Alonso Moleiro
Con un horizonte tan
compro- metido en lo político, en lo social, lo económico; en el frente
diplomático internacional, y también en el mundo militar, el gobierno de
Nicolás Maduro coloca un nuevo listón en el umbral de esta crisis secuestrando
y encarcelando al alcalde de Caracas, Antonio Ledezma.
Es decir, Maduro y los miembros de su gobierno deciden utilizar un instrumento, casi el único que va quedando, que está a la mano y que ofrece algún margen de efectividad inmediata en tiempos de tormentas adversas: la coacción y la violencia represiva. Los adversarios políticos del chavismo serán tratados en lo que viene con muchos menos miramientos legales. En sí misma, aunque se vista de fortaleza, y en virtud de su saña, es toda una señal de debilidad.
Ledezma no fue invitado a ser acompañado por unos funcionarios que tocaron la puerta luego de hacerse anunciar. El alcalde de Caracas fue sacado de su oficina casi a rastras, luego de haber sido agredido, en un procedimiento en el cual los policías encargados de cumplir esa orden lo destruyeron todo a su paso. Es así como las huestes de Maduro se han comportado con dirigentes estudiantiles, familiares de presos políticos, reporteros, amas de casa y ciudadanos inocentes presos en estos meses sin juicios, sin sentencias y sin respeto por la legalidad.
La directiva del PSUV y los miembros del equipo político que acompaña a Miraflores parecen tener mucha prisa en echar adelante una embestida como esta virtud del enorme nerviosismo que existe hoy en las esferas de poder. Son decisiones que pueden incluir a periodistas, comerciantes, académicos, activistas sociales, como de hecho ya ha venido ocurriendo. Parece que el chavismo necesita poner a los demás a pagar el precio de su fracaso.
Los chavistas saben que los ingresos nacionales se han disuelto; que la comunidad internacional pierde la paciencia y que las calles son en este momento una olla de presión. Saben, además, incluso aquellos que son honestos, que en sus filas se cuecen historias sórdidas, de enriquecimientos súbitos, con un proceder inmoral e hipócrita que ha colocado al movimiento que representan en la ruina como proyecto de poder y al país en un severo aprieto. Son ellos quienes han administrado la hacienda nacional, y los que la hicieron quebrar.
Hay mucha aprehensión. Nos aproximamos a nuevos escenarios de escasez y a unos dígitos inflacionarios sencillamente escandalosos. Algunos dirigentes chavistas parecen tener claro que, mientras el país esté en manos de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, no existen la más remota posibilidad de detener el actual proceso de descomposición en la ruta al tercermundismo más abyecto y lamentable. Nadie se atreve a hacer sugerencias. El chavo madurismo tiene aún resonancias en el ejército y se ha convertido en una logia.
La escalada represiva aumentará. El país está ante un escenario límite. Lo demuestra el asomo de adelanto electoral que ha planteado el mismo Maduro. Con el secuestro a Ledezma, y con la brusca interrupción de la entrevista que le hizo Fernando del Rincón a Leopoldo López en CNN, Maduro se abre nuevos expedientes en la Comunidad Internacional, el frente de batalla en la cual las cosas se le han deteriorado con mayor rapidez, junto al económico, desde los tiempos de Chávez.
Maduro busca, con estos golpes, lo de siempre: producir confusión, desesperanza; abonar en el caos para ganar tiempo.
El mismo día que se ha devaluado la moneda por tercera vez en cuatro años, se plantea de nuevo la existencia de un complot militar que, a lo mínimo, le hace a la Oposición perder un tiempo que necesita para terminar de armar sus planchas electorales en un ambiente de Unidad. En cualquier caso, casi el 80 por ciento de los venezolanos no cree en los argumentos del gobierno, de acuerdo a lo que dicen las encuestas.
La MUD necesita colocar el foco en las discusiones políticas para aproximarse de nuevo a las masas, ahora que viene una consulta de tanta entidad como la de las elecciones parlamentarias. El desafío es el mismo: político, incruento, masivo, legal.
El país quiere salir de este trance en paz.
La MUD tiene la encomienda de lograr la Unidad y reconciliar a algunos ciudadanos con el voto, instrumento que va cobrando en estos nanosegundos de la historia una carácter estratégico, con independencia del deterioro institucional en el cual concurre.
El país podría imponer una nueva voluntad, brindando a la Oposición una victoria electoral amplia e inobjetable en una consulta que puede estar más cerca de lo que parece. Si es que no sucede nada antes en Venezuela. Porque lo que tiene al gobierno de este talante es la sensación que en este país puede terminar pasando más o menos cualquier cosa.
