Beatriz De Majo
Una importante batalla en el área de la propiedad intelectual la acaba de ganar el presidente norteamericano Donald Trump al conseguir que las autoridades chinas en ese terreno le concedieran protección legal a su apellido en lo que respecta a su uso como una marca comercial. La sentencia, sin embargo, no es multicomprensiva, es decir, solo abarca la protección del nombre Trump en el territorio chino para su uso en edificaciones o en servicios de construcción.
Ya desde inicios de siglo el uso del nombre del hoy inquilino de la Casa Blanca en un universo amplio de productos fabricados en China era frecuente. En 2006, un constructor chino, Dong Wei solicitó y consiguió registrar la marca Trump para actividades y servicios de construcción. Esa resultó ser la gota que rebasó la copa y dio inicio a un juicio que fue conducido con prudencia y en voz baja a lo largo de los años.
El tema saltó a la prensa a partir del momento en que comenzaron a ser publicitados ampliamente los inodoros inteligentes o retretes de marca Trump y al salir al mercado una marca de preservativos que también exhibían el apellido del hombre que hoy rige los destinos de la nación más poderosa del planeta. Algunos intentaban vender la especie de que los chinos estaban poniendo el nombre de su enemigo en algunas marcas para provocar su desprestigio. Nada más lejano a la manera de actuar del comerciante chino. Siguieron marcas de automóviles apellidados Trumpchi y un conjunto menos notorios de productos que lo que perseguían era beneficiarse del bien ganado prestigio de un hombre de negocios de reconocida notoriedad en Norteamérica. Durante la campaña electoral norteamericana el tema del uso del nombre del candidato americano se puso en la palestra publicitaria con frecuencia. Un artículo publicado en el Global Times, periódico propiedad del Diario del Pueblo, es decir, del Partido Comunista rezaba: “Si Donald Trump no logra ganarse un sitio en la Casa Blanca, siempre habrá un trono esperándole en China con su nombre”.
Lo que ha ocurrido es que una transición importante se ha estado produciendo dentro de la filosofía publicitaria en ese país. Hasta hace unos 20 años aquellos elementos que apelaran a las tradiciones ancestrales del país eran vistos con preferencia por el público consumidor. Los anunciantes, en su deseo de atraer la mirada de las nuevas generaciones con frecuencia hacían apelación de las costumbres de sus padres con algún éxito. Sin embargo, la presencia incisiva del lujo y del prestigio que más recientemente ha sido aireada dentro de la corriente de la apertura hacia Occidente ya puso en el escenario las grandes marcas de lujo y los nombres de personajes, artistas y deportistas prestigiosos. Así que ¿por qué no Donald Trump, con toda la carga de éxitos asociados a su nombre?
Esta pasada semana, por último, se dio a conocer el resultado final de la disputa legal que ya tenía 10 años de vieja. En adelante, la Organización Trump será la única entidad que podrá levantar edificios con ese nombre en el territorio de la gran nación. La marca Trump seguirá legalmente utilizándose en China para multitud de otros productos con los que el magnate y presidente no tiene relación.
El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores del gobierno de Xi lo puso en términos inequívocos: “Las autoridades chinas de protección de marcas protegen los legítimos derechos e intereses de los titulares chinos o extranjeros de derechos de marcas en un pie de igualdad”.
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