El medio indican que las calles hablaron en la capital del país y que no fueron 30.000 personas como aseguró el presidente Nicolás Maduro sino cientos de miles
El medio colombiano El Tiempo dedicó su editorial a hechos ocurridos el 1° de septiembre en el marco de la Toma de Caracas.
El artículo de opinión fue titulado "La marea blanca venezolana" y detalla que la marcha en Caracas confirma que así como el chavismo perdió las urnas, también perdió las calles.
Indican que las calles hablaron en la capital del país y que no fueron 30.000 personas como aseguró el presidente Nicolás Maduro sino cientos de miles.
"Lo del jueves confirmó algo que ya se intuía desde las parlamentarias del 6 de diciembre: así como el chavismo perdió las urnas, también perdió las calles", expresan.
A continuación el editorial íntegro:
La calle habló en Caracas, y lo hizo bien fuerte. Pero esta vez no fue a través de una interminable ola ‘roja rojita’, como en los tiempos felices del finado Hugo Chávez, sino que fue una marea blanca que, con civismo, respeto y esperanza, colmó las calles de la capital venezolana para exigirle al Consejo Nacional Electoral (CNE) que agilice los trámites para el referendo que busca revocar el gobierno del presidente Nicolás Maduro y fije pronto la fecha de recolección de cuatro millones de firmas necesarias para convocarlo.
No fueron 30.000 personas, como dijo un cándido Maduro en la no tan grande réplica roja con la que quiso responder el oficialismo, sino cientos de miles (un millón, según los organizadores) las que coparon varias de las más importantes avenidas de esta urbe, que así mismo salió a protestar por la escasez de alimentos y medicamentos –que llega al 80 por ciento– y por la inflación –que, según proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), alcanzará este año el 720 por ciento, una cifra récord para el mundo–.
Lo del jueves confirmó algo que ya se intuía desde las parlamentarias del 6 de diciembre: así como el chavismo perdió las urnas, también perdió las calles.
De ahí el desespero de un Maduro que hizo todo cuanto estuvo a su alcance para boicotear el clamor ciudadano, desde ordenar bloquear los buses que, procedentes de diferentes regiones, querían llegar a la ‘toma de Caracas’ –como se denominó la iniciativa de la oposición– hasta amenazar con cárcel, cerrar rutas de metro, armar retenes, prohibir a los canales de TV transmitir y no dejar volar drones para que no se pudiera apreciar la magnitud de la movilización ciudadana. Toda una pista de obstáculos, que los ilusionados venezolanos lograron remontar.
Capítulo aparte merecen las expulsiones de varios equipos periodísticos que arribaron al país a cubrir el 1-S, hecho que dejó en evidencia, una vez más, el espíritu totalitario y represivo que mueve a este régimen, el cual cerró con broche de oro su cadena de exabruptos al anunciar que prepara un paquete de medidas para levantar la inmunidad de los parlamentarios. Un ‘fujimorazo’ histórico. Ya varios alcaldes y dirigentes de la oposición han sido detenidos en los últimos días.
El éxito de la movilización del jueves le permite a la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD) recuperar la iniciativa en el debate político tras los reveses propinados por el CNE y el Tribunal Supremo de Justicia, que prácticamente le está quitando las competencias al Legislativo, y dar un golpe de opinión cívico ante las acusaciones oficialistas de querer perpetrar un golpe de Estado.
Ello no significa que el camino hacia el referendo esté despejado, así un 64 por ciento de los venezolanos, según Venebarómetro, estén dispuestos a votar para sacar a Maduro del poder. Por eso se vienen jornadas de presión en todos los estados.
Es claro que ni el gobierno chavista ni sus órganos de bolsillo van a dejar que se realice el referendo, al menos antes del 10 de enero, para así garantizar que si Maduro finalmente es revocado, el poder recaiga en algún dirigente chavista de su mismo talante. O peor que él.
No fueron 30.000 personas, como dijo un cándido Maduro en la no tan grande réplica roja con la que quiso responder el oficialismo, sino cientos de miles (un millón, según los organizadores) las que coparon varias de las más importantes avenidas de esta urbe, que así mismo salió a protestar por la escasez de alimentos y medicamentos –que llega al 80 por ciento– y por la inflación –que, según proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), alcanzará este año el 720 por ciento, una cifra récord para el mundo–.
Lo del jueves confirmó algo que ya se intuía desde las parlamentarias del 6 de diciembre: así como el chavismo perdió las urnas, también perdió las calles.
De ahí el desespero de un Maduro que hizo todo cuanto estuvo a su alcance para boicotear el clamor ciudadano, desde ordenar bloquear los buses que, procedentes de diferentes regiones, querían llegar a la ‘toma de Caracas’ –como se denominó la iniciativa de la oposición– hasta amenazar con cárcel, cerrar rutas de metro, armar retenes, prohibir a los canales de TV transmitir y no dejar volar drones para que no se pudiera apreciar la magnitud de la movilización ciudadana. Toda una pista de obstáculos, que los ilusionados venezolanos lograron remontar.
Capítulo aparte merecen las expulsiones de varios equipos periodísticos que arribaron al país a cubrir el 1-S, hecho que dejó en evidencia, una vez más, el espíritu totalitario y represivo que mueve a este régimen, el cual cerró con broche de oro su cadena de exabruptos al anunciar que prepara un paquete de medidas para levantar la inmunidad de los parlamentarios. Un ‘fujimorazo’ histórico. Ya varios alcaldes y dirigentes de la oposición han sido detenidos en los últimos días.
El éxito de la movilización del jueves le permite a la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD) recuperar la iniciativa en el debate político tras los reveses propinados por el CNE y el Tribunal Supremo de Justicia, que prácticamente le está quitando las competencias al Legislativo, y dar un golpe de opinión cívico ante las acusaciones oficialistas de querer perpetrar un golpe de Estado.
Ello no significa que el camino hacia el referendo esté despejado, así un 64 por ciento de los venezolanos, según Venebarómetro, estén dispuestos a votar para sacar a Maduro del poder. Por eso se vienen jornadas de presión en todos los estados.
Es claro que ni el gobierno chavista ni sus órganos de bolsillo van a dejar que se realice el referendo, al menos antes del 10 de enero, para así garantizar que si Maduro finalmente es revocado, el poder recaiga en algún dirigente chavista de su mismo talante. O peor que él.
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