ELIZABETH ARAUJO
Alexis
Márquez Rodríguez fue un investigador acucioso de la gramática, un Individuo de
Número de la Academia Nacional de la Lengua y un estudioso de la obra de Alejo
Carpentier, entre otras condecoraciones. Pero ningún mérito como el de haberlo
tenido como profesor de redacción y el amigo que nunca nos abandonó en las
dudas gramaticales, a la hora de cierre del periódico
Hace una semana nos
unimos al coro de periodistas que le celebramos, vía Facebook, su cumpleaños
84; y le ratifiqué, como ahora lo hago con profunda tristeza, el designio de
haberlo tenido como profesor, a rato exigente, a rato indulgente, en esas
tardes soleadas de la Escuela de Comunicación Social.
De hecho para
quienes no fueron sus alumnos, Alexis Márquez Rodríguez fue también y entonces
el “Profe”, una suerte del Google gramatical de las salas de redacción. “Profe,
¿se dice accesar o acceder?”, y del otro lado del teléfono recibíamos una clase
que no se detenía en dogmas, sino en razonamientos simples, a veces jocosos.
Ese fue el Alexis
Márquez Rodríguez que conocí, y de quien me acabo de enterar que optó por
despedirse “silenciosamente”, como lo testimonia su hijo Gustavito. Era el
Profe, el hombre que amaba tanto las palabras que yo imaginaba poseía un taller
oculto en su residencia donde pulía las viejas expresiones verbales y sometía
al escrutinio los nuevos términos, surgidos de la televisión y después del
Internet y las redes sociales.
Serio, adusto,
encorbatado y sin embargo provisto del sentido del humor, este maestro de
periodistas que se acaba de marchar, tal vez nunca supo del legado que dejó a
quienes lo tuvimos como lectores de sus columnas periodísticas o, como ya lo
dije, como fuente de consulta a toda hora, desde cualquier sala de redacción.
Ya sabemos que fue
un investigador acucioso de la gramática, un Individuo de Número de la Academia
Nacional de la Lengua y un estudioso de la obra de Alejo Carpentier, entre
otras condecoraciones. Pero ningún mérito como el de haberlo tenido como
profesor de redacción y el amigo que nunca nos abandonó en las dudas gramaticales,
a la hora de cierre del periódico.
Por eso en el fondo
mi tristeza. No tuvo los homenajes que debimos darle en vida. Es verdad que era
enemigo jurado de los tributos y ágapes por aquello que consideraba su misión y
que formaba parte de su existencia.
Solo nos queda la
frase apurada y la gratitud donde quiera que se encuentre a esta hora en que el
país se descompone de prisa, incluso en ese campo donde tuvo su fuente: en el
de las palabras.
Vía Tal Cual
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