Saturday, October 31, 2015

Jon Lee Anderson: Nunca había visto un país, sin guerra, tan destruido como Venezuela

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Jon Lee Anderson lleva más de 30 años midiéndole el pulso a los conflictos bélicos sobre la faz de la Tierra. Siria, Líbano, Libia, Irak, Afganistán, Angola, Somalía, Sudán, Mali, Liberia y toda Latinoamérica han sido los escenarios de las crónicas que reúne en volúmenes; ya clásicos, comoZonas de Guerra, Guerrillas, La tumba del león, La caída de Bagdad y Che Guevara: Una Vida Revolucionaria, entre otros trabajos.
“Si la palabra es nuestra arma, nuestra misión es la búsqueda de la verdad. Y sin el periodismo, el público difícilmente conocería la verdad”, dijo al recibir el premio “Reporteros del mundo” en 2005. Maestro de los perfiles, Anderson se acerca al poder con una visión crítica que le ha permitido plasmar las complejidades de personajes tan distintos como Fidel Castro, Gabriel García Márquez, Augusto Pinochet, Charles Taylor, Iyad Allawi, Saddam Hussein y Hugo Chávez.
El fallecido mandatario venezolano ha sido uno de los personajes que perfiló en más de una ocasión. Luego de su muerte escribió en The New Yorker, en un tono casi profético: “¿Qué queda, entonces, después de Chávez? Un enorme vacío para los millones de venezolanos y otros latinoamericanos, en su mayoría pobres, que lo veían como un héroe y un mecenas (…) El sucesor ungido de Chávez, Maduro, sin duda tratará de llevar adelante la Revolución, pero los desatendidos problemas económicos y sociales están creciendo y parece probable que, en un futuro no muy lejano, toda la desesperación de Venezuela acerca de la pérdida de su líder se extenderá hasta la revolución inconclusa que dejó atrás”.
En una larga conversación durante la celebración del Hay Festival en Ciudad de México, Anderson habla sobre las negociaciones de paz en Colombia, la actual situación de Venezuela, el legado de Hugo Chávez, la transición en Cuba y los nuevos desafíos del periodismo contemporáneo.
-Ha dicho que se muestra optimista con el proceso de paz en Colombia, ¿ha tenido algún acercamiento reciente con las partes del conflicto?Soy optimista y creo en ese proceso porque he hablado, tanto con la cúpula guerrillera como con Santos y su gente. A todos los veo esperanzados con las conversaciones y pienso que ellos sí quieren la paz. Eso no pasaba en los procesos anteriores, se nota que es un momento muy especial donde todos los actores involucrados buscan el mismo objetivo. Pienso que es muy positivo y no hay nada que temer. Soy un entusiasta de ese proceso.
-Con Colombia superando ese largo conflicto interno, ¿habría repercusiones positivas en el resto de los países del continente?Eso es lo interesante del proceso de paz en Colombia. Si se llega a un final exitoso ese país se hará sentir, por primera vez, como una nación plenamente integrada al resto de la comunidad latinoamericana y eso puede ser un elemento muy positivo para la región. En general siento que está mucho más distendido el ambiente para las negociaciones. Habrá retos y problemas, obviamente, pero creo que es un momento saludable.
-Y, si vemos al otro lado de la frontera, ¿qué percepción tiene de la situación actual en Venezuela? 
No me gusta mucho observar desde la distancia, sino a partir de la experiencia. Pero veo que está fatal, hay un rumbo de impopularidad oficial, escasez, aumento de la criminalidad, la degeneración del movimiento político y todas esas denuncias constantes de corrupción son los grandes síntomas de la degradación del proceso bolivariano.
-¿Hay algún paralelismo histórico que sirva para aproximarse a la crisis venezolana?Nunca había visto a un país, sin guerra, tan destruido como Venezuela. Es una nación que se despedaza sola, es como mirar a alguien que se está serruchando el piso. El proceso nació con Chávez, con sus virtudes y flaquezas, pero él era quien sabía llevarlo mejor. Al final, en medio de su radicalismo, existía cierto pragmatismo. No creo que veríamos la desesperación de hoy en día, el mismo se pondría a pensar “coño, ¿qué estamos haciendo mal?, ahora hay escasez” y buscaría una solución. Era un hombre que sabía dar golpes de timón.
-¿Fue Hugo Chávez el último de los hombres fuertes de América Latina?Nadie habría pensado que un tipo como Chávez iba a irrumpir en la escena política de Latinoamérica en los noventa, lo hizo fuera de época. Pero en este continente no se pueden descartar las cosas así. De momento parece que Chávez pertenece a un modelo viejo, desvencijado, pero quién sabe si la historia vuelve a dar otra vuelta y surge alguien similar. Por ahora no veo otro líder con sus características mesiánicas y caudillistas.
-Chávez fue uno de los pocos personajes que ha perfilado más de una vez, ¿Cómo proyecta su legado en el futuro próximo?En realidad las reputaciones se juzgan por los legados entonces, de momento, Chávez lo tiene color de hormiga por todo el desastre que ha traído Maduro y las terribles condiciones económicas y sociales en las que ha quedado Venezuela. Pero es un legado combativo porque hay mucha gente que lo venera y sigue pensando que no fue culpa de él, sino de los otros, los verdaderos corruptos. Eso confunde mucho el panorama pero, a nivel internacional, Chávez no queda tan mal parado.
-¿Sigue poseyendo una influencia simbólica?Curiosamente sí, porque puso el dedo en la llaga en un momento en que Estados Unidos estaba en la cúspide de su impopularidad con Bush y los episodios bélicos. En ese sentido fue un tipo con una gran intuición de la oportunidad que logró restablecer una suerte de izquierda adecuada al siglo XXI en América Latina. Pero, en general, los procesos bolivarianos no han sido muy positivos, sus resultados son muy controversiales.
-Son gobiernos signados por una marcada tendencia hacia la concentración de poderes…Así es y les pasa a todos. Hasta en Evo hay un rasgo autoritario muy marcado, a todos los bolivarianos les gusta reelegirse. Hasta cierto punto creo que, por su fallecimiento, Chávez queda como el bueno de la película.  Ahora se habla más de otros personajes como Diosdado Cabello y las investigaciones que se están llevando a cabo en Estados Unidos.
-El periodismo vive una de sus grandes crisis en estos momentos, ¿Es un reto mantener los altos estándares de calidad y profundidad analítica?Toda la tecnología, esa instantaneidad, hace que todo sea más veloz y quizá con menos profundidad. Eso es una flaqueza pero, a la vez, el panorama es más democrático porque todos tenemos posibilidades de opinar y de ser oídos de una forma que antes era imposible de imaginar. Estamos en una etapa de difícil transición, un momento de calibrar, pero se ven ciertos matices como la extinción paulatina de los diarios impresos que son suplantados por los medios digitales. Vemos el eclipse de la televisión tradicional por los videos on demand y hay mucho más periodismo de opinión.
-¿Le molesta la vasta influencia que ahora tiene cierto periodismo de opinión?Es una realidad, más allá de que me moleste, y tenemos que vivir con lo que hay. Desearía que todo fuera más reflexivo pero esto es parte de un proceso que no excluye lo político, ahora tenemos presidentes tuiteros, por ejemplo. Creo que, en general, estas redes disminuyen a todo el mundo, le otorgan una cercanía y la posibilidad de contestarle a un gobernante o de hacerlo tropezar con algo, estos cambios han hecho que todos estemos a la misma altura. Hasta cierto punto eso ayuda a poner las cosas en su sitio pero, por otro lado, es una fragmentación porque todo se vuelve igual, ¿por qué un presidente va a tuitear o a filmar la entrevista que le hago? Hay un esfuerzo de todos por adueñarse del momento y la pugna eterna entre el poder y los medios cada vez es más estrecha. Es como la disminución de la historia, la banalización de todo. En general lo veo mal y hay que esforzarse para seguir haciendo cosas contundentes y de calidad.
-Siendo la cobertura de conflictos bélicos un oficio tan estresante y peligroso ¿Piensa alguna vez en el retiro?No me hago esa pregunta. Si me parece que es importante ir a una zona en guerra, la visitaré. De momento este año no he tenido ganas porque me mataron a muchos amigos en Libia y Siria, como James Foley. Eso me ha hecho sentir mal y no he querido volver a Irak o Siria, aunque no lo descarto. Fui a Libia en un momento en que nadie visitaba ese país. Este año la irrupción de Cuba en escena, me hizo interesarme por ese proceso. Me ha dado una alternativa porque es uno de mis temas, al que le he dedicado mucha energía.
-Recientemente escribió sobre los emprendedores cubanos y se respira un aire optimista en ese trabajo, ¿Cómo vislumbra la actual transición en ese país?Hay un dinamismo, una efervescencia muy interesante. Los jóvenes cubanos de este momento son una generación post política. Ellos todavía no están claros pero viven a su aire y lo que les interesa no tiene nada que ver con la política. Entonces no sé cómo va a transar la revolución con eso, pero ellos son el futuro.
-¿Cree que están dadas las condiciones para un cambio político en Cuba a corto plazo?¿Un cambio político?, no. Sí habrá cambios culturales y económicos que ya se están dando porque hay una apertura obvia. Lo que se puede vislumbrar es un futuro con la continuidad del Partido Comunista, pero sí creo que Raúl Castro dejará el poder dentro de dos años y el partido elegirá unánimemente al Segundo Secretario, Miguel Díaz-Canel, quien será el Presidente  del Consejo de Estado y, por ende, el mandatario de Cuba.
-¿Qué nuevos elementos geopolíticos entrarían en juego en una era post-castrista?Veremos al Partido Comunista con una nueva generación atada al poder, en momentos donde el gran enemigo yanqui es una especie de vecino amigable, por lo que va a ser una época interesante. Es uno de los momentos más efervescentes que he visto en Cuba y su relación con respecto al resto del hemisferio. Si la apertura cubana y sus políticas con Estados Unidos resultan en el final del embargo y el restablecimiento de las relaciones plenas será un cambio de rumbo muy positivo en la región.



