Gustavo Coronel
1. País
degradado
Un
narco-general ministro del interior, un terrorista vicepresidente, un
asesino presidente del Tribunal Supremo de Justicia, un esquiador quien
nunca ha
visto la nieve representando al país, el voto de Venezuela suspendido
en la ONU por falta de pago, miembros de la familia “presidencial” en
prisión por narcotraficantes. Estos son algunos de los recientes eventos
tragicómicos que ilustran el nivel de degradación
y mediocridad al cual ha llegado el país bajo el payaso presidente.
Venezuela
está en uno de los puntos más bajos de su historia y todavía hay gente
que uno creía sensata y digna promoviendo un diálogo con los bandidos
que
integran el gobierno.
Venezuela
ha sido llevada a un nivel de degradación tal que ello amenaza la
integridad de la nación. Nunca antes habíamos visto tanta corrupción,
tanta miseria
material y espiritual como la que existe hoy en Venezuela. Ya no se
trata de problemas específicos, que los hay de sobra. Se trata de una
verdadera claudicación del espíritu en grandes sectores de la población,
no solamente entre el chavismo sino en lo que
creíamos era la Venezuela digna.
En
este sentido el efecto de lo que ha sucedido y sucede en Venezuela
durante el siglo XXI nos acompañará por un largo tiempo. El chavismo ha
hecho aflorar
las peores facetas del alma venezolana. El chavismo activo ejerce la
corrupción, la mentira y el descaro. Y hay un país pasivo que está
demostrando resignación, indiferencia y cobardía.
Hay
todavía un grupo de venezolanos irreductibles, no sabría cuantificarlo,
que mantiene viva la esperanza de una redención. Algunos de sus miembros
están
presos y otros perseguidos por el chavismo activo y hasta
estigmatizados por los cobardes del país pasivo. Esos venezolanos serán
quienes tratarán de restituir en el país los fundamentos indispensables
para una sociedad sana: la dignidad, la buena ciudadanía,
el verdadero liderazgo. El grupo permanece sólido, cada vez más
empeñado en resistir los atropellos que se llevan a cabo en el país
degradado.
2. Cuales
tribunales, Luis?
En http://contrapunto.com/mobile/noticia/ugalde-no-estoy-llamando-al-golpe-de-estado-estoy-llamando-a-respetar-la-constitucion-122831/ puede
leerse una entrevista a nuestro admirado Luis Ugalde, quien es uno de
los venezolanos más valientes y valiosos del momento, junto con Leopoldo
López, María Corina Machado y Enrique Aristeguieta Gramcko. Estamos de
acuerdo con él en casi todo lo que dice, menos
en dos de sus afirmaciones: una, que el “país no puede cambiar sin el
concurso del chavismo”. Y, dos, “para los delitos están los tribunales”.
En el primer caso, Luis parecería pensar que un sector importante del
pueblo es chavista y que sin el concurso de
ese pueblo no es posible reparar nuestros daños. Yo creo que lo que se
llama pueblo chavista es apenas el grupo poblacional más dependiente del
estado paternalista, no importa el nombre de quien esté a su cargo. No
parecería aconsejable hacerle creer a ese
grupo que ha tenido razón en su manera de comportarse. Al contrario,
ha sido mal acostumbrado por el gobernante de turno a depender del
estado y es necesario hacerle ver que hay otras formas más dignas de
vivir. El mismo Luis ha hablado con frecuencia de
la necesidad de convertirlos en “productores”. El llamado chavismo es
el equivalente al grupo parasitario del estado.
Chávez
les cayó a realazos al pueblo. Por ello todavía hay quienes piensan que
eran felices bajo Chávez pero ya hay muchos otros que se han dado cuenta
de que el chavismo fue un fraude. Luis mismo nos dice que en la zona
donde él vive, la cual era chavista, ese sentimiento ya no predomina.
En
el segundo caso, lo de los tribunales como el foro en el cual se
dirimen los crímenes de corrupción y de fraude a la Nación, Luis sugiere
en su entrevista
que sean ellos los que se encarguen del castigo a los culpables a esos
tribunales. Yo no lo creo así. El castigo a los responsables de lo que
ha sucedido en Venezuela durante los últimos 18 años tiene que venir de
la sociedad venezolana en masa, tiene que
existir un repudio generalizado, un rechazo basado en consideraciones
de moral ciudadana. Sin ese rechazo corremos el riesgo de un borrón y
cuenta nueva. Y eso sería una invitación a repetir nuestra gran
tragedia.
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