23 Enero, 2014
Desde que Hugo Chávez se posesionó en Miraflores, la sociedad y el Estado comenzaron a perder el carácter republicano y secular que habían tenido a partir de la caída de Pérez Jiménez. Ambos ámbitos fueron convirtiéndose en espacios regimentados con predominio de los militares. La Guardia Nacional tiene cada vez mayor presencia en la vida nacional. Las carreteras están cruzadas de alcabalas, sin que la seguridad haya aumentado. En realidad ocurre todo lo contrario, como lo evidenció el asesinato de Mónica Spear y su esposo. Hasta en el Parque del Este los guardias se movilizan con armas de grueso calibre y motos de alta cilindrada. Imitan a RoboCop en un lugar donde el peligro más serio es que los niños se caigan de sus triciclos. El Comandante Supremo, en un arrebato de nostalgia por el Che Guevara y Mao, creó las milicias, cuerpo que recuerda las sociedades más primitivas y, de paso, manipula las necesidades y la fe de unos seres, ya en su ocaso, que deberían disfrutar más la vida.
Donde el militarismo se torna más agudo y peligroso es en el área económica. Los ministros del sector son oficiales de alta graduación. El último que se incorporó al grupo fue el general Marco Torres, que pasó a Finanzas. En manos de los militares se encuentra este despacho, además de Industria, Alimentación y Energía Eléctrica. ¿Por qué Nicolás Maduro les entregó la política económica a los oficiales?
Al nuevo jefe de la revolución bolivariana puede haberle sucedido lo que les pasa a los mitómanos: se creyó sus propias fantasías. Piensa que, en efecto, existe una “guerra económica” contra su administración. Los marxistas suelen ser paranoides, y este no parece la excepción de la regla. Las “guerras” las enfrentan los militares. Por eso los buscó: para que persiguieran y destruyeran al enemigo. ¡Esos cubanos se las traen!
En medio de un conflicto, la economía se dirige dando órdenes, al igual que en los cuarteles. F. Hayek habla de taxis para referirse a esas organizaciones y grupos verticales y monolíticos en los cuales predominan el orden jerárquico, la disciplina y la obediencia, mientras la espontaneidad y la casualidad han sido abolidas. Todo se ordena de acuerdo con un plan predeterminado. Uno de los ejemplos que señala es la institución castrense. Los militares se han convencido que la sociedad y la economía pueden y deben funcionar con la misma rigidez de su propia institución. Consideran que lo que faltan son planes estratégicos, coyunturales y contingentes para que todo esté previsto y el mundo marche por el carril. Maduro les creyó esta fábula. En manos de los uniformados, los controles, las regulaciones, las fiscalizaciones y toda la parafernalia montada por el intervencionismo socialista, fracasaron, a pesar de la presencia militar. La asfixia produjo la inflación y los niveles de escasez y desabastecimientos más altos de los últimos quince años.
Maduro no quiere ser el único, ni el principal, responsable de la debacle económica nacional. Se aferró a los militares para hacerlos copartícipes de sus desbarros. En este camino hacia el abismo no rodará solo. Irá acompañado del grupo de los actuales generales que en el pasado participaron en el golpe del 4-F y el 27-N. Habrá corresponsabilidad en las equivocaciones (yo descarto de antemano cualquier posibilidad de acierto con las políticas del socialismo del siglo XXI). De esta manera, a la hora de los balances críticos y las condenas, no podrá ser acusado de haber actuado solo. Los señalamientos tendrán que ser al colectivo que se confabuló para destruir la economía. Por añadidura, también desalienta las salidas golpistas. ¿Quién va a apoyar un cuartelazo si los miembros de la institución castrense son quienes dirigen la economía? ¿Quién respaldará una asonada si proviene del mismo sector que contribuyó a socavar el aparato productivo? Por ahora, los hizo cómplices de la devaluación.
El gobierno militar-cívico de Maduro trata de blindarse frente al desastre que está creando. ¿Lo logrará?
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