Es decir, Maduro y los miembros de su gobierno deciden utilizar un instrumento, casi el único que va quedando, que está a la mano y que ofrece algún margen de efectividad inmediata en tiempos de tormentas adversas: la coacción y la violencia represiva. Los adversarios políticos del chavismo serán tratados en lo que viene con muchos menos miramientos legales. En sí misma, aunque se vista de fortaleza, y en virtud de su saña, es toda una señal de debilidad.
Ledezma no fue invitado a ser acompañado por unos funcionarios que tocaron la puerta luego de hacerse anunciar. El alcalde de Caracas fue sacado de su oficina casi a rastras, luego de haber sido agredido, en un procedimiento en el cual los policías encargados de cumplir esa orden lo destruyeron todo a su paso. Es así como las huestes de Maduro se han comportado con dirigentes estudiantiles, familiares de presos políticos, reporteros, amas de casa y ciudadanos inocentes presos en estos meses sin juicios, sin sentencias y sin respeto por la legalidad.
La directiva del PSUV y los miembros del equipo político que acompaña a Miraflores parecen tener mucha prisa en echar adelante una embestida como esta virtud del enorme nerviosismo que existe hoy en las esferas de poder. Son decisiones que pueden incluir a periodistas, comerciantes, académicos, activistas sociales, como de hecho ya ha venido ocurriendo. Parece que el chavismo necesita poner a los demás a pagar el precio de su fracaso.
Los chavistas saben que los ingresos nacionales se han disuelto; que la comunidad internacional pierde la paciencia y que las calles son en este momento una olla de presión. Saben, además, incluso aquellos que son honestos, que en sus filas se cuecen historias sórdidas, de enriquecimientos súbitos, con un proceder inmoral e hipócrita que ha colocado al movimiento que representan en la ruina como proyecto de poder y al país en un severo aprieto. Son ellos quienes han administrado la hacienda nacional, y los que la hicieron quebrar.
Hay mucha aprehensión. Nos aproximamos a nuevos escenarios de escasez y a unos dígitos inflacionarios sencillamente escandalosos. Algunos dirigentes chavistas parecen tener claro que, mientras el país esté en manos de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, no existen la más remota posibilidad de detener el actual proceso de descomposición en la ruta al tercermundismo más abyecto y lamentable. Nadie se atreve a hacer sugerencias. El chavo madurismo tiene aún resonancias en el ejército y se ha convertido en una logia.
La escalada represiva aumentará. El país está ante un escenario límite. Lo demuestra el asomo de adelanto electoral que ha planteado el mismo Maduro. Con el secuestro a Ledezma, y con la brusca interrupción de la entrevista que le hizo Fernando del Rincón a Leopoldo López en CNN, Maduro se abre nuevos expedientes en la Comunidad Internacional, el frente de batalla en la cual las cosas se le han deteriorado con mayor rapidez, junto al económico, desde los tiempos de Chávez.
Maduro busca, con estos golpes, lo de siempre: producir confusión, desesperanza; abonar en el caos para ganar tiempo.
El mismo día que se ha devaluado la moneda por tercera vez en cuatro años, se plantea de nuevo la existencia de un complot militar que, a lo mínimo, le hace a la Oposición perder un tiempo que necesita para terminar de armar sus planchas electorales en un ambiente de Unidad. En cualquier caso, casi el 80 por ciento de los venezolanos no cree en los argumentos del gobierno, de acuerdo a lo que dicen las encuestas.
La MUD necesita colocar el foco en las discusiones políticas para aproximarse de nuevo a las masas, ahora que viene una consulta de tanta entidad como la de las elecciones parlamentarias. El desafío es el mismo: político, incruento, masivo, legal.
El país quiere salir de este trance en paz.
La MUD tiene la encomienda de lograr la Unidad y reconciliar a algunos ciudadanos con el voto, instrumento que va cobrando en estos nanosegundos de la historia una carácter estratégico, con independencia del deterioro institucional en el cual concurre.
El país podría imponer una nueva voluntad, brindando a la Oposición una victoria electoral amplia e inobjetable en una consulta que puede estar más cerca de lo que parece. Si es que no sucede nada antes en Venezuela. Porque lo que tiene al gobierno de este talante es la sensación que en este país puede terminar pasando más o menos cualquier cosa.
Vía Tal Cual
No comments:
Post a Comment