Cuba: Se busca un Gorbachov

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Fernando Mires


Creo que aquí se equivocaron por lado y lado.
Se equivocaron unos cuando creyeron que con la reanudación de relaciones entre Cuba y los EE UU sería sepultado el régimen de los Castro.
Se equivocaron otros cuando creyeron que Obama daba su bendición a los hermanos para que erigieran una dictadura sobre la base de un capitalismo de Estado al estilo chino.
Lo que ambos lados no entendieron fue que el destino de la isla no puede ser medido en plazos inmediatos. Es cierto que los Castro han debido enterrar –aunque solo sea por un tiempo- la que hasta ahora había sido su legitimación ideológica: el anti- norteamericanismo. Gracias a ello Obama ha logrado un acercamiento a diversos gobiernos latinoamericanos ante los cuales Cuba todavía operaba en los registros de lo simbólico. Así Obama está terminando con la imagen de “vanguardia continental” que tanto cuidó Fidel Castro.
Raúl, un tecnócrata, ha cambiado su aislamiento económico por un mayor aislamiento político. Aparentemente no pareciera ser así. Pero si se tiene en cuenta que a Raúl nadie lo aplaude fuera de Cuba -nadie lo cita, nadie quiere seguirlo, no es un conductor heroico para ninguna juventud- se entiende mejor lo dicho. Ni Maduro se atreve a nombrarlo. Cuba no es un ejemplo para nadie en América Latina. Y si el gobierno dictatorial venezolano es derrotado en las parlamentarias del 6-D, ese aislamiento será todavía mayor.
¿Se verá entonces obligado el castrismo a abrir vías de transición hacia la democracia? Para que eso ocurra se necesitan dos condiciones: Un régimen en crisis por una parte, y una oposición ascendente, por otra. El problema es que cada una de esas condiciones depende de la otra.
Uno de los grandes éxitos del castrismo fue la destrucción de todo lo que se pareciera a una oposición. Cárceles, torturas, asesinatos y exilio fueron medios de los que se valió para crear una dictadura de neto signo totalitario. Pero con el deshielo, el castrismo ha devaluado, por lo menos en parte, a ese signo, es decir, hoy es algo menos totalitario aunque continúa siendo dictatorial y militar. Ello se ha traducido en el aparecimiento de nuevas iniciativas opositoras. Diferentes entre sí pero con un objetivo común: alcanzar las tres libertades básicas: 1) de pensamiento 2) de expresión y 3) de asociación.
En esa dirección, la incipiente oposición cubana ha sabido crear sus espacios. Cada día aparecen nuevos medios de difusión, ya no solo digitales. Cada día hay encuentros entre organizaciones civiles, dentro y fuera de Cuba. La libertad de religión ya ha sido lograda gracias a tres papas visitantes. Intelectuales que en otro tiempo iban al cadalso, han obtenido cierta autonomía.
Si un Leonardo Padura, una Yoani Sánchez o un Pablo Milanés dicen hoy lo que piensan, no es un obsequio de los Castro; es un logro de la disidencia. Esa oportunidad no la tuvieron Heberto Padilla ni Reinaldo Arenas. Por nombrar solo a dos entre cientos.
La mayoría de esas iniciativas no agotan sus esfuerzos en el martirologio. De lo que se trata es de continuar abriendo espacios y buscar, si es posible, una cierta resonancia al interior del régimen, aunque eso pase –estamos hablando de política- por algunos consentimientos.
En síntesis, la formación orgánica de la oposición, aunque no reconocida por la dictadura, ya parece haber sido alcanzada. ¿Ocurrirá en Cuba entonces una transición? O en otras palabras: ¿Aparecerá alguna vez un Gorbachov cubano?
Gorbachov fue para muchos, un milagro. Pero Gorbachov no llegó desde la nada. Él fue representante de una fracción al interior de la nomenclatura soviética la que, cuando llegó el momento, conectó con la disidencia democrática. Sin esa disidencia, Gorbachov habría caído al vacío.
Gorbachov, para usar la expresión de Hans Magnus Enzensberger, fue “un héroe de la retirada”. Ese, o esos héroes, no han aparecido todavía en Cuba. Pero la necesidad existe: la isla requiere de un Gorbachov, aunque sea tropical.
La necesidad crea al órgano, dice un postulado biológico. La demanda hace a la oferta, dice un postulado económico. Cada tiempo busca a sus  nombres, dice un postulado histórico.
Si esos postulados pudieran hacerse extensivos a la política, Cuba volverá a ese lugar de donde nunca debió haber salido: a la democracia que una vez prometió el joven Fidel. A la misma que él traicionó. Al reencuentro amistoso con el verdadero José Martí.

