HERBERT HUDDE| EL UNIVERSAL
martes 10 de junio de 2014 12:00 AM
En estos días leí en alguna parte que Maduro está acabando con todo los logros que Chávez obtuvo para los venezolanos.
En vista de como se han venido sucediendo los hechos ello pareciera cierto, pero esa tesis es totalmente falsa, como hoy trataré de demostrar.
Si bien es obvio que Maduro está a años luz de ser un preclaro estadista, él no hizo otra cosa sino heredar la inmensa torta que Chávez le cedió. Si hubiera tenido unos pocos miligramos de cerebro, no hubiera aceptado esa herencia, porque la raya que se le venía encima si lo hacía era tan grande, obvia e impepinable que sólo Maduro no la vio. Pero la aceptó. Por algo yo los llamo lumbreras.
Está claro que el autor de la torta no es otro sino el comandante eterno. Lo que está ocurriendo no lo creó Maduro de un día para otro, sino que es el producto de todo lo hecho con tesón por Chávez durante 14 años, que no fueron más por su muerte.
¿Qué fue lo que hizo Chávez?
Reconociendo su labor en pro de los pobres (aunque hay ciegos que no lo hacen), como dije en anterior artículo Chávez no enseñó a pescar sino que se limitó a regalar los peces, lo cual nunca ha sido bueno.
Pero eso no es sino una pequeña parte del cuento. Veamos el grueso.
Con la feroz guerra que con su resentimiento social Chávez desató contra el empresariado, y con las infinitamente torpes políticas económicas (entre las que sobresale la tarada sobrevaluación del bolívar) que implementó, guiado por la lumbrera de las lumbreras, el genio de Giordani, destruyó una gran parte del aparato productivo.
Con su ceguera y la ineficiencia de sus seguidores menguó la producción de las empresas del gobierno, al punto de que Pdvsa, Sidor, etc. producen actualmente mucho menos que cuando él agarró el coroto.
Con la idea de convertirse en el papaupa y líder más sabroso de Latinoamérica, regaló (y se sigue regalando) una gran cantidad de dinero a los países gobernados por sus compinches, varios de los cuales, sin petróleo o con poco, ahora están mejor que nosotros.
Cuando las papas se le pusieron duras debido a que los dólares comenzaron a escasear, recurrió, igual que Carlos Andrés, a un insensato aumento de la deuda que ahora, dolorosamente, hay que pagar.
Con la controladera de precios, entre otras causas, comenzó a fabricar la malhadada y humillante escasez de productos y servicios de todo tipo que ahora nos asola.
Con la imprimidera loca y sin respaldo de billetes que Chávez ordenó al BCV, se generó la inflación bestial, e inusual en nuestros días, que carcome ferozmente lo poco que nos entra.
Y pare usted de contar.
Todo ese coctel de desaciertos de Ripley que cometió el gigante sembró una crisis que durante el tiempo en que él gobernó se pudo paliar con el chorro de petrodólares, pero que tarde o temprano tenía que reventar, y por azar lo hizo, para su fortuna y desgracia de quien lo sucedió, después de su muerte, por lo que al que le tocó chupársela fue a Maduro.
Si además, a todo este cuadro le sumamos la enorme incapacidad del susodicho, tenemos el desastroso panorama actual que, si bien para cualquiera resultaría muy difícil arreglar, para esta sarta de inservibles lumbreras que para nuestra desgracia nos gobierna, es simplemente imposible.
Para terminar, así como defiendo a Maduro en el sentido de no atribuirle la torta, igualmente señalo que no es ni remotamente el hombre para manejarla, porque no sabe nada de nada, y tiene la cabeza llena de las bolserías que Chávez les metió a sus fans. Mientras las lumbreras no reconozcan totalmente que sus políticas sólo pueden incrementar este desastre, no sólo no vamos a recuperarnos, sino que la cosa seguirá empeorando cada vez más. Hace falta que, además de sacarse la basura que tienen en sus cerebros, formen un equipo de economistas y otros profesionales competentes, que los tenemos bastantes (sólo fuera del chavismo, allí ni para remedio), que encare esta problemática para poder salir del foso.
