Antonio Ledezma
17 Agosto, 2014
La estrategia común debe entenderse como la lucha común, el esfuerzo común, el riesgo común y el sentido común que debe privar en cada uno de nosotros para asumir este desafío, cada día más intenso de defender la democracia, o más bien, rescatarla de las garras de este salvajismo que ha hincado sus dientes feroces en su alma.
Lo primero de primero es estar conscientes de que frente al poder está una camarilla amalgamada por un interés común: preservar ese control, a como dé lugar, es un objetivo que buscan aunque sea necesario afectar los intereses del país. Lo que cuenta es el proyecto hegemónico que defienden. Ese proyecto trasciende las fronteras venezolanas, porque tiene arraigos fuera del territorio nacional.
Por eso proceden como una corporación internacional. El aprendizaje en materia de comunicación y represión es intenso, inmenso y perverso. Se apoyan en doble sentido: desde Venezuela hacia el mundo con el que están relacionados y viceversa. En materia de uso de recursos financieros para promover su aparato, no tienen recato ni limitaciones de ningún orden.
Cueste lo que cueste, el precio nunca será superior al valor del poder que hay que preservar como base para seguir consolidando el proyecto geopolítico. Estar consciente de este panorama, es requisito fundamental para estar percatados de con quién nos estamos liando. Eso permitirá al mismo tiempo asimilar la necesidad de estar unidos, más allá de las naturales diferencias entre nosotros.
No se trata de querer o no luchar en el marco de la Unidad, es más que una opción una inevitable obligación para resistir y avanzar con posibilidades de éxito en el terreno de lo político y de lo electoral. De allí que hay que saber preservar fuerzas y energías, por lo que maltratarnos entre nosotros es suicida.
Un pacto de no agresión es lo más pragmático y juicioso que tenemos a la mano, al igual que la nevera para “enfriar” calenturas presidencialistas prematuras, fuera de lugar, en circunstancias en que nos están arrebatando el país que hay que rescatar para iniciar su necesaria reconstrucción.
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