Venezuela: se aproxima el ajuste económico?

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Víctor Salmerón


Los días en que el Socialismo del Siglo XXI generaba expectativas de un futuro promisorio han quedado atrás y en su lugar surge un tiempo de hombres y mujeres atemorizados por la escalada de los precios, el desabastecimiento, el hundimiento de la moneda y el descalabro de la producción. Desde 2014 la economía venezolana sufre tres espasmos simultáneos: elevada inflación, escasez y recesión, una combinación letal para la calidad de vida.
Efraín Velásquez, presidente del Consejo Nacional de Economía, considera que el país padece “un desbalance macroeconómico donde la demanda crece más rápido que la oferta”. Explica que la demanda recibe el impulso del gasto del Gobierno, financiado en parte por el Banco Central, mientras que la oferta languidece porque la porción de dólares en efectivo de las reservas internacionales son muy bajas y por tanto no hay suficientes divisas para importar las materias primas e insumos que necesitan las empresas. La consecuencia es desabastecimiento, inflación y plantas paralizadas.
 El estancamiento de la oferta también obedece a las empresas expropiadas por el Gobierno que hoy producen menos; al control de cambio, que se traduce en la asignación ineficiente de divisas y a la regulación de precios, que en algunos sectores no permite obtener rentabilidad y desalienta la inversión para ampliar la capacidad de producción.
Mientras el valor del petróleo desafió la ley de la gravedad el chorro de divisas proveniente del oro negro permitió solapar estos inconvenientes con un colosal aumento de las importaciones, pero cuando en 2013 el barril se estabilizó en 99 dólares el crecimiento se desaceleró notablemente y el PIB, que había registrado un alza de 5,6% en 2012, solo avanzó 1,3%. Posteriormente, en los dos primeros trimestres de 2014, comenzó la recesión que luego se profundizó con el declive del precio del petróleo hasta un promedio de 47 dólares en 2015.
A diferencia de otros países petroleros Venezuela prácticamente no ahorró durante el tiempo de los elevados precios del barril, de hecho, el Fondo de Estabilización Macroeconómica (FEM), una alcancía destinada a almacenar recursos para tiempos difíciles, solo cuenta con tres millones de dólares. El grueso de los petrodólares fluyó hacia una madeja de fondos destinados al gasto como el Fondo Nacional para el Desarrollo Nacional (Fonden), administrado de una manera muy poco transparente, al punto que se desconoce cuántas divisas posee en este momento.
Para regresar a la senda del crecimiento y acabar con la fiebre inflacionaria es necesario un ajuste, es decir, un conjunto de medidas para recuperar el equilibrio y evitar males mayores como una recesión más profunda, menos abastecimiento e hiperinflación.

¿Qué ha hecho Maduro?

La respuesta del Gobierno ha consistido en recortar drásticamente las importaciones a fin de obligar al país a vivir con menos dólares, generando escasez y asfixiando al sector privado por la falta de materias primas e insumos. De acuerdo con Ecoanalítica, a través de los mecanismos oficiales que ofertan divisas a las tasas de 6,30, 12 y 200 bolívares la porción de la economía que no pertenece al Estado recibió en los primeros siete meses de este año un promedio diario de 50 millones de dólares, magnitud que se traduce en un descenso de 61% respecto al mismo lapso de 2014.
La administración de Nicolás Maduro no puede cubrir sus gastos con el ingreso proveniente del petróleo y la recaudación de impuestos, pero con billetes que fabrica el Banco Central aumenta salarios, pensiones y mantiene el subsidio en el precio de la gasolina y las tarifas de los servicios públicos. El inconveniente es que cuando este dinero recién creado ingresa a la economía más bolívares persiguen una misma cantidad de productos y los precios escalan.
El Banco Central de Venezuela oculta las cifras de inflación lo que ha llevado a entidades financieras a elaborar sistemas propios de medición. El Bank of America creó un modelo para calcular el incremento de los precios, tomando en cuenta datos como los agregados monetarios, la recaudación de impuestos, los depósitos y préstamos en la banca, la cantidad de monedas en circulación y el tipo de cambio del mercado paralelo.
El modelo indica que entre septiembre de 2014 y septiembre de este año los precios registran un salto de 133% y para todo 2015 se proyecta una inflación de 179% que está en el rango de lo que estiman otras entidades financieras como HSBC que calcula 175,4% o JP Morgan que espera un salto de 189%.
Para colocar estas cifras en contexto es útil observar que durante 1989 y 1996, cuando los presidentes Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera aplicaron programas de ajustes que contaron con el respaldo del Fondo Monetario Internacional (FMI), la inflación se ubicó en 81% y 103% respectivamente. Pérez y Caldera negociaron con el FMI un conjunto de medidas que incluyeron el desmontaje del control de cambio y el control de precios y la economía comenzó a equilibrarse rápidamente: en 1990, el año siguiente al ajuste de Pérez, la inflación se desaceleró hasta 31% y en 1997, el año que siguió al ajuste de Caldera, hasta 37%.
Para contener la inflación el Gobierno no ha tomado medidas que impulsen la oferta y corrijan el desajuste en las cuentas públicas e insiste en las regulaciones. La semana pasada Nicolás Maduro anunció que el control de precios se extenderá a todos los productos de la economía.
Robert Schuettinger y Eamon Butler son los autores de un trabajo donde analizan cien casos en que gobernantes de treinta países intentan librarse de la inflación a través de los controles de precios, Forty Centuries of Wage and Price Controls: How Not to Fight Inflation. La conclusión de este premiado estudio es que si bien algunos controles de precios han tenido efecto positivo por un corto período de tiempo, en el largo plazo siempre han fracasado porque no combaten la causa real de la inflación: el incremento de la cantidad de dinero por encima de la productividad.

