Carlos Blanco
Tal vez la medida más audaz del chavismo en su etapa postrera y decrépita, la del madurismo, es el “Carnet de la Patria”; instrumento electrónico que permite obtener alimentos y medicinas regalados, especialmente las bolsas CLAP. Para obtenerlo se inquiere sobre el partido político al cual pertenece quien lo procura y si está inscrito en la Gran Misión Vivienda Venezuela. Se reportan sitios en los que la inscripción coincide con una mágica y simultánea inscripción en el partido de gobierno.
Sin embargo, el propósito más claro lo estableció Maduro cuando dijo: “Vamos a concentrar inmensos esfuerzos para generar un nuevo Poder Popular, mejor, más grande, el mejor organizado Poder Popular de la Revolución Bolivariana”. Tratan de ampliar el cerco sobre el ciudadano con hambre. Ese ser, inerme ante un Estado que lo ha expoliado, arruinado y degradado con la inflación, el desempleo y la escasez, se le acerca y le dice al oído: “Tendrás comida barata o gratis, te daremos las medicinas que quieres, pero eso sí, entréganos tu alma de ciudadano, ensártate en el PSUV y entrámpate con nosotros en el poder popular naciente”.
Aunque no se note a primera vista, lo que ha venido ocurriendo y ahora con este carnet es mucho más evidente, es que se obliga a los venezolanos a romper todos sus lazos sociales previos, los construidos a lo largo de la vida de sus familias y de la existencia individual, para caer prisionero en las redes del “poder popular”. Es el silbido de la culebra emponzoñada que atolondra, para que los ciudadanos marchen hacia su conversión en una masa amorfa, que no construye poder alguno, sino que lo cede a los facinerosos que mandan.
El Carnet de la Patria también es un censo electoral que le facilita a un régimen carente de cualquier escrúpulo el tocar la puerta de una casa, para recordar, como el mafioso que manosea la cacha de su pistola cuando conversa con un subordinado vacilante, que tu derecho a comer o a tener medicinas pasa por sumergirte gozoso en las miasmas de la charca revolucionaria. Pero también procura otro objetivo: crear condiciones para acudir a elecciones sobre la base de la intimidación, el chantaje y el soborno; es decir, del miedo. Ocurrió en 2003 con el referéndum revocatorio, cuando Fidel Castro le recomendó a Chávez las “misiones”, con las cuales crearon las condiciones para ocultar el fraude electoral de 2004 y “ganar” el RR de entonces.
No. Esta gente no tiene intención de entregar el poder de ninguna manera. Lo sabemos. Sólo lo entregará cuando se le arranque de sus pezuñas.
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