convocó a votantes que apuntaron a dos opciones diferentes a AD y Copei. O era Chávez o era Salas Römer. Ambas candidaturas, ya en ambiente polarizado, aglutinaron desde independientes hasta partidos y partiditos a su alrededor. Pues, nada. Paliza y el país entró en la era de lo que muchos llaman el largo mandato de la fuerza cívico-militar, aunque para muchos es más militar que cívica. Unos votaron por un militar con pasado golpista, pero que prometía carácter y orden, decencia y encaminar el país por el rumbo del desarrollo. Otros votaron por todo lo contrario, pues no creían la oferta del militar. Más bien tenían miedo de sus andares por Cuba y su cercanía con el mundo del castrismo y su ruinoso comunismo.
El referendo constitucional de 1999 estuvo rodeado de aguaceros interminables y la terrible tragedia de Vargas. Abstención importante, aunque el debate previo fue intenso y más polarizante todavía. También lo gana Chávez, aunque esa Constitución fue reformada posteriormente luego de una derrota para el chavismo que no le impidió llevar otra vez a consulta los puntos que ya le habían negado. Otros los metieron como leyes a punta de habilitantes. La relegitimación del 2000 contra Arias Cárdenas fue otro paseo para el oficialismo. Más adelante, y saltando algunos hitos, a la oposición le dio por escoger el camino de la abstención tanto en las parlamentarias como en los comicios para elegir gobernadores. El resultado catastrófico. Lo curioso es que a pesar de la experiencia totalmente negativa, una buena parte de la oposición no ha abandonado esa estrategia. Tal vez por eso se han lanzado por diferentes toboganes. Votar, no votar, abstenerse, tomar las calles, guarimbear, protestar, recogerse, no hacer nada, esperar que Maduro se caiga solo. La gama es amplia, pero hasta ahora ninguna exitosa. De hecho, algunas brutalmente equivocadas. Un verdadero carrusel. Sube y baja. Hasta ahí.
Ahora mismo, la MUD estalló y la oposición busca reacomodos de cara a las elecciones parlamentarias. Pero en la calle hay más preocupación por hacer la cola para buscar la comida y tratar de sacar el mejor provecho a un salario golpeado por la inflación, que por andar montados en la protesta y la diatriba política. Una muestra evidente fue el fracasado cacerolazo convocado durante la semana pasada. Ollitas y algunos pitos. Si el gobierno tuviera que preocuparse por esa noche, pues será hasta el 2030 y fácil.
Y, cuidado si la abstención reaparece como primera opción en el 2015. Otra caída en el carrusel. Otra vuelta de la historia.
El proceso electoral de 1998, cuando gana Chávez por primera vez montado en la onda de la antipolítica, la polarización, la división, el resentimiento y el discurso agresivo, convocó a votantes que apuntaron a dos opciones diferentes a AD y Copei. O era Chávez o era Salas Römer. Ambas candidaturas, ya en ambiente polarizado, aglutinaron desde independientes hasta partidos y partiditos a su alrededor. Pues, nada. Paliza y el país entró en la era de lo que muchos llaman el largo mandato de la fuerza cívico-militar, aunque para muchos es más militar que cívica. Unos votaron por un militar con pasado golpista, pero que prometía carácter y orden, decencia y encaminar el país por el rumbo del desarrollo. Otros votaron por todo lo contrario, pues no creían la oferta del militar. Más bien tenían miedo de sus andares por Cuba y su cercanía con el mundo del castrismo y su ruinoso comunismo.
El referendo constitucional de 1999 estuvo rodeado de aguaceros interminables y la terrible tragedia de Vargas. Abstención importante, aunque el debate previo fue intenso y más polarizante todavía. También lo gana Chávez, aunque esa Constitución fue reformada posteriormente luego de una derrota para el chavismo que no le impidió llevar otra vez a consulta los puntos que ya le habían negado. Otros los metieron como leyes a punta de habilitantes. La relegitimación del 2000 contra Arias Cárdenas fue otro paseo para el oficialismo. Más adelante, y saltando algunos hitos, a la oposición le dio por escoger el camino de la abstención tanto en las parlamentarias como en los comicios para elegir gobernadores. El resultado catastrófico. Lo curioso es que a pesar de la experiencia totalmente negativa, una buena parte de la oposición no ha abandonado esa estrategia. Tal vez por eso se han lanzado por diferentes toboganes. Votar, no votar, abstenerse, tomar las calles, guarimbear, protestar, recogerse, no hacer nada, esperar que Maduro se caiga solo. La gama es amplia, pero hasta ahora ninguna exitosa. De hecho, algunas brutalmente equivocadas. Un verdadero carrusel. Sube y baja. Hasta ahí.
Ahora mismo, la MUD estalló y la oposición busca reacomodos de cara a las elecciones parlamentarias. Pero en la calle hay más preocupación por hacer la cola para buscar la comida y tratar de sacar el mejor provecho a un salario golpeado por la inflación, que por andar montados en la protesta y la diatriba política. Una muestra evidente fue el fracasado cacerolazo convocado durante la semana pasada. Ollitas y algunos pitos. Si el gobierno tuviera que preocuparse por esa noche, pues será hasta el 2030 y fácil.
Y, cuidado si la abstención reaparece como primera opción en el 2015. Otra caída en el carrusel. Otra vuelta de la historia.
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