Ponte líquido

Economistas de distintas tendencias como Francisco Rodríguez, analista de Bank of America y Rodrigo Cabezas, exministro de Finanzas, consideran que lo primero que debe hacer el gobierno de Nicolás Maduro es salir del sistema donde el tipo de cambio oficial tiene tres precios.
El 9 de julio Rodrigo Cabezas afirmó que “en el corto plazo debemos simplificar nuestro sistema cambiario porque el actual con tres tipos de precios relativos sobre las divisas genera una distorsión sobre los costos importante y no es un buen mensaje”.
La idea detrás de esta sugerencia es colocar un solo tipo de cambio oficial a un nivel de equilibrio que, según declaró Francisco Rodríguez a Globovisión el pasado 2 de julio, se ubica en torno a 60 bolívares por dólar. De esta forma el Gobierno ya no vendería divisas a las tasas de 6,30 y 12 bolívares. Así obtendría más recursos por los dólares provenientes del petróleo, mejoraría el equilibrio de las finanzas públicas y el BCV imprimiría menos billetes para financiar gasto.
Efraín Velásquez considera que este diagnóstico no va a al fondo del problema. “Si el Gobierno hace lo que le dicen no va a resolver nada porque el tema central es un problema de liquidez de reservas. El tema central no es cuál es el tipo de cambio es qué vamos a hacer para financiar importaciones. Puedes poner el tipo de cambio a 300 bolívares pero las empresas nunca recibirán los dólares”.
Agrega que si bien es cierto que de aumentar el precio al que el Gobierno vende la mayoría de sus dólares el Banco Central imprimiría menos dinero para financiar el gasto público, la presión sobre la inflación quedaría intacta: “Al devaluar aumenta el tipo de cambio y el Gobierno recibe más bolívares por sus dólares. Estos bolívares los inyecta en la economía a través del gasto, desde el punto de vista macro es lo mismo. El problema fiscal es el nivel del gasto que en 2014 se situó en 45,9% del PIB según el informe que entregó el Ministerio de Finanzas a la Securities and Exchange Commission de Estados Unidos. La economía no soporta ese nivel de gasto, por eso estamos saturados de bolívares y lo único que hacemos es salir a comprar cosas que no conseguimos”.
Desde su punto de vista la prioridad es atacar el problema del bajo monto de las reservas internacionales líquidas, es decir, el tanque de dólares en efectivo que tiene el Banco Central para cubrir importaciones y pagos de deuda. Al cierre del 26 de octubre las reservas internacionales totales, que en su mayoría están compuestas de barras de oro, se ubicaron en 15 mil 278 millones de dólares y la porción líquida se estima en menos de 3 mil millones, una cantidad ínfima.
Efraín Velásquez propone darle liquidez a las reservas de oro, cambiar a dólares los Derechos Especiales de Giro que el país tiene en el Fondo Monetario Internacional y obtener financiamiento en el exterior, para lo cual es necesario disminuir la percepción de riesgo que existe sobre Venezuela. “La mejor manera para modificar la percepción negativa  es abrir espacios en el sector petrolero y anunciar un plan creíble. Venezuela no es un país sin recursos ni en una situación insalvable desde el punto de vista financiero, Venezuela está metida en un problema de administración macroeconómica con unos individuos que no tienen estrategia y no toman decisiones”.
No se cierra a la posibilidad de que el país acuda nuevamente al FMI: “Probablemente los mercados te van a decir que antes de prestarte es conveniente que recibas el respaldo del FMI. Lo que hay que tener claro es que el FMI de ahora no tiene nada que ver con el de 1989 es mucho más flexible”.
Ante la interrogante de si es posible un ajuste expansivo indica que “la reforma fiscal ,que implica una reducción del nivel de gasto, te profundiza la recesión pero si mejora la liquidez de las reservas y puedes financiar importaciones aumenta la oferta y hay crecimiento. Si se es capaz de vender un ajuste creíble la inversión puede aumentar”.

Otro Gobierno

Humberto García Larralde, miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, descarta que la administración de Nicolás Maduro pueda aplicar los correctivos que necesita la economía. “El Gobierno se está atrincherando para la guerra, busca culpables, amenaza, el apoyo que tiene se está reduciendo y cada vez depende más de la base fanática. Me parece muy difícil que traicione a su base fanatizada y les diga que va a conversar con quienes siempre ha señalado de traidores a la patria, de agentes del imperialismo. Es un Gobierno prisionero de su retórica, no tiene capacidad de maniobra”.
En su opinión, un nuevo Gobierno estaría en condiciones de unificar el tipo de cambio en un nivel de equilibrio que actualmente calcula en torno a 60-70 bolívares por dólar y tomar una serie de medidas imprescindibles: “Pretender liberar el tipo de cambio en torno a ese valor requiere una serie de ajustes que lo sostenga. Sanear las cuentas fiscales, eliminar la maquinita de imprimir billetes del BCV, sincerar los precios de bienes como la gasolina, levantar los controles y las regulaciones para liberar al aparato productivo y un entorno institucional que ofrezca garantías”.
“Además se requieren entre 20 y 30 mil millones de dólares inmediatamente. Para que el tipo de cambio se estabilice se necesitan los elementos que lo anclan y dinero. La única fuente posible de ese dinero es el FMI que ahora es un organismo mucho más flexible, que comprendió que el recetario de los noventa no es una especia de panacea”, dice Humberto García Larralde.
Explica que con el financiamiento del FMI “se acabaría la restricción de divisas y al levantar los controles el aparato productivo dejaría de estar ahogado y podría responder ante el incremento de la demanda. El aparato productivo está operando con una capacidad ociosa gigantesca y tiene capacidad para responder rápidamente. Lo otro es que al unificar el tipo de cambio el fisco recibe bolívares y entonces se pueden implementar programas sociales, transferencias para que la población vulnerable soporte el ajuste de los bienes que actualmente se  importan a la tasa de 6,30 bolívares por dólar”.
El economista y profesor de la Universidad Católica Andrés Bello, Ronald Balza, señala que un aspecto importante al plantearse si es posible aplicar un ajuste expansivo es que “carecemos de información, no tenemos un presupuesto que refleje la realidad del gasto y los ingresos, no sabemos cuántos recursos hay en el Fonden o el Fondo Chino. Pero algo que es relevante es que ya se han aplicado políticas expansivas que no han impulsado el crecimiento, entonces si se toman medidas correctivas y el PIB no crece no sería por esas acciones, la caída de la producción se debería a las cosas que ya se están haciendo mal”.
“El objetivo del Gobierno no ha sido evitar la caída del PIB o abatir la inflación, sino conservar el poder y entonces las políticas van en una dirección que acentúan los desequilibrios. Una eventual medida sería reordenar el gasto público y dirigirlo a determinadas áreas”, dice Ronald Balza.

