José Guerra
10 Octubre, 2012
Un resumen comparativo de los resultados de los últimos comicios dan cuenta que en lugar de crecer, el caudal electoral de Hugo Chávez ha disminuido, tal como se aprecia en el gráfico adjunto. En concreto, entre 2012 y 2006, el padrón electoral aumentó en 3.300.000 votantes. Si comparamos la votación obtenida en 2006 con la de 2012, Hugo Chávez incrementó su votación en aproximadamente 700.000 electores. Por su parte, Henrique Capriles, al obtener 6.500.000 votos en estas elecciones, ello representó un aumento de 2.100.000 votantes con relación a la obtenida por Manuel Rosales en 2006. Ello sugiere que del total de nuevos electores, Capriles capturó el 80% mientras que Hugo Chávez se llevó el 20%. Esto claramente refuerza el liderazgo de Capriles como conductor de las fuerzas democráticas de Venezuela. De aproximadamente 14.500.000 personas que votaron, el 45% no cayeron cautivados por la propuesta de Hugo Chávez y además no fueron permeables al vendaval monetario que circuló por Venezuela. Ello le confiere a las fuerzas democráticas un piso fundamental para iniciar una cruzada política en Venezuela que se proponga dos objetivos. En primer lugar, contener el avance de un proyecto claramente autocrático con visos totalitarios y en segundo lugar, de manera paciente pero sostenida, desalojar a Chávez del poder en las próximas elecciones, cualquiera sea la fecha.
La tarea inmediata, sin embargo, es emplear los votos obtenidos en las entidades regionales para ganar gobernaciones. La evidencia estadística sugiere que no hay un traspaso de votos presidenciales a gobernadores y alcaldes en el caso del chavismo. Parte de la fuerza que se identifica con el presidente Chávez, sufraga por él cuando es presidente, pero no necesariamente por el abanderado del PSUV para los comicios a gobernador o alcalde. Ello abre una oportunidad para conquistar gobernaciones donde la brecha electoral no es significativa. Sin embargo, la tarea inmediata está precedida por otra no menos importante: neutralizar los pequeños focos que usando y siendo usados, andan propagando la especie nunca probada del fraude lectoral. Ello tiene un efecto político devastador en nuestro electorado al inhibir el voto. Para los aventureros de la política, para quienes nunca han hecho el esfuerzo de construir una organización y llevar una propuesta al país, ello no importa. No ponderan que al perderse la confianza en el voto el camino que quedaría entonces es el más difícil: el de la insurrección. Este atajo no podemos transitarlo porque allí si terminaríamos de atornillar a Chávez en el poder hasta el final de su existencia. Ese fue el error de 2004 y que todavía estamos pagando. La gran mayoría de los propagandistas del fraude desaparecieron de la escena pero quedó su efecto nocivo.
Debe Capriles recuperar la fuerza, la voluntad y comenzar gradualmente a recorrer el país para llevar un mensaje de aliento a sus millones de seguidores, seguir exponiendo su política, mantener la visibilidad y ayudar a los candidatos a gobernaciones. Con ello preservaría su liderazgo y potenciaría sus posibilidades.
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