El oficialismo rojo es incansable en esto de burlarse del pueblo venezolano. En el presente, por cierto, la burla está en un verdadero pico. La denominada “revolución” repite y repite que con ella “manda el pueblo”, pero resulta que la mayoría del pueblo votó por la oposición en las elecciones legislativas, y si le tienen el juego trancado a la Asamblea Nacional, entonces se lo tienen trancado al pueblo, y entonces es una burla lo de que mande el pueblo…
En realidad, ha sido una burla desde hace añales. Porque reconocer que un adversario gana unos comicios, pero no reconocer su derecho a gobernar, es una burla al pueblo. Tal y como fue, entre muchos, el caso del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, además preso político de la hegemonía. Tal y como fue, así mismo, el aceptar que el proyecto de Reforma Constitucional de 2007 fuera desaprobado referendariamente, para luego introducirlo de contrabando mediante leguyerías.
La Constitución de 1999 reitera el principio de que la soberanía reside en el pueblo, quien la ejerce mediante el sufragio. Respetar eso es respetar al pueblo. Irrespetar eso es irrespetar al pueblo. Burlarse de eso es burlarse del pueblo. La lógica no es difícil de entender. Acaso por ello, el predecesor propuso suprimir este principio histórico en el referido proyecto de reforma. Así la burla quedaría como letra constitucional. Pero la mayoría de los electores, a pesar de todos los ventajismos, dijo que no.
Y en estos momentos otra burla en pleno desarrollo es el tratamiento del poder hegemónico a la solicitud de referendo revocatorio. Por la vía de unos reglamentos, el CNE obstaculiza el revocatorio constitucional con el objetivo de irlo posponiendo hasta cuando ya no tenga mucho sentido. Es decir, en el bienio final del sexenio. En realidad, están replicando las argucias y tropelías del proceso revocatorio efectuado en tiempos del predecesor. Se sabía que ello ocurriría. No obstante, el grueso de los factores de la oposición optó por promover el revocatorio.
Pero el tema o la opción de la renuncia permanece vigente, aunque no suscite el apoyo que debería suscitar en el ensamble de la oposición política venezolana. Una renuncia voluntaria o inducida por la presión socio-política. Condiciones para ello las hay de sobra, como acontece en los países que entran en terrenos de crisis humanitaria. Incluso, ante el candado que le quieren poner a un revocatorio efectivo, es probable que la opción de la renuncia adquiera la fuerza que merece. Esperemos que sea así.
En todo caso, si el oficialismo no se cansa de burlarse del pueblo, el pueblo si está cansado de que el oficialismo se burle de él. Son muchos años en eso. Muchos años de embarques. Muchos años de mentiras. Muchos años de burlas. De pura burla. ¿Hasta cuándo?
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