El petróleo no es mágico

Si bien es común la idea de que Venezuela puede apoyarse en el sector petrolero para realizar un ajuste expansivo que permita estabilizar la economía sin mayores impactos, la realidad es que el oro negro no está en condiciones de ofrecer una salida mágica. Ramón Espinasa, quien durante años se desempeñó como economista jefe de PDVSA, explica que “el parque refinador nacional está totalmente deteriorado y prueba de ello es que Venezuela está importando de Estados Unidos casi 100 mil barriles diarios de productos terminados. Luego está la infraestructura de producción. Mi percepción es que para recuperar las refinerías y seguir produciendo los 2,4 millones de barriles diarios que se producen actualmente se requieren inversiones por 7 mil millones de dólares”.
Una vez estabilizada la producción actual y recuperadas las refinerías la cantidad de barriles que se pueden extraer diariamente aumentaría lentamente. Ramón Espinasa precisa que históricamente Venezuela solo ha logrado aumentar su producción diaria en 150 mil barriles por año y hacerlo implica inversiones anuales por el orden de 7 mil millones de dólares. “Para subir 150 mil barriles diarios hay que invertir anualmente alrededor de 14 mil millones de dólares, unos 7 mil millones para quedarte donde estás y 7 mil adicionales para crecer gradualmente y llegar en 8-9 años a la producción de 3,6 millones de barriles diarios que teníamos en 1997. Esto tiene que ser inversión extranjera porque el Estado venezolano no genera ese ahorro, se está comiendo las reservas internacionales”.
“Esa gente que dice que en cinco años podemos aumentar la producción a 10 millones de barriles diarios simplemente no sabe de lo que está hablando. No sabe lo difícil que es materializar esa inversión”, dice Ramón Espinasa.
Todo apunta a que es inevitable un ajuste que incluya un giro drástico en la política económica. ¿Venezuela será capaz de darlo antes de sufrir una mayor pérdida de calidad de vida? Los próximos meses, que incluyen el resultado de las elecciones parlamentarias del próximo 6 de diciembre, serán clave para conocer la respuesta.

Tintori: Diosdado ordena que me manden a desnudar cuando voy a Ramo Verde

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ND / 30 oct 2015.- La esposa del coordinador nacional de Voluntad Popular, Lilian Tintori explicó cuáles son los tratos y las humillaciones a la que es expuesta cada vez que va a visitar a Leopoldo López.
Así lo declaró en entrevista con Cesar Miguel Rondón por éxitos, durante la mañana de hoy.
Tintori calificó de “humillaciones” todo lo que le mandan a hacer cuando está en ramo Verde.
“Hablo con mis abogados y describo la situación, eso lo he denunciado en las Nacionales Unidas, en la Comisión Internacional de los Derechos Humanos y en la Defensoría del Pueblo. No solo me lo hacen a mí, también a Patricia de Ceballos, a mí mamá y a muchas de las venezolanas que visitan a un familiar preso; cada vez que eso pasa lo denunciamos, lo registramos y hacemos una reflexión de que esto no puede seguir sucediendo, son violaciones de los derechos humanos. Estamos convencidos de que hay que realizar requisas pero sin pasar el límite; estamos bajo un régimen que busca doblegar a las familias para que pierdan la esperanza y la dignidad”.
Mencionó que es muy amiga de Humberto Prado, el director del Observatorio Venezolano de Priones, y él le ha indicado que debe hacer lo que le piden en las cárceles pero también debe denunciarlo.
“Unas requisas son más fuertes que otras, son más humillantes que otras pero si no lo hago las militares me quitan las visitas (…) ellas son militares de la Guardia Nacional. Generalmente hay dos; ellas me informan que todo está grabado y que las mandan a quitarme toda la ropa y a agacharme. Quienes las mandan son el coronel del DIM y entiendo, por todo lo que hemos vivido, que eso viene de Diosdado Cabello. La torre donde está Leopoldo es de 4 pisos, es el único que está ahí, esa torre está llena de cámaras, por todos los pisos hay cámaras y te persiguen por donde caminas. La visita se convierte en una de salón de laboratorio, y estas imágenes y las saca Diosdado en el “Mazo Dando” para manipular”.
Tintori expresó que lo que vive y que vive Leopoldo no puede seguir pasando.
“Están violando los derechos fundamentales a Leopoldo. No tiene correspondencia privada, no puede recibir ni sacar cartas porque los militares las leen y nos quitan la correspondencia (…) El domingo pasado le pedí a Leopoldo que escribiera un mensaje para todos los venezolanos porque yo quería leer en cada comando de la Unidad unas palabras de Leopoldo. Escribió algo sencillito y no me la dejaron sacar de Ramo Verde”.

Del "vamos con todo" al "como sea"