En vista de como se han venido sucediendo los hechos ello pareciera cierto, pero esa tesis es totalmente falsa, como hoy trataré de demostrar.
Si bien es obvio que Maduro está a años luz de ser un preclaro estadista, él no hizo otra cosa sino heredar la inmensa torta que Chávez le cedió. Si hubiera tenido unos pocos miligramos de cerebro, no hubiera aceptado esa herencia, porque la raya que se le venía encima si lo hacía era tan grande, obvia e impepinable que sólo Maduro no la vio. Pero la aceptó. Por algo yo los llamo lumbreras.
Está claro que el autor de la torta no es otro sino el comandante eterno. Lo que está ocurriendo no lo creó Maduro de un día para otro, sino que es el producto de todo lo hecho con tesón por Chávez durante 14 años, que no fueron más por su muerte.
¿Qué fue lo que hizo Chávez?
Reconociendo su labor en pro de los pobres (aunque hay ciegos que no lo hacen), como dije en anterior artículo Chávez no enseñó a pescar sino que se limitó a regalar los peces, lo cual nunca ha sido bueno.
Pero eso no es sino una pequeña parte del cuento. Veamos el grueso.
Con la feroz guerra que con su resentimiento social Chávez desató contra el empresariado, y con las infinitamente torpes políticas económicas (entre las que sobresale la tarada sobrevaluación del bolívar) que implementó, guiado por la lumbrera de las lumbreras, el genio de Giordani, destruyó una gran parte del aparato productivo.
Con su ceguera y la ineficiencia de sus seguidores menguó la producción de las empresas del gobierno, al punto de que Pdvsa, Sidor, etc. producen actualmente mucho menos que cuando él agarró el coroto.
Con la idea de convertirse en el papaupa y líder más sabroso de Latinoamérica, regaló (y se sigue regalando) una gran cantidad de dinero a los países gobernados por sus compinches, varios de los cuales, sin petróleo o con poco, ahora están mejor que nosotros.
Cuando las papas se le pusieron duras debido a que los dólares comenzaron a escasear, recurrió, igual que Carlos Andrés, a un insensato aumento de la deuda que ahora, dolorosamente, hay que pagar.
Con la controladera de precios, entre otras causas, comenzó a fabricar la malhadada y humillante escasez de productos y servicios de todo tipo que ahora nos asola.
Con la imprimidera loca y sin respaldo de billetes que Chávez ordenó al BCV, se generó la inflación bestial, e inusual en nuestros días, que carcome ferozmente lo poco que nos entra.
Y pare usted de contar.
Todo ese coctel de desaciertos de Ripley que cometió el gigante sembró una crisis que durante el tiempo en que él gobernó se pudo paliar con el chorro de petrodólares, pero que tarde o temprano tenía que reventar, y por azar lo hizo, para su fortuna y desgracia de quien lo sucedió, después de su muerte, por lo que al que le tocó chupársela fue a Maduro.
Si además, a todo este cuadro le sumamos la enorme incapacidad del susodicho, tenemos el desastroso panorama actual que, si bien para cualquiera resultaría muy difícil arreglar, para esta sarta de inservibles lumbreras que para nuestra desgracia nos gobierna, es simplemente imposible.
Para terminar, así como defiendo a Maduro en el sentido de no atribuirle la torta, igualmente señalo que no es ni remotamente el hombre para manejarla, porque no sabe nada de nada, y tiene la cabeza llena de las bolserías que Chávez les metió a sus fans. Mientras las lumbreras no reconozcan totalmente que sus políticas sólo pueden incrementar este desastre, no sólo no vamos a recuperarnos, sino que la cosa seguirá empeorando cada vez más. Hace falta que, además de sacarse la basura que tienen en sus cerebros, formen un equipo de economistas y otros profesionales competentes, que los tenemos bastantes (sólo fuera del chavismo, allí ni para remedio), que encare esta problemática para poder salir del foso.
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