JORGE CAJÍAS | EL UNIVERSAL
sábado 6 de octubre de 2012 12:00 AM
En pocas horas los venezolanos elegiremos a un nuevo Presidente de la República, luego de una decantada y muy activa campaña electoral, que ha mostrado todo sobre los contendores. A continuación viene la rutina clásica de hacer colas, llevar sol y agua, esperar el turno, votar por nuestro candidato de preferencia, llenar el meñique de tinta, firmar el acta, salir como un petardo para nuestras casas y sintonizar VTV o Globovisión, de acuerdo a nuestras preferencias, a la espera de los resultados.
Todo este proceso es resguardado por la Fuerza Armada Nacional, la cual a través del Plan República despliega a lo largo y ancho de la Nación su poderío militar para garantizar que no se produzcan desórdenes ni alteraciones del orden público, como tampoco se tuerza la voluntad popular.
Hasta aquí todo bien. Pero cuando uno recuerda lo dicho por Chávez cientos de veces de que "la Fuerza Armada Nacional es chavista", a uno como ciudadano común, desarmado, indefenso, sin otro poder que el del voto para cambiar presidentes y gobiernos; y con la certeza de haberle conferido a la propia Fuerza Armada Nacional las armas de la República para defender la independencia, la soberanía y la voluntad del pueblo; pudiera hacérsele sospechoso un proceso electoral que es justamente custodiado por quienes según el propio Presidente de la República ha llamado "chavistas", con lo cual les atribuye a los militares militancia política y no estar al servicio exclusivo de la Nación sino de Chávez o la parcialidad política que él representa, contrariando flagrantemente lo dispuesto en el artículo 328 de la Constitución.
Ha dicho a propósito de esto en forma clara y contundente el propio Antonio Ledezma, Alcalde Mayor de Caracas, que "en las manos de la Fuerza Armada Nacional está la paz y en las manos del pueblo están los votos", con lo cual se conjura la tentación de algunos de suponer en la Fuerza Armada Nacional la posibilidad de falsificar y cambiar sea cual fuese el destino que nos tracemos la decisión del pueblo de Venezuela en las elecciones del 7 de octubre.
Ahora bien, con esos sacos de arena encima de nuestros hombros, gracias a la repetida y crónica ligereza o deseos frustrados de Chávez, de asignarle a la Fuerza Armada Nacional una condición que le es ajena a la propia institucionalidad que estas representan, vamos en forma resuelta a votar y confiar que cada quien hará lo propio: los ciudadanos a expresarnos democráticamente y la Fuerza Armada Nacional a hacer respetar los resultados de las elecciones, gane quien gane. Es allí donde radica el rasgo de mayor civilidad de un pueblo como el nuestro que ha aceptado desde hace más de cincuenta años resolver sus diferencias en las urnas electorales.
No hay dudas que puede haber grupos dispuestos a no aceptar el resultado electoral. Para eso está la Fuerza Armada Nacional, para persuadirlos del respeto a las reglas de la democracia, y someterlos en caso de ser necesario. Tampoco hay dudas que habrá quienes pretendan tentar a la Fuerza Armada Nacional para que incumpla con sus deberes constitucionales. Para eso está el pueblo venezolano que en forma vigilante y con su participación activa custodia a los custodios de la democracia.
Todo este proceso es resguardado por la Fuerza Armada Nacional, la cual a través del Plan República despliega a lo largo y ancho de la Nación su poderío militar para garantizar que no se produzcan desórdenes ni alteraciones del orden público, como tampoco se tuerza la voluntad popular.
Hasta aquí todo bien. Pero cuando uno recuerda lo dicho por Chávez cientos de veces de que "la Fuerza Armada Nacional es chavista", a uno como ciudadano común, desarmado, indefenso, sin otro poder que el del voto para cambiar presidentes y gobiernos; y con la certeza de haberle conferido a la propia Fuerza Armada Nacional las armas de la República para defender la independencia, la soberanía y la voluntad del pueblo; pudiera hacérsele sospechoso un proceso electoral que es justamente custodiado por quienes según el propio Presidente de la República ha llamado "chavistas", con lo cual les atribuye a los militares militancia política y no estar al servicio exclusivo de la Nación sino de Chávez o la parcialidad política que él representa, contrariando flagrantemente lo dispuesto en el artículo 328 de la Constitución.
Ha dicho a propósito de esto en forma clara y contundente el propio Antonio Ledezma, Alcalde Mayor de Caracas, que "en las manos de la Fuerza Armada Nacional está la paz y en las manos del pueblo están los votos", con lo cual se conjura la tentación de algunos de suponer en la Fuerza Armada Nacional la posibilidad de falsificar y cambiar sea cual fuese el destino que nos tracemos la decisión del pueblo de Venezuela en las elecciones del 7 de octubre.
Ahora bien, con esos sacos de arena encima de nuestros hombros, gracias a la repetida y crónica ligereza o deseos frustrados de Chávez, de asignarle a la Fuerza Armada Nacional una condición que le es ajena a la propia institucionalidad que estas representan, vamos en forma resuelta a votar y confiar que cada quien hará lo propio: los ciudadanos a expresarnos democráticamente y la Fuerza Armada Nacional a hacer respetar los resultados de las elecciones, gane quien gane. Es allí donde radica el rasgo de mayor civilidad de un pueblo como el nuestro que ha aceptado desde hace más de cincuenta años resolver sus diferencias en las urnas electorales.
No hay dudas que puede haber grupos dispuestos a no aceptar el resultado electoral. Para eso está la Fuerza Armada Nacional, para persuadirlos del respeto a las reglas de la democracia, y someterlos en caso de ser necesario. Tampoco hay dudas que habrá quienes pretendan tentar a la Fuerza Armada Nacional para que incumpla con sus deberes constitucionales. Para eso está el pueblo venezolano que en forma vigilante y con su participación activa custodia a los custodios de la democracia.
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