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El gobierno cambió sus consignas por amenazas y no podría ser de otra manera, enfrentan su elección más compleja en 16 años: sin dinero, sin líder carismático y sin apoyo popular, solo les queda el miedo. Por eso sacan del manual de la intimidación la frase “como sea”, que lejos de ser dos palabras al vacío, tienen una intención bien calculada: generar resignación y desmovilización en el electorado opositor.
Llama la atención que la campaña del PSUV comience con una amenaza directa en un anuncio televisivo transmitido por el canal del Estado, Venezolana de Televisión, allí un grupo de motorizados recorren un sector popular y finalizan con la siguiente perla: “Los motorizados nos ponemos a la orden de la revolución, con nuestros caballos de hierro, para movilizar, como sea, a quien haga falta”.
El “como sea” se interpreta de manera muy libre en nuestro país, pero en un sentido general expresa la utilización de cualquier medio o mecanismo para hacer cumplir determinado objetivo. Es decir, el fin justifica los medios y si toca llegar al final a carajazos, llegaremos.
En una Venezuela donde el partido de gobierno controla prácticamente todos los ámbitos de la sociedad, no es difícil que quien escuche esa amenaza termine por creérsela, sintiéndose en condición de desventaja contra un aparato gubernamental que es capaz de todo para imponerse.
Pero el fenómeno venezolano es interesante, lo que pasa en la actualidad será línea de investigación fundamental de sociología política en el futuro. Esta sociedad ha soportado con estoicismo cada humillación, cada amenaza, cada insulto, sin caer en las provocaciones de un régimen que ha hecho de todo para generar un escenario de inestabilidad política que los amarre al poder del cual hoy precariamente se sostienen. Contrario a lo que piensan algunos, este pueblo no ha reaccionado no por cobardía, sino porque espera el momento preciso para hacerlo y ese gran momento es este 6 de diciembre.
Al gobierno le parece subversivo el término “rebelión electoral”, pero eso será lo que pasará en las elecciones parlamentarias. Un país que se levantará, para lavarse la cara y quitarse la bota del lomo, que lo hará de manera constitucional, en el ejercicio de un derecho que no estamos dispuestos a dejarnos quitar: el derecho de elegir.
Intentan meternos miedo con sus amenazas y “caballos de hierro”, pero quienes tiemblan son ustedes, tiemblan frente a un pueblo que pisotearon y que ahora no vacilará en pasar factura. Nosotros no ganaremos como sea, ganaremos con votos y ese día tendrán que reconocer que el país cambió, que deben comenzar a tomarnos en cuenta o tendrán que apartarse a un lado. Tengan claro algo, nos han quitado tanto, que terminaron por quitarnos hasta el miedo. Venezuela quiere cambio y nada, ni nadie la va a parar.

Encontacto@brianfincheltub.com
@Brianfincheltub

Entregará el poder Maduro?

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¿Se convertirá Venezuela en una segunda Cuba? ¿En cuál Cuba? ¿La de 2014 o la de 2000? ¿La Cuba que abre su economía? Maduro está prometiendo abiertamente una salida violenta a la pérdida de los comicios de diciembre, al menos no estar dispuesto a reconocer las decisiones de la nueva Asamblea.
Maduro está reaccionando como un verdadero marxista para el que las elecciones son un simple medio de llegar al poder. Maduro posee una formación radical y para el verdadero marxismo  lo importante es la revolución, no la voluntad popular.
Nicolás Maduro dijo este jueves que “en el escenario ‘hipotético negado’ de que la oposición llegara a ganar las elecciones parlamentarias del próximo 6 de diciembre ‘no entregaría la revolución’ y pasaría a gobernar con el ‘pueblo’ y en ‘unión cívico-militar”. Esto lo declaró  en una entrevista transmitida por el canal estatal VTV.
Es decir, si el pueblo vota contra Maduro, ya no es el pueblo y la minoría se convierte en mayoría.
El rechazo a la gestión del presidente Nicolás Maduro va en aumento en Venezuela a la misma velocidad con que la oposición capitaliza el descontento social a su favor para las parlamentarias del 6 de diciembre. 82% de los venezolanos califica de negativa la gestión del mandatario mientras que la oposición aumenta entre 9 y 20 puntos su ventaja con el chavismo, según sondeos realizados en octubre.
Datincorp aseguró que la oposición alcanzaría 56% de los votos y el chavismo, 39%, según su último estudio. 82% de los venezolanos considera que la gestión de Maduro ha sido mala y negativa. El pasado junio, el mandatario tenía 70% de rechazo, según Luis Vicente León, director de Datanálisis.
En América Latina la revolución ha estado representada por Castro, Allende, Chávez, y por fin por Nicolás Maduro. Los cuatro levantaron la bandera de “patria, socialismo o muerte”; el proceso culminó con Maduro que se siente en la gloria cuando visita a Fidel Castro, con cualquier pretexto viaja a La Habana. En los días lejanos que manejaba autobuses por Caracas nunca imaginó que su dios le contestaría al teléfono. Maduro quiere sumergirse en la aureola revolucionaria mientras los Castro viven del recuerdo de la lucha armada, se visten de militar hasta para ir al baño. Se esfumó la llamada al heroísmo, el Che se volvió un simple monumento en la isla, las cenizas de Allende las dispersó el tiempo. Ni Fidel Castro es ya Fidel Castro, y Maduro es solo Maduro: el grito heroico se transformó en murmullo.
El mito de los libertadores alimentó una historia de golpes de Estado y atraso en Venezuela. Surgió una versión fantástica de la historia nacional, Bolívar era el santo muerto en la cruz por culpa de un Judas. Aparte de contar con petróleo descendíamos de los libertadores, los creadores del militarismo.  Chávez fue producto de esa tradición, la conspiración del 4-F no era un secreto, se comentaba abiertamente la posibilidad de un golpe al final del segundo período presidencial de Carlos Andrés Pérez. Al lamentarse un banquero a fines de 1991 de la decadencia moral del país, Ramón J. Velásquez le advirtió: “Un zambo está preparándose para echar una vaina”. En Miraflores, el jefe de la inteligencia militar le comentaba a un periodista señalando a Chávez: “Ese coronel y un tal Arias Cárdenas están organizando un golpe”. Uslar Pietri, un mes antes del 4 de febrero de 1992, hablaba del peligro de golpe. En 1958 hubiera sido considerado un deber moral delatar a los conspiradores; en 1992 un obispo rechazó divulgar informaciones recibidas privadamente sobre el segundo golpe del 27-N.
No es fácil lo que nos espera. Chávez aceptó el sistema electoral porque ganaba las elecciones, en cambio Maduro sabe que las perderá.

"Como sea"

