Enrique Viloria Vera
Murió el LÍDER, todos tarde o temprano morimos, el hombre es un ser hecho para la muerte, siendo el de cujus un hombre de Estado, una figura pública, le corresponderá a la historia evaluar si su intensa vida de estadista dejó un legado del cual enorgullecernos como súbditos de la llamada Revolución Bolivariana, algunas preguntas pueden ser indicativas de los aspectos a tener en cuenta para evaluar su aporte al país y al mundo:
- ¿Fue un hombre tolerante, permitió el disenso, la opinión disímil, el argumento ajeno?
- ¿Fue un demócrata a carta cabal, admitió la separación de poderes, el control de su gestión gubernamental o fue un autócrata más disfrazado de legalidad?
- ¿Fue un eficiente gerente público, el país cuenta con mejor infraestructura y servicios públicos que los que tuvo en el pasado?
- ¿Defendió la soberanía nacional y la independencia del país frente a otros centros de poderes, o fue un LÍDER entreguista?
- ¿Su gobierno ha sido el más ético que haya conocido Venezuela?
- ¿Fue capaz de diferenciar entre el Estado, el gobierno y el partido oficial?
- ¿Fue un conciliador en el plano internacional o promovió la división entre naciones y países?
- ¿Somos más felices? ¿Salimos a la calle sin miedos ni aprehensiones?
- ¿Nuestros hijos y nietos vivirán mejor que nosotros sin tener que portar un carné rojo o una franela carmesí?
Estas preguntas fundamentales bastan para que la historia, el árbitro inclemente, lo juzgue en el largo plazo, más allá de actitudes gemebundas y de llantos superficiales; en todo caso: Paz a su alma, y a Rey muerto, Rey puesto!
¡VOTAREMOS!
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