Gustavo Coronel
Pudo haber sido un Mandela pero eligió ser un Mugabe. LLegó a la presidencia de Venezuela como producto de dos grandes factores: una, el deterioro de la democracia bipartidista venezolana, después de 40 años de éxitos iniciales y fracasos posteriores; otra, la identificación antropológica, tanto cultural como étnica del candidato con grandes segmentos de la población venezolana. En base al primero, aprovechó el deseo del pueblo por ver un cambio radical en el gobierno. En base al segundo, la mayoría más pobre, llena de sentimientos verdaderos o imaginarios de exclusión, lo adoptó como uno de ellos. En retrospectiva, es fácil ver como el otro candidato fuerte en las elecciones de 1998, Henrique Salas Romer, no tenía posibilidades de triunfo, dados sus ojos azules, actitud imperial y aspecto aristocrático. Los años posteriores nos dirían que Salas hubiese hecho un gobierno mucho mejor y que hay cambios para empeorar y no para mejorar. Pero, en 1998, la mayoría no lo pensó así.
Desde que llegó a la presidencia en elecciones libres Hugo Chávez se dedicó a desmantelar la democracia: disolvió el Congreso; violó la vieja y la nueva constitución; concentró el poder; persiguió a sus adversarios a quienes vejó y ridiculizó. Comenzó una política de dádivas ayudado por el dinero petrolero, mediante la cual reemplazó los programas estructurales de salud con limosnas. Comenzó a intervenir en los asuntos internos de otros países, a fin de crear satélites politicos que le permitieran exportar su confusa ideología extremista y convertirse en un líder internacional. No menos de 150.000 millones de dólares de dinero nuestro fueron a parar a los bolsillos de líderes forajidos en todo el planeta, desde los hermanos Castro en Cuba hasta los grupos terroristas del Medio Oriente. Solo Cuba ha recibido no menos de $25000 millones de dinero que era de nosotros los venezolanos, a través de entregas de petróleo a ínfimo precio, solo pagadas con guardaespaldas y servicios. En total, durante su período de casi 15 años en el poder más absoluto, Chávez recibió más de un millón de millones de dólares sin que hoy veamos en el país nuevas carreteras, escuelas, hospitales o señal alguna de renovación.
Lo peor, sin embargo, fue su siembra de oido, su exclusión masiva de la clase media venezolana y su habilidad para dividir al país en dos segmentos irreconciliables. Este es un daño que durará mucho tiempo después de su desaparición y representa el mayor de sus crímenes.
En sus últimos años, ya enfermo, Hugo Chávez se entregó completamente en brazos de los cubanos castristas. No solo les dió mucho dinero que nos robó a los venezolanos, sino que permitió que tomaran posiciones claves en nuestros sistemas de administración pública y en los sectores más sensitivos tales como el militar, la identificación, la agricultura, la electricidad, los puertos y aeropuertos.
Hoy el régimen se ha dignado decir que Hugo Chávez ha muerto. Algun día sabremos cuando sucedió esa muerte, si en Diciembre en La Habana o cuando y donde.
Ahora viene otro capítulo de esta macabra telenovela. Que hacer con el payaso que quedó en el poder. Nuestra tarea es la reconstrucción espiritual del país pero, antes de eso, habrá que fumigarlo a fondo, sacar a esta gente de raíz de donde nunca debieron estar.
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