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Las alocuciones de Maduro, en más ocasiones de las que imaginan, me parecen extraídas de las rancheras mexicanas. A veces pienso que, con solo transcribirlas, harían las delicias de cualquier compositor. Pero no estoy hablando de cualquier ranchera; no, no señor. Me refiero a esas, a las que están cargadas de odio o pasiones arrabaleras. Esas donde el intérprete promete un terrible y nefasto porvenir al que se atreva a llevarle la contraria.
Cuando Maduro habla, irremediablemente pienso que solo le faltan los mariachis al fondo. De resto, el drama y las amenazas, al mejor estilo de Pedro Infante, están allí. Nicolás promete pruebas (que nunca presenta), se equivoca hablando, insulta a sus oponentes y de nuevo arremete: “Camino a las alturas se ven los gavilanes/ Se pierden en las nubes y se acercan al sol/ Regresan pensativos mirando al infinito/ No sabes si en la lucha alguno se quedó. Según sus propias leyes aplican la justicia/ Poniendo por delante su noble corazón/ Las garras afiladas ya prontas al ataque/ Esperan el momento para entrar en acción”. Esta, por ejemplo, que cantaba Pedro Infante y se llama “Los gavilanes”, me vino a la mente a raíz de sus últimas declaraciones, en las que les explicaba a sus partidarios lo que representaría para el país si la oposición gana las próximas elecciones del 6-D; por supuesto, entendiendo como país al disminuido sector chavista que, como es de imaginar, perdería los sabrosos y arrogantes beneficios que han acaparado a lo largo de casi 17 años.
Por eso, Nicolás describe las derrotas de sus candidatos como una hecatombe de igual magnitud a la que provocaría el lanzamiento de una bomba nuclear. Él, además, no es el portaaviones que era Chávez. En estos momentos, no llega ni a chalana. Y él y su entorno más cercano lo saben. Así que no le queda otra que vaticinar oscurantismo, violencia y muerte si el triunfo del 6 de diciembre venidero es para la oposición. Por eso, sus exhortos –ruegos, sugerencias o amenazas– son a votar por los candidatos del PSUV y sus secuaces. Él y su círculo saben que no es una elección que deba dejarse al azar, mucho menos a la voluntad del elector. Es una imposición, una obligación. Y por eso, de cara a esas elecciones, deben hacer el esfuerzo por lucir cohesionados como nunca.
La obsesión de este régimen con el poder, y por mantenerse en él “como sea”, los ha llevado a torcer, modificar, exigir y reestructurar –a su antojo– las leyes y reglamentos, con el aval de unos poderes públicos complacientes y un CNE totalmente subyugado a la voluntad del gobernante. Al igual que los gavilanes de la ranchera, Maduro, su gente y lo que pueda quedar del PSUV están afilando las garras para arremeter y evitar que la oposición logre lo que a todas luces reflejan las encuestas: los niveles de aceptación de la gestión de Nicolás están en caída libre. Y esta baja en la popularidad del mandatario incide directamente en la intención de votos de los partidarios de su tolda. Sin embargo, una cosa son las encuestas y otras las artimañas del régimen, como bien lo explica José Antonio Gil Yepes, director de Datanálisis, cuando asegura que “si las reglas para elegir diputados fuesen tan sencillas como la que rige la elección presidencial (quien saca más votos populares, gana la elección), ya sabríamos que la Mesa de la Unidad Democrática tendería a sacar una amplia mayoría de diputados dado que el mejor predictor de votos totales es el nivel de aprobación de gestión del presidente. Si Maduro está en 21%, los candidatos oficialistas recibirían cerca de esa proporción”.
De lograr que esta tendencia se respete y se mantenga, ya sabríamos, sin temor a equivocarnos, cómo quedaría integrada la Asamblea. Incluso podríamos fantasear, escogiendo el nombre del nuevo –o nueva– presidente del parlamento. Solo que Gil Yepes nos saca del embeleso y  acuña otras razones por las cuales son tan impredecibles los resultados del 6-D. Si bien es cierto que el descontento de la población es palpable, tangible, cuantificable y real, el régimen se ha encargado de diseñar “su traje a la medida”; ese con el que pretende hacerse eterno en la conducción de los destinos del país. Por ello, la exigencia de último minuto de la paridad de géneros para los aspirantes a diputados; por ello, la modificación de las circunscripciones electorales; por ello, la aplicación delgerrymandering –que dicho sea de paso, solo se ha aplicado en países cuyos regímenes de gobierno, se parecen más a los dictatoriales que a los democráticos.
El gerrymandering, para quienes no les resulta familiar la expresión, tal como lo explica magistralmente el colega Eugenio Martínez en uno de sus más recientes trabajos, es un término que fue una invención periodística, y “que suele utilizarse para resumir los intentos de un gobierno para manipular las circunscripciones de votación (uniéndolas o separándolas) y así provocar distorsiones que le permitan mantener el poder”.
Gerrymandering aderezado con la viveza criolla. Eso es lo que se hizo aquí, con el aval del PSUV y el PCV que se encargaron de modificar en 2009 la Ley Electoral para que las circunscripciones se ajustaran a la voluntad política de quienes aspiran a cargos de elección popular, y quieren aparentar que son elegidos libre y democráticamente. Un trajecito electoral con las medidas exactas de quien ostenta el poder y no quiere entregarlo.

@mingo_1

A la caza de Sajarov

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Editorial El Nacional

“El bloguero saudita Raif Badawi se impuso hoy a la oposición venezolana, agrupada en la Mesa de Unidad Democrática, y a Boris Nemtsov, político ruso asesinado en febrero pasado, como ganador del premio Sájarov a la Libertad de Conciencia del Parlamento Europeo”. Así, como si se tratase de una competencia deportiva, despachan las agencias este reconocimiento que, claro, hubiésemos querido fuese para quienes abogan por un cambio pacífico en nuestro país.
No ha sido así, pero no deja de alegrar que la Eurocámara haya considerado a la plataforma opositora venezolana como iniciativa digna de ese lauro que honra la memoria del respetado científico y disidente soviético distinguido, en 1957, con el Nobel de la Paz.
Condenado a 10 años de prisión y a recibir 50 latigazos por semana hasta completar mil azotes, Raif Badawi es un valeroso defensor de la libertad de pensamiento y de expresión, pero sus apreciaciones han sido consideradas por islamistas intolerantes y príncipes de su país como “insultos al Islam”, un terrible pecado que el fundamentalismo hace pagar con la vida.
Aterradoras fatwas, emitidas por el integrismo religioso, han pendido sobre aquel que se haya atrevido a discrepar de la ortodoxia islámica y a interpretar el Corán desde la modernidad. Por eso, premiar a Badawi es condenar no sólo la intolerancia de imanes y ayatolas anclados en la prehistoria, sino también a una corrupta plutocracia que utiliza la religión con fines represivos.
Guardando las distancias y respetando la diversidad cultural, se puede establecer un cierto paralelismo entre las razones que motivaron al Parlamento Europeo para galardonar al martirizado saudita con las que privaron para juzgar a la Mesa de la Unidad Democrática merecedora de un estímulo que contribuye a concientizar al mundo sobre las iniquidades que se cometen en nombre de deidades intangibles y retardatarios preceptos que nadie sabe quién dictó, costumbres cuyo origen es ilícito averiguar o revoluciones que buscan imponer modelos sobre bases dogmáticas.
En tal sentido, la MUD representa, no el papel de un disminuido David frente a un invencible Goliat, sino una inquebrantable voluntad de derrotar a una obscena, corrupta y represiva comandita que marcha a contramano de la historia, lo cual luce cada vez más factible, a pesar de la asimetría de recursos y el boicot interno del radicalismo sin brújula.
Ese es el gran mérito de la concertación democrática y el por qué los legisladores del viejo continente y los demócratas del mundo ven con simpatía su valerosa cruzada contra un gobierno que no oculta su vocación dictatorial, que persigue y encarcela al estudiantado, que mantiene confinados en sus ergástulas a más de 70 ciudadanos por el delito de expresar sus desavenencias con las políticas hambreadoras de una ambiciosa cúpula milico-civil que no conoce frenos humanistas ni contenciones éticas; una cúpula populista, reaccionaria y despótica; como la nomenclatura soviética que daba caza a Sájarov.

