Thursday, May 21, 2015

Hay países en que un solo hombre es la patria

EN: http://konzapata.com/2015/05/hay-paises-en-que-un-solo-hombre-es-la-patria-3/


Por Juan Carlos Zapata.­

¿Qué se puede decir? Lo mismo decían de Stalin hasta que habló Kruschev. Lo mismo decían de Hugo Chávez hasta que los llamados hijos suyos han comenzado a hacer revelaciones que lo dejan mal parado en el pedestal. Pero ellos mismos se erigieron héroes. Padres de la Patria. Padrecitos. Imprescindibles. A Gómez le decían el Benemérito. ¿Qué no se dijo de Franco en España?

Los autoritarismos están cortados por la misma medida. Y en los países en los que se imponen, sus dirigentes, los que detentan el poder, caen en la recurrente tentación. En las democracias pueden ocurrir algunas desmesuras, que las ha habido y de allí la pérdida de la democracia en algunos países, donde las élite se suicidan. Pero en los países del autoritarismo el ejercicio del poder adquiere la voluptuosidad ineludible de unos dirigentes encarnando en su gordura y estatura a la Patria, a toda la Patria, en toda su extensión.

De modo que una investigación, una noticia, una información, un dato hecho público sobre alguno de ellos hay que traducirlo de inmediato con el apellido Patria. Es el ataque al territorio, es el ataque a la memoria histórica, es el ataque a la dignidad de los héroes, es el ataque a las instituciones. Se celebran actos. Se lanzan proclamas. Se desagravia al prohombre en cuestión. Le aparecen amigos desde lo interno del Gobierno y el Partido cuando se sabe que en el seno de aquellos pululan adversarios y enemigos. Habla el mandatario –en ocasiones es un patriarca en su otoño­ que se rasga las vestiduras por el cuestionado, y asume incluso la condición de la carnal amistad, porque un ataque al otro es como si lo fuera a sí mismo.
En el conjunto de los discursos, de las consignas, de las proclamas, se intentan crear una especie de majestad que no posee, porque la majestad ni se pone en duda ni tampoco es brutal y torpe como ocurre en estos países en que los dirigentes se hacen llamar Patria, o figuras emblemas de la dignidad.

Al final tienen razón. Cuando hacen ver que las instituciones son ellos no se refieren a las instituciones que universalmente son reconocidas como autónomas, independientes, imparciales, en el ejercicio del poder y el reparto de la justicia. Son sus instituciones. La fabricadas para ellos como un traje a la medida. Por ello les basta mover un dedo, pronunciar una sola palabra, y de inmediato se pone en movimiento la maquinaria que muele en los tribunales, que dicta prohibiciones de salida del país, que encarcela adversario, aún con el agregado del expediente imaginario.

En efecto, hay países en que los presidentes y los diputados, los ministros y los oficiales militares, los jueces y fiscales, son gentes normales. Son funcionarios. Son servidores públicos. Disfrutan del poder, claro, como lo hace quien ha obtenido una victoria en buena lid. Y aún cuando un caso los señala y el caso se transforma en escándalo, dejan paso a la investigación. Inclusive hay países con el antecedente de presidentes enjuiciados y sacados del poder. Pero hay países en que la Patria no es el hombre –como dijera Alí Primera en su canción­ sino un hombre. Y de cuidado

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