Las elecciones del 6D y el pesimismo de algunos

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Las elecciones legislativas del próximo 6 de diciembre están a la vuelta de la esquina. Las encuestas realizadas por tirios y troyanos, cartagineses y romanos, o gobernantes y opositores, dicen lo mismo: las simpatías por el gobierno están por el suelo y los afectos por la oposición andan por las nubes. Esto es fundamentalmente el resultado de aplicar una política económica que da de comer pescado al pueblo pero no lo enseña a pescar.
Aunque el sentido común y los dirigentes de la oposición recomiendan no dormirse en los laureles, hay razones suficientes para ser optimistas. Pero como siempre ocurre con los seres humanos, muchos compatriotas no dejan de manifestar sus dudas y escepticismos. Hay que reconocer que no les faltan razones. Hemos llevado tanto palo en estos últimos dieciséis años, que resulta poco creíble que esta vez logremos ver el nuevo amanecer. Para afianzar las dudas, ahí están, por una parte, las múltiples manifestaciones de la más ínclita figura del gobierno: “Solo con nosotros se pueden superar las dificultades”; “tengo mil celdas listas para quien se ponga cómico el 6-D”; “si la revolución perdiera las elecciones el 6 de diciembre, es muy probable que en el transcurso de los próximos meses y años la revolución tome otro carácter”; “en ninguna circunstancia entregaré los logros de la revolución”; Maduro dixit. Por otro lado, allí también están las decisiones políticas –eufemismo que empleamos para decir infundadas, ilegales o arbitrarias– de los más importantes órganos del Estado.
Lo cierto, sin embargo, es que después de la tormenta viene la calma y hacia allá nos adentramos, salgan sapos o salgan ranas. Como prueba, basta una declaración: “Estas son las elecciones más difíciles a las que nos hemos enfrentado”, dice también Maduro. Al primer mandatario no le falta razón: la gesta revolucionaria de más de tres lustros está plagada de insensateces y arbitrariedades. La más reciente fue hecha conocer al mundo por el ex fiscal 41° nacional, Franklin Nieves, quien llevó la voz cantante en representación del Ministerio Público, en el juicio que se les siguió a Leopoldo López y los jóvenes estudiantes Christian Holdack, Damián Martín y Ángel Álvarez, y que concluyó con sus respectivas condenas.
Nieves, quien huyó del país y se asiló en Estados Unidos, declaró que todo el proceso se fundamentó en pruebas falsas y que sus actuaciones se llevaron a cabo conforme a las instrucciones que recibió de sus superiores en la Fiscalía General de la República y estos, a su vez, del presidente de la República y el presidente de la Asamblea Nacional.
En condición de estropajo (funcionario de poca utilidad) y sin asomo de pudor, sale a declarar el defensor del pueblo, Tarek William Saab, que “lo que está fuera del expediente no existe”. Y para que no haya duda al respecto agrega: “Repito: lo que está fuera del expediente, no existe. El ex fiscal tuvo, en casi dos años, la oportunidad de cuestionar, evacuar pruebas, aportar información, incluso de decir todo lo que ahora, fuera del expediente, fuera del tribunal y de manera extemporánea, expresa. Imagina el precedente que se sentaría si lo que se dice fuera del juicio y en otro país comienza a tener la misma veracidad que tienen los medios de prueba”. Como consecuencia de su sabia y bien ponderada exposición, el egregio poeta, con la honorabilidad, ética y moral de la que habla el artículo 280 de la Constitución, desestimó la aplicación del artículo 25 de la carta magna que dice: “Todo acto dictado en ejercicio del poder público que viole o menoscabe los derechos garantizados por esta Constitución y la ley es nulo”. Tarek también puso de lado lo previsto en el artículo 49, numeral 1 de la Constitución que estatuye que “el debido proceso se aplica a todas las actuaciones judiciales y administrativas”, razón por la cual “serán nulas las pruebas obtenidas mediante violación del debido proceso”. En otras palabras, poeta, como la Constitución no dice lo que realmente dice, a usted le importa un bledo decir que lo señalado por Nieves no figura en el expediente de López, Holdack, Martín y Álvarez. No es descabellado imaginar que al redoblar de tambores, fanfarrias alborotadas y ruidos de címbalos, flautas y trompetas, un pajarito se haya acercado al oído del honorable defensor y le haya piado: ¡Así, así, así es como se defiende a la revolución!
Esta y muchas otras acciones del pasado son las que han hecho que el proceso esté de capa caída. Las apreciaciones de un acucioso periodista norteamericano, Jon Lee Anderson, ratifican las razones de la baja popularidad del actual régimen. En reciente entrevista, al referirse a la percepción que tiene de Venezuela y el legado de Chávez, el cronista soltó esta perla negra: “Veo que está fatal, hay un rumbo de impopularidad oficial, escasez, aumento de la criminalidad, la degeneración del movimiento político y todas esas denuncias constantes de corrupción son los grandes síntomas de la degradación del proceso bolivariano… Nunca había visto a un país, sin guerra, tan destruido como Venezuela. Es una nación que se despedaza sola, es como mirar a alguien que se está serruchando el piso… En realidad las reputaciones se juzgan por los legados, entonces, de momento, Chávez lo tiene color de hormiga por todo el desastre que ha traído Maduro y las terribles condiciones económicas y sociales en las que ha quedado Venezuela. (Jon Lee Anderson: Nunca había visto a un país, sin guerra, tan destruido como Venezuela; por Albinson Linares,Prodavinci)”. 
Como Chacumbele, la revolución se está matando poco a poco con sus propios actos y perversiones. Adentrarse en el conocimiento de esos sucesos, que ponen de manifiesto que tanto Chávez como Maduro son los malos de la película, es lo que nos permite visualizar que simplemente llegamos al “llegadero”. Entonces, con el propósito de refrescar cada uno de los hechos antidemocráticos marcadores de la actual crisis, que explican perfectamente la reciente declaración del defensor de la revolución, estamos preparando una serie de cinco artículos, algo más extensos que los que escribimos regularmente, que publicaremos en esta misma columna entre el 7 de noviembre y el 5 de diciembre. Aunque parezca paradójico, en ese drama se inserta firmemente nuestro optimismo actual. Esos polvos trajeron estos lodos que ya no dan para más.

@EddyReyesT